Razón crítica
El poder ilimitado
Desde Max Weber hasta Michel Foucault, pasando por Canetti, Clegg o Sartori, entre otros, el concepto de poder ha sido un eje fundamental en muchos de los análisis de la política tradicional y moderna.
Incluso en nuestro cotidiano y política vernácula, la concepción y el análisis sobre el poder conlleva un sinfín de diversas perspectivas.
Sin lugar a dudas, como ya se mencionó, son muchísimas las cosas que se pueden decir a propósito de esta noción. Sin embargo, existe una trascendental: el control de éste para que no sea ilimitado. Desde los pensadores contractualistas , por citar un ejemplo, hasta la actualidad se han ido estructurando, analizando e implementando numerosos esquemas de pensamiento tendientes a conocer la lógica del poder y la capacidad de los sujetos y la sociedad para limitarlo. Sucede que se sabe desde antaño que a toda persona que se la dote de un poder sin límites, se le asigna una capacidad destructora sumamente peligrosa. Simón Bolívar decía que “nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder” y, ciertamente, esto es así. La historia, como metáfora incesante (según Eduardo Galeano), se ha encargado de demostrarlo continuamente.
Las repúblicas actuales como la nuestra están cimentadas en múltiples organismos e instituciones que parten de un pilar clave en el control del poder, esto es el contrato social. A su vez, no sólo esta doctrina contractualista configura nuestro régimen político, también está la división de poderes pensada por Montesquieu. Es decir, entonces, que todo el entramado republicano que conocemos como país está pensado para contrarrestar las problemáticas del poder ilimitado.
No obstante, en Argentina hemos experimentado episodios donde, pese a toda esta estructura republicana, han ocurrido situaciones ligadas al poder sin límites. Desde la violencia institucional, la corrupción hasta sucesos de fraude político, diversos personajes y agrupaciones de nuestra historia nacional se han encargado de querer fomentar el poder ilimitado sin importarle sus consecuencias para el régimen republicano.
Actualmente nuestra sociedad sigue percibiendo los atropellos de una clase política que muchas veces vive en una realidad paralela, persiguiendo intereses particulares, con el objetivo del poder por el mismo poder. O sea, no éste como un medio para mejorar la realidad de las personas sino como un objetivo en sí mismo y así perpetuarse indefinidamente en él.
Cuando las cúpulas políticas mantienen y subsisten bajo esta lógica del poder, la sociedad queda relegada y sus problemáticas colectivas se pierden en las barrancas de la historia.
El poder ilimitado es uno de los principales enemigos del correcto funcionamiento republicano para la consolidación de un estilo de vida político de índole democrático. Si la sociedad no se compromete en evitarlo a toda costa, los sucesos en su contra de parte de un accionar político descontrolado serán numerosos y repetitivos.
En fin, república y poder sin límites no van de la mano, esto es una cuestión que debe quedar registrada en la consciencia colectiva de la sociedad.
Julián Lazo Stegeman