Padre Fernando Esteban Arias
Falleció el padre Fernando Esteban Arias nacido el 15 de octubre de 1957 en Gualeguay
El presbítero Fernando Esteban “Pololo” Arias falleció ayer en Concepción del Uruguay. Estaba destinado como párroco en San Justo, pero en los últimos tiempos estaba en la parroquia San Roque de Concepción del Uruguay, preparándose para asumir al frente de Asunción de María en Gualeguaychú.
Llevaba adelante un proceso de enfermedad que implicaba tres sesiones de diálisis semanales, y lamentablemente, ayer se conoció su deceso.
Había nacido el 15 de octubre de 1957 en Gualeguay y se consagró sacerdote el 1º de diciembre de 1989.
La primaria la cursó en el Colegio San José y finalizó la secundaria en el Instituto San Vicente de Escobar, Provincia de Buenos Aires, porque a los 16 años decidió salir a trabajar y ganarse la vida.
Su formación religiosa le viene del hogar y siempre tuvo vínculo con actividades parroquiales. Fue misionero, especialmente en Santiago del Estero hasta que abrazó la vocación sacerdotal.
El padre Arias se había especializado en bioética y era valorado por su calidad humana.
En un diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO en 2011 (https://www.diarioelargentino.com.ar/noticias/99033/entrevista-al-sacerdote-fernando-esteban-arias), reflexionó que no todo progreso tecnológico es progreso para la humanidad. “El único sujeto del progreso es el hombre. Puede haber algo que técnicamente hoy nos facilite las cosas, pero puede ser que vaya en contra del hombre mismo. Con esto no quiero decir que hay que estar en contra de la ciencia y la técnica ni nada que se le parezca. Es más, podemos asegurar que los avances científicos dan respuestas a la vida humana y es altamente ventajoso para el hombre. Pero también tenemos que decir que una ciencia sin conciencia, por más que sea visto como un avance, no necesariamente es progreso. Todo lo que deshumaniza no es progreso ni menos desarrollo para el hombre”, definió a manera de reflexión.
También sostuvo que “la ciencia debe tener un alma”. Toda razón tiene su espíritu y todo espíritu tiene su razón, se podría concluir.
“La dimensión espiritual está en el hombre, en su inteligencia, en su capacidad de amar, en su sentido de trascendencia, en su sed de conocer a Dios. En todos los órdenes de las relaciones humanas hay que tener cuidado si lo técnico, lo científico, aquellas posibilidades que hoy tenemos nos acercan o nos alejan del prójimo”, señalaba el padre Arias a manera de orientación.
En las coordenadas del tiempo, sostenía a manera de desafío que “estamos en un momento de la vida donde tenemos que aprender a consensuar, tenemos que aprender a dialogar, a escucharnos”.
“Debemos aprender a vivir en una cultura que es secular, pluralista y diversa (…) Y saber consensuar es saber ´sentir con´. Y para ello no se debe presentar mi verdad como la única y el otro tampoco lo debe hacer como lo único”, enseñaba para un mejor ejercicio del diálogo. Porque el padre Arias era un hombre de diálogo. De fe y de ciencia.
Respecto a su especialización, sostenía que la bioética no es solamente para los médicos; sino también para los pacientes y los familiares.
“La bioética tiene una rama que es la bioética clínica y precisamente no está pensada solo para médicos, sino que hoy toda la comunidad tiene participación en la reflexión bioética. Esta ciencia, que nace en la década del ´70, lo hace por los desafíos en las decisiones que implica el comportamiento humano en torno a la salud y a la vida en general. En la bioética clínica entran temas como el aborto, inseminación artificial, suicidio asistido, ética de la sexualidad, trasplante de órganos, entre otros. Y en todos estos temas, el común de la gente se los tiene que plantear”, señalaba.
“Antiguamente, el médico podía decidir por el paciente de manera paternalista o absolutista. Hoy en día no es así, porque quien decide es el paciente. El médico puede hacer las veces de maestro, de guía, de contenedor y no un mero técnico; y el paciente tiene el protagonismo. Por eso hoy la práctica médica exige, por ejemplo, el consentimiento informado, las voluntades anticipadas o el testamento vital, donde cada uno de nosotros tomamos decisiones sobre qué hacer con nuestro propio cuerpo”, resaltaba a manera de ejemplo.
En ese diálogo con EL ARGENTINO, el padre Arias sostenía que “mientras hay esperanza, hay vida. Y aunque una persona muera, vivirá eternamente junto a Dios”.