Julio César Labaké
Julio César Labaké y la novela del adolescente Lucas
Julio César Labaké presentó una obra de ficción en la que intenta relatar una historia de adolescentes millennials, antes que llegara la Generación Z.
Julio César Labaké integra la Academia Nacional de Educación, ocupando el sitial de José María Torres, aquel pedagogo español que nació en Málaga y falleció en Gualeguay (Provincia de Entre Ríos), autor de más de 40 libros, que ha decidido sumar otro texto a su producción personal.
Maestro normal nacional, bachiller en Filosofía, licenciado en Psicología, doctor en Psicología Social y psicoterapeuta, él tiene un enfoque moral muy definido que le reconoció el Movimiento Familiar Cristiano de la República Argentina e, inclusive, Jorge Mario Bergoglio cuando aún siendo cardenal primado, le adjudicó el premio 'Juntos Educar'.
La nueva obra es una ficción, una novela titulada 'Luces en el Laberinto', editada por Bonum, igual que otras de sus obras ('Adolescencia y personalidad', 'El hombre, la libertad y los valores', 'Test Multifactorial de Orientación Vocacional', 'Introducción a la Psicología', 'Valores y Límites. La Brújula perdida' y 'Adolescentes no se dejen engañar').
Precisamente esta temática sobre adolescentes es la que aborda en 'Luces en el Laberinto', a través de Lucas, el personaje que cuenta la historia.
En el enfoque, el vocabulario y la descripción, Labaké se confirma como educador, motivo por el cual cabe preguntarse si la obra, en tiempo de redes sociales y mucho streaming, es para lectura de los adolescentes o de los padres y educadores de adolescentes.
Bonum, la editorial que fundaron Elvira y Antonio Gremmelspacher, referente en temas como: educación, neurociencias, inclusión, didática, autismo, juegos, espiritualidad y religión, la promociona así: "Al recorrer sus 286 páginas, que se leen cada una con interés creciente, se descubre la riqueza de esas vidas. Y se aprecia el conocimiento respetuoso y leal del autor, que puede recorrer sus días con tanta lucidez, que acaba convirtiendo al lector en un personaje más de la trama."
El texto
Para dar un ejemplo de la prosa limpia y cuidada de Labaké, aquí van algunos fragmentos del inicio de su reciente novela: "Sobre un tema tengo mis dudas, después de haber espiado la mente del autor. Que tiene, también él, sus dudas. Lo he descubierto tanto como él a mí. Evidentemente somos de la misma madera humana.
¡El lenguaje! No sé si encontrarán en el texto muchas “puteadas”, muchos “boludos” o “boludas”, y muchas “mandadas a la mierda” en boca de los adolescentes. O de los adultos. O muchas “pelotudeces”. Y no es porque viva en otro planeta, o porque desconozca su ortografía o su fonética. Lo capto y me doy cuenta de que, si ese lenguaje apareciera, sería por otros motivos, pero no por consumir la moda porque está de moda. Pero es un asunto que prefiero dejarles a ustedes, los lectores, cuando se encuentren con nosotros en el relato. De lo que estoy seguro, es de que comprenderán claramente, en cada pasaje, de qué se trata. Y estarán cómodos en esos mundos sin necesidad de traductor para que los adolescentes se reconozcan a ellos mismos, y para que los adultos los comprendan. Alguna vez lo he escuchado decir, cuando parece Sherlock Holmes con su lupa del alma observando en profundidad la vida, “Si nos quedamos sin el buen gusto por el buen gusto, lo fáctico se degradará sin pedir autorización, y sin que tomemos conciencia. Siempre será verdad que vivir es hacer posible una vida mejor”. Tengo deseos, como para ponerle la frutilla al postre, de decirles que no esperen de mí ni un delincuente, ni un asesino serial, ni un violador, ni un “chico superdotado”, ni un “buenudo” que camina pisando huevos y que mira sin ver. Creo que será un buen entretenimiento pasar juntos el tiempo de la lectura. Cada lector me verá con sus ojos, y espero que podamos terminar amigos. Yo desde mi lealtad, y cada lector desde la suya.
Me llamo Lucas.
¿Cómo es mi vida?
Ahora nos iremos conociendo.
¡Quería vivir!
Como esas tierras feraces que anhelan ser trigales y cosechas.
Como esos anhelos inconfesados pero potentes de beberse toda la vida de una vez.
Sus flamantes logros al terminar el colegio secundario habían despertado en su alma un volcán de sueños. Es imposible ser adolescente y no soñar. El adolescente que nunca ha soñado, posiblemente nunca haya sido de verdad adolescente.
Sueños que no cabían en su alma, y por eso vivía en un estado de ilusiones desmedidas y urgentes.
¡Quería vivir!
Sus padres, de clase media satisfactoriamente estabilizada, buscaban la forma de contribuir con él a canalizar esa lava hirviente que bullía en sus entrañas.
Sabían, con la generosidad de siempre, que no renunciarían a ningún esfuerzo para ayudarlo a volar.
No admitían ver truncados esos ideales que iluminaban su cielo.
Luces en el laberinto” es una inspirada novela que muestra con realismo conmovedor la vida de los adolescentes de nuestro tiempo. Su prosa transparente, ágil, bellamente musical, plena de metáforas conmovedoras, y la profundidad psicológica de cada personaje, adolescente o adulto, hacen de su lectura un atrapante deleite para sus principales destinatarios, los adolescentes, y a la vez para los padres y educadores que deben encontrarse con esos hijos o esos alumnos que pueblan nuestro tiempo. Con lo cual, más allá de convertirse en una lectura personal sumamente agradable y enriquecedora, seguramente acabará siendo un instrumento altamente significativo en el aula.
Con una limpieza digna de la visión madura del mundo que exhibe el autor, Julio César Labaké, un autor suficientemente conocido, despliega las vicisitudes de chicos que deben enfrentar, con el recurso de los valores de su lealtad a la vida, los problemas y prejuicios de una época que está reclamando soluciones humanas y no alardes descontrolados de una imaginación irreflexiva. Pero siempre fiel al respeto irrestricto por el pluralismo en un mundo de la diversidad.
Resulta ponderable sobremanera el placer que se experimenta durante su lectura, y el bienestar que se encuentra al final de sus páginas, que no han dejado lugar para el menor atisbo de golpes bajos ni amaneramientos literarios en busca de ningún beneficio, y sí todo el respeto por la vida, el precioso don que campea en sus mesuradas páginas. (...)".