FRANCISCO RAMIREZ
NACIMIENTO DE “EL SUPREMO ENTRERRIANO” 13 de marzo de 1786
Resulta verdaderamente fascinante adentrarnos en la vida y trayectoria de FRANCISCO RAMIREZ, a quien conocemos como “el Supremo Entrerriano”.
Existencia corta, apenas 34 años.
Y poco más de tres de trayectoria pública, donde, sin embargo dejó una huella profunda en la memoria de Entre Ríos.
Pese a ser un caudillo, jefe de un ejército gaucho, verdaderamente popular, no era de origen humilde:
Según Martiniano Leguizamón descendía de noble prosapia: su padre, un comerciante paraguayo, estaba emparentado con el Marqués de Salinas.
Por parte de su madre, doña Tadea Jordán, del Virrey Vértiz.
Su familia recibió en “merced real” setenta leguas cuadradas en Entre Ríos.
Es decir, eran dueños de más o menos unas 30.000 hectáreas.
HISTORIA Y LEYENDA
El folklore y la leyenda nos han construido una imagen del personaje que quizá no se compadezca mucho con la verdad histórica.
Por empezar a Francisco Ramírez nunca se lo conoció, al menos oficialmente, por “Pancho”.
En ningún documento, ni oficial ni privado se lo llama así, aunque es posible que algunos allegados le pusieran tal apelativo.
RETRATO FíSICO
No se sabe cómo era físicamente.
Los bocetos que se hicieron sobre su rostro son pinturas tomadas de los rasgos de una hermana, que lo sobrevivió.
El poeta Leopoldo Lugones dice que tenía los ojos “del color de la bandera”, esto es, celestes. En su poema “La Cabeza de Ramírez” lo presenta rubio y de ojos “glaucos”.
El cronista irlandés Wiliam Yates, que lo conoció personalmente, lo describe “de estatura baja, tez muy oscura y aspecto desagradable” (cit. por BOSCH Beatriz, “Historia de Entre Ríos”, pág. 67).
Para Bartolomé Mitre (“Historia de Belgrano, Ed. El Ateneo, pág. 858), en Ramírez “corría sangre indígena y su fisonomía lo revela. Baja estatura, constitución hercúlea, cabeza muy abultada, ojos negros y penetrantes, manos gruesas, cortas cuadradas como un león”.
Es pintoresca -y fantasiosa- la descripción de Vicente Fidel López: “mocetón de treinta años, nacido en las márgenes solitarias del arroyo Yuquerí, robusta constitución y arrogante presencia, lucía en su rostro una abundante y sedosa barba que parecía un esmalte sobre láminas de bronce, tenía el ojo atrevido, la nariz aguileña, la frente echada atrás y la expresión despreciativa”.
El lugar histórico de nacimiento de Ramírez era en cercanías de Concepción del Uruguay.
Pero Vicente López lo coloca “en las márgenes solitarias del Arroyo Yuquerí, frente a la villa de Salto, una miserable aldea convertida en la gentil ciudad de Concordia, habitada por salvajes montaraces de las islas”.
Nos preguntamos qué clase de “islas habitadas” habría, o hay, cerca de Concordia…
Finalmente para el historiador César Pérez Colman era Ramírez “un español de pura raza, alto fornido, aunque no grueso, de cabellos ensortijados y poblada barba, de ojos grandes, azules y acerados, sombreados de largas pestañas, de nariz algo aguileña, frente ancha y mentón pronunciado. Personalidad altamente simpática, relieves enérgicos se notan a primera vista” (Cit. Por Tavani Pérez Colman en “Ramírez y Artigas”, Ed. Birkat Elohim, 2007, pág. 119).
Nos parece esta última descripción más proxima a la realidad. La de los demás historiadores está teñida de hostilidad al personaje, y una forma de degradarlo en aquellos tiempos era decir que tenía sangre india, cosa que, en el caso de Ramírez, no parece cierta.
TRAYECTORIA
La infancia y juventud de Francisco Ramírez trascurre en un medio rural en cercanías de Concepción del Uruguay, en los últimos años de la dominación española.
Dada la posición social de su familia debió haber recibido alguna educación, aunque elemental, superior al nivel general de su medio.
Se destaca el muchacho, al parecer, en su destreza como jinete, y en las tareas de campo, revelándose desde temprano, sus condiciones de ascendencia y liderazgo.
EL 25 DE MAYO
Los acontecimientos de Mayo de 1810 en Buenos Aires conmueven profundamente a los pueblos entrerrianos: Gualeguay, Concepción del Uruguay, Gualeguaychú, son los primeros en adherir a la Primera Junta de Mayo.
La reacción realista se centra en Montevideo, donde se inicia una represión contra el movimiento emancipador.
Los oficiales Artigas y Rondeau, hasta entonces de servicio en las milicias de Blandengues de la Banda Oriental, se pliegan a la lucha revolucionaria.
El joven Francisco Ramírez cumple por entonces un destacado papel como chasque de las fuerzas patriotas, recorriendo a caballo, de punta a punta el territorio entrerriano, llevando y trayendo noticias y mensajes.
En un combate es tomado prisionero, lo encierran en una prisión de Montevideo donde ha de permanecer un tiempo prolongado.
AVANCES Y RETROCESOS
La Revolución de Mayo fue recibida con entusiasmo y optimismo por los pueblos del interior.
Pero esa primera impresión fue amenguando en el tiempo al comprobar que Buenos Aires pretendía ocupar el lugar de la antigua Corona española, prolongando el sistema y los privilegios que mantuviera durante el tiempo del Virreinato.
Pretendía el gobierno porteño continuar con el poder de designar los gobernadores de las provincias -en realidad, meros administradores- de manejarles sus recursos.
Y, sobre todo, seguir con el esquema de Buenos Aires, como capital, único puerto y aduana habilitado para comerciar con el exterior, quedándose con la “parte del león” de las riquezas producidas por el resto.
Esto motivó la lógica reacción de los pueblos.
En Entre Ríos en los años inmediatos se encarnó a través de jefes y caudillos naturales -Samaniego, Hereñù, Zapata- que fueron surgiendo, levantando banderas de resistencia al centralismo porteño.
Un tanto arbitrariamente, se les llamó “federales”, cuando en realidad se trataba más bien de un movimiento instintivo de autodefensa.
Pronto, a todos estos jefes iría imponiéndose por su enérgica personalidad, condiciones de mando, coraje y capacidad, no académica pero si práctica para las artes militares, Francisco Ramírez, retornado a Entre Ríos tras su cautiverio montevideano.
EL “PROTECTOR DE LOS PUEBLOS LIBRES”
Esta rebeldía del interior fue de alguna manera encauzada y liderada por el jefe oriental don José Gervasio Artigas, que intentó darle una forma institucional a los justos sentimientos populares.
En sus “Instrucciones” a los diputados orientales en la Asamblea del Año 13, proponía declarar la independencia de España, constituir una república federal, con autonomía de las Provincias para gobernarse, establecer la libre navegación de los ríos, la habilitación igualitaria de puertos de ultramar y fluviales.
De yapa, sacar la capital de Buenos Aires, con posibilidad de establecerla en otra ciudad del interior.
Identificados con tales banderas, una vasta región del Litoral argentino, -Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, Santa Fe- aceptaron y reconocieron la jefatura de Artigas, a quien nominaron como el “Protector de los Pueblos Libres”...
Su influencia llegó incluso hasta Córdoba.
EL “CONGRESO DE LOS PUEBLOS LIBRES”
En un gesto audaz el Jefe oriental reunió un Congreso de diputados de las Provincias bajo su protección, en Arroyo de la China, -actual Concepción del Uruguay- que el 29 de junio de 1815, declaró la Independencia, y proclamó su adhesión al sistema republicano y federal de gobierno.
LA REACCIóN DE BUENOS AIRES
La dirigencia porteña había creado una figura unipersonal -el Directorio- que pretendía ser algo así como un gobierno ejecutivo “nacional”, centralizado, aunque aún no existiera la Nación.
Se sucedieron varios Directores: Posadas, Pueyrredón, Rondeau, que tuvieron el mérito de sostener, a través de sus recursos económicos la lucha de los ejércitos libertadores -el del Norte comandado por Belgrano, el de los Andes de San Martín- contra los restos del colonialismo español.
Pero, al margen de esto, intentaron desconocer los derechos de los pueblos del interior, mandando expediciones militares sobre Santa Fe y Entre Ríos, provocando desangrantes y estériles luchas, que restaban esfuerzos a la emancipación americana, todavía incompleta.
RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS
Ante el atropello militar, varios de los caudillejos entrerrianos como Samaniego, Correa y Hereñú, defeccionan, se pasan de bando, o se muestran dubitativos.
El “Protector de los Pueblos Libres” don José Artigas nombra entonces a quien ya se había distinguido en anteriores acciones, Francisco Ramírez comandante de Concepción del Uruguay en reemplazo de José Antonio Berdun.
En esa lucha se destaca Francisco Ramírez en defensa de su territorio: enfrenta en 1817, en arroyo Ceballos una tropa porteña al mando del coronel Montes de Oca a quien derrota por completo.
En setiembre de 1818, nueva batalla victoriosa en Santa Bárbara, cerca de Gualeguaychú.
Por fin el 25 de marzo de 1819, en la Batalla del Saucesito, próximo a Paraná, obtiene Ramírez un resonante triunfo contra una fuerza militar porteña que comanda el general Marcos Balcarce.
LA TRAICIÓN PORTEÑA
En 1816, el Congreso de Tucumán declara la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Un año después que lo hicieran los pueblos de la Liga Artiguista en el Congreso de Arroyo de la China, 29 de junio de 1815.
El Congreso de Tucumán inmediatamente se traslada a Buenos Aires, desde donde el Director Pueyrredón enviará toda clase de generosa ayuda al Ejército de los Andes, que, desde Mendoza, preparaba José de San Martín para libertar Chile.
Pero esta positiva actitud contrastaba con la guerra que se hacía a Artigas, y las provincias bajo su influencia. Llegando incluso a la traición más infame, cuando Buenos Aires pacta con el Imperio de Portugal (Brasil), la entrada de una tropa de 16.000 hombres en la Banda Oriental para destruir a Artigas.
En inferioridad de condiciones, el jefe oriental los pelea “con perros cimarrones”, como gusta decir. Y hasta les gana algunas batallas.
Pero, al final prevalece la mayor cantidad de soldados , armamentos y recursos.
El atropello de las tropas de la Corona de Portugal se extendió tambien a las Misiones, donde, como diríamos hoy, se cometió un verdadero genocidio de los pueblos guaraníes.
Para esto tenemos un testimonio insospechado: el del general Bartolomé Mitre, quien nos cuenta:
“El 13 de marzo de 1817, Chagas general brasilero regresó al Uruguay después de arrasar Apóstoles, San Pablo, la Cruz. Los pueblos fueron destruidos, los campos talados, los ganados arrebatados. Se replegaron cargados de botín (hombres, mujeres y niños, vendidos como esclavos)”. “Después de la Conquista la historia no presenta ejemplos de una invasión más bárbara que esta. Desde entonces las Misiones Occidentales son un desierto poblado de ruinas” (Mitre Bartolomé, Historia de Belgrano, pág. 609).
LA “BATALLA DEL MINUTO”
Encerrado entre dos fuegos, Artigas pide a sus lugartenientes, Francisco Ramírez de Entre Ríos y Estanislao López de Santa Fe, que marchen sobre Buenos Aires y sometan al Directorio, aliado a Portugal.
Ocurre la batalla en la Cañada de Cepeda -febrero de 1820- los caudillos federales López y Ramírez doblegan a las fuerzas del Director José Rondeau en un combate fulminante.
Vencedores, entran López y Ramírez en la orgullosa Buenos Aires y atan sus pingos en la Pirámide de Mayo.
Pero cometen un grueso error: lo que correspondía en ese momento era crear, aunque fuera provisoriamente, un poder nacional.
Apoderarse de los recursos económicos porteños, e inmediatamente ir en auxilio de Artigas en su lucha contra la invasión portuguesa.
TRATADO DEL PILAR ¿GRUESO ERROR?
En vez de eso, transan con lo peor de la cúpula porteña: firman con un personaje de siniestra trayectoria, don Manuel de Sarratea “comerciante de profesión y arch icomerciante en patriotismo”, como le llama Vicente Fidel López, el "Tratado del Pilar".
Por el mismo reconocen a Buenos Aires su autonomía como Provincia, y le autorizan a continuar el manejo de los fondos de su puerto y aduana.
Es de hacer notar que, pasadas las rentas de aduana a la Provincia, desaparecido el precario poder nacional, no sólo se deja desamparado a Artigas contra Portugal, sino que queda sin respaldo la expedición de San Martín al Perú.Consecuencia negativa: el Libertador debe retirarse en Guayaquil y dejar en manos de Bolívar la liberación del Alto Perú (que por eso pasa a llamarse Bolivia).
LA FRUSTRACIóN FEDERAL
Buenos Aires podía ser derrotado en las armas, pero era invencible en las artes de la intriga y la diplomacia del dinero. Dejándole el manejo de sus recursos, le fue fácil sembrar recelos e intrigas entre los jefes federales: primero pusieron a Ramírez contra Artigas.
Cuando el jefe oriental, derrotado en Tacuarembó, se refugió en territorio entrerriano, fue atacado por su antiguo subordinado Ramírez, a quien Buenos Aires le provee armas y equipos y hasta un asesor militar: el coronel Lucio N. Mansilla que se convertirá en especie de mano derecha del Supremo, a quien no vacilará más adelante en traicionar.
“No informo a mis compatriotas de estos auxilios (porteños) porque me abochorno”, dirá por entonces el entrerriano.
En sucesivos combates Francisco Ramírez vence a Artigas.
Lo persigue a través del territorio entrerriano y correntino, hasta obligarlo a refugiarse en el Paraguay, donde el jefe oriental entra en un cono de sombras hasta su muerte muchos años más tarde.
LA REPúBLICA DE ENTRE RiOS
En este pequeño paréntesis de entreguerra, afianzado en su poder el Supremo Entrerriano, pretende dar forma a su proyecto de Estado.
Crea la República de Entre Ríos.
En realidad, una provincia, que conforma con los actuales territorios de Entre Ríos, Corrientes y las Misiones.
Conformación territorial y administrativa que quizá hubiese sido más conveniente que la que se estableció en definitiva.
Partiendo prácticamente de la nada, intentó Ramírez aceleradamente organizar su Provincia-Estado: sanciona sendos reglamentos en el orden económico, militar, político y económico.
Declara libres de derechos la importación de mercancías de otras provincias.
Empieza a crear un sistema de recaudación de impuestos. Manda practicar un censo de población. Prohibe matanza de vientres vacunos y promueve la cría de ganado, la plantación de árboles frutales. Divide el territorio en departamentos, bajo la autoridad de un jefe que elegirán los vecinos, establece el servicio de Correos y esboza un precario Poder Judicial.
Impone la enseñanza obligatoria hasta saber “leer, escribir y contar” y funda escuelas en Corrientes y Entre Ríos.
En pocos meses esos anteriores territorios selváticos y despoblados parecen adquirir nueva y vigorosa vida.
EL TRÁGICO FINAL
No hubo tiempo de construir. Los fuertes recursos que los caudillos federales permitieron que Buenos Aires siguiera controlando, fueron la causa de su ruina: la diplomacia y el oro porteño utilizó, primero a Ramírez para destruir a Artigas.
Después, al ladino gobernador de Santa Fe don Estanislao López, comprado con veinticinco mil vacas (que juntaron estancieros bonaerenses, el más importante don Juan Manuel De Rosas) para acabar con Francisco Ramírez.
Internado el jefe entrerriano en territorio santafesino , traicionado por su taimado “ladero” don Lucio N. Mansilla, apenas seguido por unos pocos fieles fue perseguido por fuerzas de Santa Fe y Buenos Aires, hasta cerca de San Francisco, en Córdoba.
LA MUERTE ROMÁNTICA
La historia o la leyenda le atribuyen un fin romántico a su vida: muere heroicamente intentando salvar a su bella compañera la Delfina, amante portuguesa o porteña del Caudillo, que lo seguía, montando a caballo como un soldado más, vestida como gaucho, y peleaba a la par, como tal.
Rescatada por el coronel Anacleto Medina consigue Delfina volver a Entre Ríos, donde vivirá muchos años.
No tuvo la misma suerte el Supremo quien terminaría degollado por fuerzas santafesinas, y su cabeza colgada en una pajarera frente a la Iglesia matriz de Santa Fe.
El fracaso Ramiriano fue el fin del sueño federal y principio de la disolución nacional: cada provincia, a partir de sus Cabildos, fue asumiendo su imaginaria “soberanía”.
Corrientes fue separada de la efímera “República de Entre Ríos”.
En Tucumán, Bernabé Araoz organiza la “República de Tucuman”, con la actual provincia de ese nombre, Catamarca y Santiago del Estero, que, a su vez, no tardan en separarse.
Al poco tiempo, La Rioja, por decisión de su Cabildo, se separa de Córdoba.
Al desaparecer la autoridad de San Martín, también las provincias de Cuyo inician un movimiento separatista: Mendoza por un lado, San Juan y San Luis por otro.
Hasta el triunfo de Urquiza en Caseros en 1852 y el dictado de la Constitución de 1853, la Nación Argentina, sería tan sólo un proyecto, un anhelo, pero no una realidad.