Pinamar donde todavía se puede vivir sin tapabocas
Las autoridades de Pinamar no obligan a usar barbijo en la orilla. Los casos positivos de COVID se cuadruplicaron en el último mes.
"¿Che, hay que ponerse el barbijo acá? No quiero quemarme con la formita del tapabocas". Mientras baja hacia la playa por la rampa de madera de un balneario en Pinamar norte, un chico con los pómulos pálidos de recién llegado le hace la pregunta a la joven que lo acompaña y amaga con sacarse la tela negra que lleva puesta en la mitad de su cara. Los dos ríen antes de chocar de frente con la respuesta. Una vieja realidad. No, no hay que usarlo. Nadie se pone el barbijo en la orilla. Se puede vivir un rato como en 2019 ó 1986.
La playa es una foto del pasado, la "antigua normalidad" existe en este territorio, la última cinta de tierra antes del mar. Los protocolos vigentes de la Fase 4 no obligan el uso del tapabocas en la playa, al menos por ahora, mientras los casos positivos de Covid suben en la costa atlántica a un ritmo que empieza a ser preocupante.
Siempre y cuando lo usen al tratar con otra persona que no pertenezca a su burbuja (un vendedor de choclos, el sombrillero, la guardavidas) todos los que bajan a la arena pueden estar o caminar sin tapabocas. "Es como que uno vuelve a respirar", comenta Luisina, una mujer de 42 años que llegó en familia desde Villa Elisa para pasar este fin de semana de Año Nuevo en Pinamar.
Las autoridades locales admiten que obligar a los turistas a usar barbijo mientras leen en una reposera o salen a caminar es imposible, consideran que se ha perdido ya la autoridad en ese sentido, consecuencia del hartazgo de la población y de lo que fue hasta diciembre una caída en los casos positivos de Covid.
Ahora apuestan a la toma de conciencia de los veraneantes. "Si si siguen creciendo los casos tendremos que tomar algunas medidas, pero hoy por hoy no podemos pedirle a la gente que use el barbijo en la playa, depende de cada uno", comentó a este medio un funcionario que toma decisiones.
La incertidumbre pasa por si los turistas van a respetar la distancia social en las zonas de playa más chica o los fines de semana donde se incremente la ocupación.
"No hay cambios respecto del año pasado. Uno de cada 10 tiene barbijo. Y las distancias son las mismas de siempre", reconoce Diego, guardavidas de una playa en Cariló. Por supuesto que los mal llamados "bañeros" tienen la obligación de usar el protector facial cada vez que bajan de sus mangrullos, excepto, claro si se trata de tener que entrar al agua por una emergencia.
"Estamos con atomizador de alcohol y un barbijo para los casos en que alguien se acerca a preguntarnos cosas o tenemos que ir a dar algún aviso de prevención a los turistas", comentó Diego. Los sombrilleros operan igual: con barbijo y sanitizador para las sillas y reposeras que prestan los balnearios o los hoteles.
Algo parecido ocurre en las escuelas de surf. "No hay distancia social posible en una clase de surf. Lo único que podemos es cuidarnos en la charla teórico, con la tabla sobre la arena. Pero después no cambió nada para nosotros. Bah, en la playa no cambió. Cada mucho rato ves a uno que pasa con barbijo. Los que lo tienen puesto casi siempre son los vendedores", comentó Valentino Rodriguez, docente del surf.
Algo parecido ocurre en los grupos de recreación de niños, donde quienes sí lo usan son los profesores de educación física, pero fundamentalmente para protegerse y poder trabajar toda la temporada sin enfermarse. "Tenemos que quedarnos hasta marzo, si nos agarramos el virus no cobramos", comentó Juan, de 26 años. En estos grupos la novedad es que dividen en grupos de juego de no más de 10 chicos. "Son pocas las familias que se ven con barbijos", agrega el profe.
Unos metros más atrás, en los balnearios, la historia es diferente. Los locales gastronómicos de los paradores ofrecen una variedad en la amplia gama del respeto por las normas: algunos cumplen con el protocolo de Provincia en relación al 50% de mesas bajo techo y la distancia social, y otros trabajan casi como en el verano pasado. Los empresarios gastronómicos más responsables trabajan con reservas.