Video: Cumplió 100 años y sigue tocando el piano sin partituras
La abuela Coca llegó al siglo de vida y tiene intacta su pasión por la música y el arte. Comenzó a estudiar piano a los 5 años y con 100 sigue tocando, incluso sin partituras.
Diva Gabriel de Mascheroni, celebra sus 100 años de vida rodeada del amor de su familia. Sigue tocando el piano con la misma pasión de su juventud, sin partitura y excelente ritmo, haciendo disfrutar a sus tres hijos, ocho nietos y trece bisnietos.
Le dicen "abuela Coca", pero su nombre es Diva Gabriel. Hija de Elías Gabriel, oriundo de Bi-Chabab (Líbano) quien emigró siendo muy joven y se radicó en Gualeguaychú, dedicándose al comercio ambulante. Su madre, Josefa Salomón, también libanesa, vino con sus padres a Paysandú (R.O.U.) donde se radicaron. Sus inquietudes artísticas la llevaron a ejecutar el piano y el mandolín y dejó plasmadas pinturas de paisajes en vidrios de su casa paterna. Esta veta fue la que más influyó en su hija mayor, sobre todo, en el amor por el piano.
Coca mantuvo vínculos permanentes con esa ciudad, ya que allí residían su abuela y tíos. Viajaba frecuentemente con su mamá y alternaba con sus cuatro hermanas menores: Lilia Marta (Tita), Dora María Elsa, Rosa Ester y Nancy Estela. Aún cuando la travesía debía hacerse en colectivo hasta Concepción del Uruguay y en lancha hasta Paysandú, no perdió nunca el contacto con sus familiares, generándole un especial amor por esa nación. No escapa a las coincidencias, que haya nacido en una fecha patria uruguaya.
Vivió su infancia en la casa paterna de Ayacucho 214, donde su papá tenía la tienda "San Antonio" en ángulo con la calle Andrade, a la que concurría mucha gente de campo para hacerse de un surtido completo.
Cursó sus estudios primarios en la escuela "Tomás de Rocamora" y Teneduría de Libros (prácticas contables) en la escuela Normal. Esta especialización le permitió ponerse al frente del negocio a los veintiún años por el fallecimiento de sus padres -con una diferencia de tres años- a edad muy temprana. Por ser la hija mayor, asumió toda la responsabilidad del negocio y cuidado de sus hermanas. Recuerda con mucho cariño al doctor Pablo J. Daneri -Pebete- quién, siendo muy joven abogado y amigo de su padre, las ayudó en las cuestiones legales de la sucesión sin cobrarles ni un peso.
Desde los cinco años estudió piano con la profesora Olga Boretto de Etchegoyen y obtuvo su título de "Profesora Superior de Piano" a la edad de quince años. Sus condiciones innatas y el estudio organizado con el método Williams, le permitieron ejecutar un vasto repertorio de música clásica y popular. Ingresó como pianista en la orquesta típica dirigida por el maestro Kuroki Murúa, bandoneonista, junto con Roberto Cis y "Cachicho" Delmagro. "Palito" Merello e Ismael Rébora en violín, se agregaban al conjunto, entre otros.
Actuaban en la Sociedad "La Aurora" que tenía su sede en el edificio de la "Sociedad entre Argentinos y Orientales" de calles Luis N. Palma y Seguí y como era muy jovencita, iba siempre acompañada por su papá. Se realizaban lunch y bailes en la planta alta, muy apreciados por los amantes de la música típica. También se presentaban en el salón de la municipalidad donde funciona el Concejo Deliberante.
Hizo funciones unipersonales en Islas del Ibicuy y en el Centro de Jubilados. Lamentablemente, el piano "Breyer" que tenía en su casa paterna, se vendió por razones de sucesión y no pudo canalizar su deseo de desempeñarse como maestra de música en las escuelas, cuando las fiestas y actos patrióticos eran acompañadas por el piano. Aun así, la música siguió ocupando un lugar de privilegio en su vida.
A los trece años ingresó al coro "Santa Cecilia" cuyo director y fundador era el presbítero Desiderio Moia; su conocimiento de la música, le permitía leer las partituras con facilidad.
En 1943 contrajo matrimonio con Juan Carlos Mascheroni, maestro egresado de la Escuela Normal "Olegario V. Andrade", fallecido en 1988. De esa unión nacieron tres hijos: Elena Josefa, Leticia María y Carlos Elías. Cuando su hija Elena tenía apenas cinco años y estaba en Paysandú disfrutando con sus tíos-abuelos, el gobierno de Argentina rompió relaciones con la República Oriental del Uruguay y durante casi tres años, fue imposible mantener contacto ni lograr su retorno. Empezó allí la escuela primaria, hasta que, por la acción desinteresada del doctor Horacio Domingorena, se pudo lograr su "repatriación" bajo estrictas medidas de seguridad. Es de imaginar la angustia de sus padres ante esa insólita situación.
Debido a la profesión docente de su esposo y cuando comenzó la carrera de ascenso jerárquico, vivieron en varias ciudades de la provincia como Federal, Gualeguay y Paraná, hasta que se radicaron definitivamente en Gualeguaychú. Fue maestro de campaña y ciudad, director de escuelas, subinspector escolar y Director Departamental de Educación. En este trayecto, Coca desempeñó un importante acompañamiento, logrando consolidar amistades que aún mantiene.
Durante muchos años hizo prácticas de yoga y largas caminatas que le han permitido mantenerse ágil, sumado a que en su casa debe recurrir a la escalera para acceder al dormitorio.
Así es su vida, sumamente independiente. Se queja de que está "un poquito sorda".
Fue viajera incansable por el país, Estados Unidos, el Caribe y Europa, incluyendo el norte de África; en la ciudad de El Cairo, en oportunidad de haber realizado un viaje de placer con sus amigas, vivió una situación muy emotiva. En un salón para fiestas y al término de la cena, fue invitada a tocar el piano; gustó tanto, que unos turistas japoneses la quisieron "contratar", pues su repertorio era el que satisfacía a los amantes de tangos, valses, pasodobles y milongas. Esa línea de actividades vinculadas con la música, le permitieron, años más tarde, cuando el coro volvió a sus actividades, ingresar nuevamente. Ensayos, presentaciones, viajes, encuentros corales y poder compartir con un grupo humano maravilloso, le permitieron afrontar su nueva situación al enviudar y quedar "el nido vacío" ya que sus hijos conformaron su propia familia.
En el año 2003 cumplió su sueño de tener un piano. Fue toda una sorpresa para sus nietos y vecinos que desconocían su habilidad para la interpretación y, más allá de sus 100 años, sigue tocando con la misma pasión de su juventud, sin partitura y excelente ritmo. Disfruta con la compañía de tres hijos, ocho nietos y trece bisnietos.
Su larga y activa vida fue acompañada por un excelente estado de salud, de buen espíritu (y apetito). De esa época de apogeo de orquestas típicas y de jazz, debe ser una de las pocas que han logrado alcanzar la longevidad con el mismo espíritu que la alentó en sus años moza, cuando Gualeguaychú aún tenía sus calles céntricas empedradas, con escasa iluminación y el despertar de una bohemia irrepetible. (Fuente: Radio Máxima/Revista Semanario)