Lisandro Martinez, un futbolista contracultural
L. Martínez: "En Ajax no hay jugador que te dé un pase mal"
Martínez, futbolista del Ajax - El 24 de marzo colgó una foto con la leyenda de "nunca más",defiende los derechos de la mujer y se mostró a favor de la legalización del aborto
En el deporte moderno no hay demasiado espacio para los libres pensadores. Custodiados de cerca por sus entornos, la mayoría comisionistas en los contratos de sus representados, hoy proliferan futbolistas distantes con la prensa, políticamente correctos en sus mensajes. Cuanto menos se exponga, mejor. No sea cuestión de que se enoje algún patrocinador. Ocurre, sin embargo, que siempre hay alguno que se revela. "Digo lo que pienso y lo que siento. Y vivo la realidad", asegura, Lisandro Martínez, futbolista del Ajax de Holanda. El 24 de marzo colgó una foto con la leyenda de "nunca más",defiende los derechos de la mujer, se mostró a favor de la legalización del aborto y le resultó incomprensible un video en el que una persona se quejaba de la cantidad de gente que hacía cola para cobrar un subsidio estatal.
"Creo que todos somos iguales. No nos diferencia el trabajo que hacemos. Vos sos periodista, yo soy futbolista; los dos somos seres humanos. Intento informarme, saber lo que pasa. Muchas veces hablamos sin saber y eso está mal. Con mi novia, con la que somos muy parecidos, tenemos mucha empatía por las personas. Y soy frontal", explica Martínez. Y aclara: "Hay gente que me dice que me cuide con las cosas que digo, pero yo no milito en ningún partido político. Solamente me interesa estar cerca de la gente que lo necesita. Y, como a nosotros nos sigue mucha gente futbolera, quizás con un mensaje podemos ayudar".
De entrada, es un poco tímido: suelta frases cortas. Pero, cuando se relaja, le gusta hacerse entender. Explica bien sus historias, es detallista y futbolero. Nació hace 22 años en Gualeguay. Se pasaba el día entre la escuela y el terreno que había en la casa de su abuela. "Con machetes cortábamos las ramas de los eucaliptus y hacíamos los arcos. Seis contra seis, los que había para jugar", relata. Hijo de familia numerosa, creció en un ambiente de cariño, sin abundancia ni lujos; al contrario. Y, como pasa en estos casos, le tocó madurar rápido. Pero da pelea. Siempre da pelea.
-¿Nunca te faltó nada?
-Mis padres trabajaban en distintos colegios en el sector de limpieza. Al principio, costó. Yo era chico, pero me acuerdo: mi viejo se fue dos meses al sur a ver si conseguía trabajo. Y después volvió. Somos una familia grande y vivíamos todos en la casa de mi abuela. Para mí, en esa época, era una costumbre comer solo al mediodía y después tomar un te como un poco de pan o galletas por la noche. Lo veía como normal. Pero era feliz.
-¿Cuándo llegaste a Newell´s?
-A los 14 años. Había una persona en Gualeguay, el Negro Ramírez, que había arrancado con Griffa, y que trabajaba como ojeador para Newell´s en esa zona.
-¿De qué jugabas?
-De enganche. Nada que ver (se ríe). Cuando me fui a probar, jugué un tiempo de seis y el otro de cinco. Yo quería estar, no me importaba la posición. La primera vez que hice las pruebas tenía 12 años. Y quedé. Me llamó Griffa y me dijo que tenía que ir a la pensión. A la semana me volví a mi casa. Estaba muy pegado a mi familia. Hoy en día también, pero fui madurando. Al año siguiente volví a hacer la prueba. Hice los mismo: me quedé una semana y no pude aguantar. En esa época mi vida era totalmente distinta.
-¿Por qué?
-Me gustaba estar en la calle, era un poco más vago. Hasta que conocí a mi novia y todo cambió. Sinceramente, me cambió todo: las amistades, las actividades. Hoy me doy cuenta de que hay que estar atento a todas esas cosas. Hay que rodearse de buena gente y tener un buen entorno. Es la única manera para que tu vida gire en torno a una buena energía.
-¿Tu familia qué te decía?
-Mis viejos me insistían para que me vaya a Rosario. Un día mi viejo me dijo que si no iba a las inferiores de Newell´s tenía que empezar a laburar con él. Él estaba trabajando de albañil y me avisó que tenía que estar a las 8:30 en una casa. Me dormí y llegué a las 10:30. Me dijo: "Te das cuenta de que esto no es para vos. Te lo hago a propósito para que veas que tu futuro está en Newell´s". No me olvidó nunca de ese día.
-¿El tercer intento fue el definitivo?
-Sí a los 12, a los 13 y a los 14, que finalmente me quedé. Fui con una mentalidad totalmente renovada. Cambié todo. Estaba decidido: mi objetivo era entrenar la primera división. Cuando llegué a la séptima, había dos jugadores de la selección juvenil. Un día charlando con el preparador físico, que también era el encargado de la pensión, le pregunté: "¿Yo podré jugar en AFA?". Me miró y se cagó de risa. Hace poco me lo crucé y se lo recordé. "Era para ponerte aprueba", me contestó.
-¿Cómo fue el camino en las inferiores?
-Me costó. Arranqué de suplente en la liga rosarina. Le empecé a meter y a cuidarme mucho, hasta que fui capitán. En la séptima, por ejemplo, Newell´s tiene cerca de 30 jugadores que entrenan todos juntos. Los que están citados para la liga de AFA juegan los sábados; los de la rosarina, los domingos. Se lesionó un chico de los convocados para AFA y me llamaron. No salí más. Cosas del fútbol.
-¿La salida a Defensa la sentiste como un paso atrás?
-Cuando me hicieron saber que en Newell´s no iba a poder jugar, no me afectó. Estaban un poco con el tema de la altura (mide 178 cm) y era algo a lo que yo no le daba importancia. Hay que analizar todo: ¿Quién lo dice? ¿Por qué lo dice? Todas esas cosas las convertí en algo positivo para mí.
-¿Cómo?
-Buscaba que me fortalecieran para seguir trabajando.
-¿Entiendo que hubo gente que sí creyó en vos?
-Claro, el que me sube a Primera es Lucas Bernardi. Yo estaba en sexta y primero me llevó a la reserva y después a la pretemporada con la primera.
El 27 de junio de 2017 debutó en Newell´s ante Godoy Cruz. Fue su único encuentro: robó cuatro pelotas, interceptó un y ganó siete duelos. Al año siguiente se mudó a Florencio Varela. "Cuando se habla de que un club es una familia, en Defensa es el claro ejemplo de eso. Te tratan como si fueses un hijo. Sos feliz. Te dan todo, hay un campo de entrenamiento increíble. Hacen todo para que el jugador piense solo en disfrutar el deporte", recuerda su etapa en Defensa y Justicia. Jugó 46 partidos (todos de titular) y contó 92 quites, 100 intercepciones y firmó tres goles. El equipo de Sebastián Beccacece logró el subcampeonato en la Superliga 2018-2019, a cuatro puntos del campeón: Racing.
En el pasado verano europeo, el Ajax pagó siete millones de euros por su pase. "Llegué convencido de mí mismo y de lo que puedo dar. Vine a jugar. Quería luchar mi puesto y gracias a Dios me lo gané". Jugó 41 partidos (12 en competiciones europeas). En la Liga Eredivisie disputó 24 partidos (por la pandemia solo se jugaron 25). En 15 actuó de cinco y en los otros 9, de central: recuperó 166 pelotas, cantó dos goles y cometió 28 infracciones. La hinchada de lo bautizó como "El carnicero", no slager (holandés) ni butcher (inglés). Carnicero, para que lo entienda. "Me causó gracia. Yo soy de jugar fuerte, pero de pegar poco. Menos ahora con el VAR".
-¿Fue fácil adaptarse?
-En las primeras tres semanas, la pasé horrible. Es totalmente distinto. Otra intensidad, otros controles. Otros pases. Otra lectura de juego. Al principio me daban ganas de irme a llorar a mi casa. Me sentía mal. Yo soy un jugador que me gusta tener el balón, pero cuando me jugaban a un toque o dos toques rápidos, me mataban. Era increíble como llegaba tarde.
-¿No se trabaja eso en Argentina?
-En el Ajax desde que son chicos les inculcan esas cosas. Con Sebastián [Beccacece] trabajamos mucho en el tema del control y los pases. Y alguien podía fallar. Pero acá es muy difícil que un jugador controle mal la pelota y te de un pase mal. Me costó tomar el ritmo. Después de la pretemporada me empecé a sentir bien. En el primer amistoso jugué 30 minutos y ya quedé de titular.
-¿De cinco?
-No, de central. Debuté en la Supercopa contra el PSV de central. No me acuerdo bien el partido que pasé al medio. Arrancamos con Blind en el medio y yo atrás. Pero cuando los partidos estaban tranquilos, íbamos cambiando. Hasta que un día el técnico me mandó al medio y ya me dejó.
-¿Te hicieron trabajar mucho?
-Siempre te dan mucha información, pero vos también tenés que hacer cosas extras. Es una posición nueva. Miro fútbol todo el tiempo y observo a todos los jugadores, en todas las posiciones y voy veo como se mueven. Me encanta ver los detalles de los jugadores.
-¿A quién les prestás más atención?
-Últimamente estuve mirando mucho a Kimmich. Cuando juega en el medio (empezó de lateral, como en el partido ante el Barça, pero pasó al centro del campo), me gusta la tranquilidad que tiene y como lee los partidos. De central, Sergio Ramos, por la personalidad y los pases que da. Me gusta también Laporte. El jugador tiene que ser inteligente. Hay que tener confianza, claramente. Pero es un juego de decisiones y las decisiones se toman con la cabeza.
-¿Se trabaja la inteligencia en el campo?
-Sí, se trabaja. Por un lado, está la experiencia que te van dando los partidos, porque hay jugadas que se te quedan grabadas. Pero también está todo el trabajo que vas haciendo con los vídeos tuyos y también con los de otros jugadores. Yo trabajé mucho para ser el jugador que soy. Trabajé en el detalle y en las situaciones de juego. En esas cosas, por ejemplo, me insistió mucho Beccacece
-¿El técnico bueno es el que mejora al jugador?
-Exacto.
-¿Te van a volver a convocar para la selección?
-No sé. Espero que sí. Todavía no hable con el técnico. La selección es mi objetivo y voy a hacer todo lo posible para estar ahí. Pero eso es para todos igual, primero hay que hacer bien las cosas en tu club. Tengo confianza y estoy muy enfocado.
-Vos formás parte de la nueva generación, ¿entre ustedes hablan de que llegó el momento del relevo?
-No. El tiempo que estuve con los chicos no se habló de eso. Eso igual, es muy privado.
-¿Qué tal es Messi?
-Un crack con todas las letras. Tiene una humildad increíble. Es sencillo. Muchas cosas buenas. Es cercano, tranquilo, líder. La verdad es que es un fenómeno.
Por: Juan I. Irigoyen