Pbro. Jorge H Leiva
Asunción
Los católicos celebramos todos los años, el 15 de Agosto, el misterio de la Asunción de María, al que se lo suele llamar también el “Tránsito” o “la Dormición de la Madre de Jesús”. Nuestros hermanos en el bautismo que participan en comunidades llamados evangélicas no creen en esto porque no está formulado explícitamente en la Escritura. Sin embargo, llama la atención que ese misterio que parece tan elevado y teológico haya sido gratamente exaltado por el científico de la psicología Karl Gustav Jung, quien era discípulo del famosos Freud. K. Jung afirmaba que los seres humanos tenemos patrones de pensamientos que compartimos con toda la humanidad llamados arquetipos y que a éstos los llevamos en lo que él llamaba “inconsciente colectivo”. Decía, además, que esos arquetipos se manifiestan en distintos ritos, mitos, leyendas y sueños. Él notaba que en antiguos pueblos, que nunca se habían comunicado entre sí, existían -por ejemplo- relatos en los que el sol era un varón y la luna, una mujer. Y se preguntaba cómo había tanta coincidencia de relatos en los pueblos a pesar de no conocerse entre ellos: se respondía afirmando la existencia de ese trasfondo compartido que él llamaba, como dijimos, “inconsciente colectivo” integrado por arquetipos semejantes.
A partir de esto Jung descubría que simbólicamente la Asunción representa la unión de lo humano con lo divino a la que todos anhelamos: ¿qué es por ejemplo -agrego yo- esa pasión que despertaron los Juegos Olímpicos sino un ansia de plenitud infinita? Quien vuelve de París luego de las competencias no habrá encontrado plenitud como quien contempla y celebra esa unión de nuestra fragilidad con lo infinito simbolizada en “el Tránsito” del que estamos hablando.
Jung decía, además, que la asunción simboliza el ascenso de lo femenino tantas veces pisoteado por la violencia masculina. El “empoderamiento femenino” del que se habla hoy en día tendría, en lo que celebramos estos días, su mayor expresión simbólica.
Para quienes gustan celebrar a la “pacha mama”, la madre tierra, podemos decir –según Jung- que María encarna el arquetipo de la Gran Madre nutricia y protectora que, sin embargo, –agrego yo- no retiene a “sus pichones en el nido”, sino que luego de haberlos cuidado los envía al vuelo de la vocación y de la misión existencial.
La Madre elevada al cielo nos dice en lenguaje simbólico (que es el que más necesitamos para comunicarnos) que la angustia por la fragilidad y la muerte no tiene la última palabra, que no estamos condenados a la degradación, sino que estamos marcados por un destino de gloria que nada tiene que ver con la gloria mundana de los poderosos de turno, que tiranizan a las naciones con asombrosa falta de empatía para con los pobres, débiles y sufrientes.
En el mundo del porno, el nudismo, la violencia sexual, el cuerpo purísimo de María pasa a ser el arquetipo de nuestro anhelo de purificación, de salud y de comunión corporal en un justo equilibrio entre cuerpo y alma.
¿Tendremos tiempos de resonancias y de silencios para considerar todo esto en un clima de libertad y sed de la verdad?