Razón crítica
De periodistas a propagandistas
En el periodismo contemporáneo, la delgada línea entre informar y propagar desinformación a menudo se difumina, especialmente cuando los profesionales de los medios de comunicación se convierten en transmisores acríticos de información oficial.
. Un claro ejemplo de esto es el reciente caso que involucró al periodista Jonatan Viale y a la Ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich, quienes se vieron envueltos en una controversia tras la difusión de un video falso en el que, inicialmente, se acusaba a una militante de haber gaseado a una niña durante una manifestación en el Congreso, cuando en realidad el responsable fue un agente de la Policía Federal.
Este incidente pone de relieve un problema central en la práctica periodística: ¿hasta qué punto los periodistas deben confiar en las fuentes oficiales, y qué ocurre cuando no se ejerce un chequeo riguroso de la información? En este caso, Viale y otros periodistas difundieron la versión oficial sin verificar los hechos, lo que los colocó en una posición de propagandistas en lugar de cumplir su rol como intermediarios críticos y objetivos entre el poder y la sociedad.
Propaganda disfrazada de periodismo.
El problema de propagar información oficial sin cuestionamiento está en el corazón de la relación entre el periodismo y el poder. Cuando los medios de comunicación reproducen sin filtrar el relato estatal, se convierten en una extensión del aparato de propaganda. Tal como ocurrió en este caso, Viale admitió haber confiado ciegamente en la versión oficial provista por el jefe de la Policía Federal, Luis Rollé, y la viceministra de Seguridad, Alejandra Monteoliva, sin verificar la veracidad de la información antes de difundirla. Como resultado, los medios amplificaron una versión falsa que beneficiaba al gobierno, al desviar la responsabilidad de las fuerzas de seguridad hacia manifestantes civiles.
Este tipo de errores afecta gravemente la credibilidad de los periodistas y de los medios de comunicación que representan. La falta de verificación y el posterior acto de retractarse públicamente no son suficientes para restaurar la confianza de la audiencia. Esto subraya la necesidad de que el periodismo mantenga una postura independiente frente a las instituciones de poder, evitando convertirse en un vehículo de desinformación.
El periodismo y el muckraking.
El caso de Viale y Bullrich puede analizarse desde la perspectiva del concepto de muckraking, un término que se originó en Estados Unidos a principios del siglo XX y que se refiere al periodismo de investigación que expone corrupción, abuso de poder y otras prácticas inmorales en las esferas políticas y empresariales. Los muckrakers, como se conocía a estos periodistas, tenían como misión investigar profundamente, sin aceptar las versiones oficiales sin cuestionarlas, para descubrir verdades incómodas y ofrecer al público información transparente y precisa.
El muckraking contrasta radicalmente con lo sucedido en el caso de Viale y Bullrich. Mientras que los muckrakers buscaban desafiar el poder con investigaciones exhaustivas, Viale y otros periodistas involucrados actuaron como megáfonos de la versión gubernamental. En lugar de investigar si efectivamente una militante había gaseado a una niña, confiaron en la palabra de las autoridades, difundiéndola sin escrutinio. Esto no solo les impidió cumplir su función crítica, sino que los convirtió en agentes de desinformación.
Si bien el periodismo de investigación sigue siendo una herramienta poderosa para revelar abusos de poder, su eficacia depende de la independencia del periodista y de su compromiso con la verdad. El muckraking es un recordatorio de que el periodismo, en su esencia más pura, debe estar comprometido con la búsqueda de la verdad, incluso cuando ésta desafía a las instituciones más poderosas de la sociedad.
El peligro de no verificar.
El caso de Viale y Bullrich es un ejemplo claro de los peligros de no verificar la información proporcionada por los organismos de poder. Al actuar como propagandistas involuntarios, los periodistas pueden convertirse en cómplices de los gobiernos en la manipulación de la opinión pública. Cuando los medios difunden versiones oficiales sin corroborarlas, se arriesgan a legitimar narrativas falsas, perpetuando la confusión y dañando su credibilidad a largo plazo.
El periodismo, para cumplir su función democrática, debe mantener su independencia del poder y ser un mediador crítico entre el Estado y la ciudadanía. Esto implica cuestionar constantemente la información oficial, someterla a escrutinio y utilizar múltiples fuentes para contrastarla. Cuando se pierde esta independencia, los periodistas se convierten en meros transmisores de propaganda, lo que no solo afecta a la calidad de la información, sino también a la salud de la democracia.
El caso de Jonatan Viale y Patricia Bullrich es un recordatorio de lo que puede suceder cuando los periodistas no ejercen su rol de manera crítica y objetiva. La difusión de un video falso y la posterior retractación subrayan la importancia del chequeo y la verificación de la información, especialmente cuando proviene de fuentes de poder. El concepto de muckraking, por otro lado, nos recuerda que el periodismo de calidad no solo consiste en transmitir información, sino en investigar profundamente para descubrir la verdad, incluso cuando ésta desafía a los poderosos.
El periodismo que no cuestiona se convierte en propaganda. En una era donde la desinformación puede propagarse rápidamente, es esencial que los periodistas mantengan su compromiso con la verdad, la transparencia y el escrutinio constante de las versiones oficiales. Solo así pueden cumplir su misión de informar con integridad y proteger los valores fundamentales de la democracia.
Julián Lazo Stegeman