Jorge Eduardo Lozano
Dejar de caminar sin rumbo
Perdidos en la espesura de un bosque desconocido en un día nublado nos lleva a la experiencia de caminar sin rumbo, sin tener certezas de dónde queda la salida. Y eso nos agota. Sentimos el peso de la rutina; el temor existencial de la falta de sentido. El ritmo nos resulta intenso cada semana. Esto sucede a quienes tienen trabajo con horario fijo, a quienes están agobiados bajo la línea de pobreza, a los que se propusieron una y otra vez superar dificultades sin lograrlo.
Vivimos un tiempo marcado por la “crisis de esperanza” En nosotros está despertar la solidaridad y caminar juntos.
En su Mensaje de Cuaresma, Francisco nos lleva a reflexionar acerca de estas tensiones que tenemos en la vida. “La llamada a la libertad es, en efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar.” Sus pies habían abandonado la tierra de la opresión y la esclavitud; pero todavía la tenían en el corazón. También a nosotros nos puede suceder lo mismo. “Nos damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos.”
En estas últimas semanas nos ha conmovido el crecimiento de la indigencia y la pobreza en la Argentina; eso tiene su escenario concreto en nuestras Provincias, Ciudades y Barrios. Son familias concretas, con historias de sufrimiento por carencias en la alimentación, la salud, la educación. “También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen.” Debemos cuidarnos de conmovernos por las estadísticas y no considerar a las personas concretas. La pobreza no es “un problema” o “todo un tema”, como lamentablemente escuchamos decir a veces.
Percibo una especie de tensión que se puede convertir en dinámica interior perversa. Por eso nos advierte Francisco que, “si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad”. El futuro incierto nos causa temor e inestabilidad, nos cuesta confiar en el amor de Dios y su Palabra que nos cuestiona y moviliza. Nos atrae más un adormecimiento burgués cómplice de la injusticia y que mira para otro lado.
Me resultó luminosa esta afirmación contundente del Papa: “El Faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos”.
No todo es negativo, ciertamente. “El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios.” Podemos elegir dónde sumarnos.
Por eso la Cuaresma es un tiempo de oración y fuerte espiritualidad encarnada, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. “Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.”
El pasado fin de semana regresé de la experiencia de Ejercicios Espirituales durante 28 días, según el camino elaborado por San Ignacio de Loyola. Un estilo de oración intensa, en silencio, teniendo como eje buscar y hallar la voluntad de Dios para cada uno. Para ello se nos propusieron ejercicios de revisión de vida a la luz de la Palabra, contemplación de la presencia de Jesús y sus enseñanzas, dejándonos conducir por el Espíritu Santo.
Un tiempo de gracia en el cual pude rezar mi historia y tener presente a tantas personas con las cuales Dios me regaló compartir los diversos momentos del camino. Les agradezco de corazón las oraciones con que me acompañaron y los saludos por el cumpleaños.