Pbro. Jorge H. Leiva
Domingo del compartir
“Tenían un solo corazón…compartían todo” (Hech 4,32)
Los obispos de nuestra Nación nos invitan a tomar conciencia, este próximo domingo, sobre el mantenimiento económico de la obra de la evangelización que llevan adelante las parroquias y el señor obispo. Recuerdo que un amigo que estuvo misionando en África había oído esta consigna: “Si cada uno puede mantener su casa, todos podemos mantener nuestra casa”.
Muchos hermanos piensan que es el Estado el que financia a las parroquias, como cuando estas tierras pertenecían a la corona de España: hay noticias o datos que cuesta actualizarlos. Lo único que reciben los sacerdotes del Estado es por aquellos servicios que eventualmente realizan en las instituciones gubernamentales, tales como las capellanías o las horas de clases. También hay que agregar que desde hace un tiempo nuestros obispos renunciaron a lo que el Estado nacional les giraba.
A veces, la buena gente nos pregunta a los sacerdotes: “Ustedes, ¿reciben algo “de arriba”? Suelo responder con humor que no he tenido lluvia de dineros y que -por el contrario- “elevamos dinero de abajo hacia arriba”, pues al estado le pagamos los impuestos correspondientes y a Roma le enviamos una colecta al año para la “caridad del Papa”, es decir, para un fondo que tiene el sucesor de Pedro para acompañar a comunidades necesitadas en los tiempos de emergencia.
En realidad, económicamente a nuestras parroquias las sostienen la buena gente de clase trabajadora y los jubilados con sus ofrendas; la misma gente -dicho sea de paso- que colabora con los bomberos, con las cooperadoras barriales, etc. ¿Y cómo se realiza la recaudación? Recibimos recursos económicos a través de las secretarías parroquiales, de las ofrendas familiares, de lo que hoy día se llaman “eventos” (kermeses, ferias) y, por supuesto, de las colectas de las misas dominicales.
Con ese dinero se sostiene al párroco, se pagan los servicios, se mantienen los edificios, se colabora con las tareas del obispo y del seminario diocesano, se realizan obras de caridad. Recordemos también que prácticamente una de las colectas del mes se destina a servicios especiales: al obispado una de marzo, al seminario diocesano en abril, a Cáritas en junio, a Más por Menos en septiembre, a obras misionales en octubre, a catequesis en agosto, al apostolado laical en noviembre, a sacerdotes ancianos y enfermos en Navidad. Como he dicho, en torno a la fiesta de Pedro y Pablo a fines de junio colaboramos con las obras de caridad del Papa.
Es interesante recordar lo que el catecismo de la Iglesia nos dice acerca de que la gracia es gratis y que no hay que cobrar en dineros las cosas de Dios (a ese pecado se le llama “simonía”); pero agrega que el Pueblo tiene que mantener las obras comunitarias teniendo en cuenta – por supuesto- que los pobres no deben quedar privados de los bienes espirituales en razón de su pobreza.
Dijo una vez un dirigente de la política con sabiduría y humor: “La víscera más sensible del hombre es el bolsillo”. Que ese órgano de nuestro cuerpo personal, familiar, comunitario no deje de tener en cuenta todas las inversiones que tenemos que hacer en relación a todas las dimensiones de nuestra vida (incluso y, sobre todo, nuestra dimensión religiosa) para orientar de modo adecuado la consabida sensibilidad de dicha víscera.