Razón Crítica
El espectáculo del COVID-19
Reflexiones sobre el espectáculo del COVID-19
Desde la conductora de TV, Viviana Canosa, bebiendo dióxido de cloro en su programa (cuando, por ejemplo, la ANMAT y diversos papers científicos no lo recomiendan), pasando por el festejo de Diego Leuco cuando le comentaban desde producción que habían aumentado el rating en 0,2 centésimas mientras un colega comunicaba que en la semana próxima podrían llegar los 10000 contagios al país, hasta las placas sonorizadas con música de pánico y terror de C5N cuando anuncian el aumento del número diario de contagios y muertes por el coronavirus, tenemos una cantidad enorme de ejemplos de cómo el esquema mediático nacional se está desarrollando en este contexto de pandemia mediante acciones que consagran una lamentable categoría: el espectáculo del COVID-19.
Esta noción, nos lleva a una concepción desarrollada por el filósofo francés Guy Debord, denominada "la sociedad del espectáculo". La misma se refiere, básicamente, a tratar de explicar que las personas hemos dejado de relacionarnos como realidades, para pasar a hacerlo como representación de las mismas. El ser por el parecer que en la actualidad y cada vez de forma más extensa, impera en nuestra forma de comunicarnos. Una relación social mediada por las imágenes que se derivan de ella. Las relaciones humanas no serían más que interacciones que desean ser representadas en su forma, pero que no encuentran el más mínimo sentido si se viven como una experiencia directa y no demorada. El poder abstracto del espectáculo nos aleja de nuestra libertad y existencia concretos (Fuente: la psicóloga Cristina Roda Rivera para www.unamentemaravillosa.com). En este sentido, pareciera ser que para muchos periodistas y conductores de la televisión Argentina (y ésto se puede extender a tantos otros de radio y prensa gráfica) no importa tanto el COVID-19 en sí sino las imágenes que se puedan construir alrededor de él. Estás deben ser en tono comercial, como productos que aseguren ganancias y beneficios monetarios. Pero no a cambio de ofrecer un producto para el beneficio social, sino a partir de la desinformación y la mentira, tan nocivas para la ciudadanía, aún más en estos tiempos tan delicados. Existen ciertas cuestiones que hacen suponer que a los medios no les importan las relaciones sociales que se arruinan por este virus, lo que en realidad les resulta interesante es el paquete, el envase de cómo se presenta la información al respecto, que sea comercialmente perfecta para que pueda venderse fácilmente, incluso a costa de la salud de los sujetos. En esta línea, precisamente, es en dónde beber una sustancia no recomendada, festejar el rating en medio de lo que puede ser una preocupante suba en el nivel de contagiados o el poco tacto a la hora de informar el aumento de casos, son prácticas que poseen lógica ya que la matriz allí imperante no es la responsabilidad periodística como comunicadores sociales sino que el eje es el morbo, el amarillismo, la comercialización y el resto de los espurios intereses meramente corporativos.
En la sociedad del espectáculo, en la medida en que convertimos nuestra vida en un producto, más separados estamos de ella, ya sea a nivel laboral u otros niveles. Las muchedumbres producen mercancías y las imágenes continuas que tenemos de ellas nos alejan de los demás (Fuente: la psicóloga Cristina Roda Rivera para www.unamentemaravillosa.com). Desde los medios de comunicación, a menudo, sólo se producen imágenes sobre la pandemia a modo de mercancías vacías, irresponsables y dañinas. Lo que importa es el negocio mediático y no la salud de la gente. Por estos motivos es necesario apelar a la responsabilidad ciudadana a la hora de consumir medios de comunicación. Es preciso sólo observar, leer o escuchar a aquellos que construyen sus conclusiones desde los dichos de especialistas o instituciones adecuadas a esta temática. Dichos que, a su vez, deberían estar sustentados en alguna base científica.
Es fundamental recordar algo: nunca deberíamos formar parte ni consumir el espectáculo del COVID-19.
Julián Lazo Stegeman