Razón crítica
El mito del peronismo: entre la persistencia histórica y sus peligros
En la vasta historia política argentina, el peronismo ha ocupado un lugar central, no solo por su capacidad de generar adhesión y polarización, sino también por la mística que envuelve su existencia. Como movimiento político, el peronismo ha sido objeto de innumerables análisis y debates, pero su esencia parece eludir definiciones simples, transformándose en lo que podríamos considerar un mito político.
El fragmento que guía esta reflexión, esgrimido por el periodista Iván Schargrodsky, señala un aspecto fundamental: “El mito de su muerte parece ser su mayor garantía de supervivencia”. Este enunciado sintetiza una verdad contundente sobre el peronismo: lejos de desvanecerse ante la adversidad o los intentos de erradicarlo, el movimiento se reinventa, reafirma su vigencia y resurge, con mayor fuerza, cuando se le declara acabado.
Históricamente, las fuerzas no peronistas han intentado no sólo vencer al peronismo en términos electorales, sino también clausurarlo como fenómeno político. Desde su proscripción tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955 hasta las alianzas electorales actuales que se conforman para enfrentarlo, el peronismo se erige como un adversario que se adapta a la adversidad. Este comportamiento remite a la noción de mito en el sentido clásico, tal como lo han conceptualizado autores como Roland Barthes, Mircea Eliade y Joseph Campbell.
Barthes, en “Mitologías”, afirma que el mito es una construcción que transforma la historia en naturaleza, presentando fenómenos históricos como verdades eternas. En este sentido, el peronismo ha logrado trascender las fronteras de la historia para convertirse en un símbolo identitario que resuena en la sociedad argentina. Sin embargo, este mismo proceso puede ser peligroso: al mitificarse, el peronismo corre el riesgo de desvincularse de la realidad y perpetuar una visión simplificada de los problemas sociales, dejando en segundo plano la autocrítica y la responsabilidad política.
Por su parte, Eliade, en “El mito del eterno retorno”, plantea que los mitos permiten a las comunidades reencontrarse con sus orígenes y renovar su sentido de identidad. El peronismo ha sabido aprovechar esta lógica, reapareciendo siempre con una narrativa de renovación y retorno a los principios fundacionales. No obstante, este retorno constante al pasado puede obstaculizar la capacidad de innovar y adaptarse a los desafíos del presente. La mitificación del peronismo, en ocasiones, lo ha llevado a refugiarse en un discurso nostálgico que idealiza sus logros históricos, mientras ignora sus fracasos o limitaciones.
En el ámbito de la política argentina, esta capacidad mítica de reinvención y persistencia es también motivo de rechazo para sus detractores. Joseph Campbell, en “El héroe de las mil caras”, habla del “viaje del héroe”, donde este, tras caer, enfrenta pruebas que lo fortalecen y lo hacen regresar renovado. El peronismo, de manera similar, parece seguir esta estructura narrativa, construyendo su legitimidad no solo en las victorias, sino también en las adversidades que lo obligan a redefinirse. Sin embargo, esta narrativa épica puede ser peligrosa cuando se utiliza para justificar errores o como herramienta para polarizar el debate político, dividiendo a la sociedad en “ellos” y “nosotros”.
El mito peronista, al ubicarse en el centro del imaginario colectivo, puede también desalentar la pluralidad de ideas. En su insistencia por erigirse como el único camino hacia la justicia social, el movimiento ha descalificado muchas veces las alternativas políticas, asociándolas con el “antipueblo” o el “anti-justicialismo”. Esta lógica binaria no solo dificulta el diálogo político, sino que contribuye a un clima de enfrentamiento que fragiliza las instituciones democráticas.
En el presente, la fragmentación política no peronista refleja tanto la necesidad de una identidad que pueda contrarrestar este mito como los peligros que emergen de su consolidación como un relato casi indiscutible. Mientras tanto, el peronismo continúa habitando un espacio político donde la ideología, la cultura y el relato se entremezclan, logrando captar tanto a quienes añoran sus días de esplendor como a quienes ven en él la posibilidad de un futuro prometedor.
El mito, como señala Barthes, no es una mentira, sino una construcción que otorga significado. En el caso del peronismo, su persistencia demuestra que, lejos de ser un simple partido político, es un relato fundacional que sigue alimentando el imaginario colectivo de la Argentina. No obstante, también es importante reflexionar sobre los riesgos de mitificar una fuerza política al punto de convertirla en un dogma.
¿Es el peronismo un mito invencible? La respuesta no es sencilla. Lo que parece claro es que, como todo mito, su mayor fuerza reside en su capacidad de habitar la memoria colectiva, renovarse frente a las adversidades y seguir interpelando a la sociedad. Pero esta fuerza también puede ser su mayor debilidad si, al refugiarse en el mito, se deja de lado la capacidad de evolución, autocrítica y apertura hacia el futuro que toda democracia necesita. El desafío está, entonces, en desmitificar sin destruir, en construir sin polarizar, y en repensar al peronismo desde una mirada crítica que lo vincule más a la realidad que a las narrativas épicas.
Julián Lazo Stegeman