Pbro. Jorge H. Leiva
El suicidio y el Dios de la vida
El pasado 10 de septiembre se ha celebrado el día de la prevención de suicidios.
Recientemente en los diarios de Gualeguaychú se publicó una desafiante noticia: “La cifra es impactante: hubo 25 episodios en los últimos 90 días, cuando previamente se habían registrado 17 desde enero a junio. Durante el último trimestre se incrementaron los intentos de suicidio en Gualeguaychú: hay al menos uno cada tres días. Al respecto, especialistas en Salud Mental afirmaron que “es alarmante” y manifestaron la vital importancia de hablar del tema para abordar la problemática de forma comunitaria y no solamente desde el ámbito sanitario.
¡Atención! ¡Lo que sucede en esa ciudad nos sucede a todos!
La crisis que atraviesa el país parece ser la principal causa a considerar; pero lógicamente, más allá del momento coyuntural, el suicido tiene muchas otras aristas para las cuales es necesario recurrir a los especialistas. “El suicidio- han dicho las autoridades- es un fenómeno multideterminado, en el que intervienen factores de orden individual, familiar, social y comunitario (…) es transversal a todos los sectores socioeconómicos y grupos etarios, aunque las últimas estadísticas nacionales arrojan un aumento en la población adolescente y joven, y una tendencia decreciente a partir de los 45 años, habiéndose reducido la población de adultos mayores, que históricamente registraba tasas más altas. Con respecto a las autolesiones y suicidios en jóvenes y adolescentes, es importante destacar que en esta etapa el sujeto se encuentra en plena consolidación de procesos que viene forjando desde la infancia, como la construcción de su identidad, sumado a la novedad de la madurez sexual, que conlleva múltiples cambios.
“Muchos jóvenes se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad: exposición a diversos consumos (sustancias, juegos, pantallas), exposición a determinadas violencias, abusos, bullying, violencia familiar, ausencia de vínculos sólidos y sanos, falta de acceso a necesidades básicas, vulneración de sus derechos, situaciones todas que los dejan en estados de desamparo extremo” se ha escrito en los medios.
Los informes hablan por supuesto de la importancia de la prevención. En ella es fundamental el rol de la comunidad, por ejemplo el club de barrio, la escuela, como agentes de detección de situaciones y/o padecimientos, ya que muchas veces ofician de espacios de primera escucha para un sujeto sufriente. Es clave que las estrategias sean articuladas para poder realizar buenos acompañamientos.
Una vez que suceden estos tristes episodios en necesario también un abordaje adecuado en lo que se llama la “postvención”. ¿Qué es? Es la intervención ante el duelo por una muerte por suicidio.
Los que creemos en Jesús estamos llamados a dar testimonio-con palabras y gestos- del Evangelio de la vida, siendo además buenos samaritanos de los caídos, reconciliándonos con nuestras propias heridas para ser “sanadores heridos”.
Dice el refrán: “salvar una vida es salvar al mundo”. Hemos de alentar a nuestros jóvenes a dejarse amar por la Trinidad y a elaborar verdaderos proyectos de vida.
Quien vive en la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza estará llevando adelante el mejor itinerario de búsqueda de sentido de la vida y por lo tanto de prevención.
¡Atención la gente de buena voluntad! ¿Se animan a colaborar en la familia, en los clubes, los barrios, las parroquias en esta tarea de ser portadores de vida a favor de nuestros jóvenes?