Razón crítica
Esa mancha no se borra más
¿Que tienen en común Amado Boudou, Julio de Vido, Ricardo Echegaray, Sergio Urribarri, Felisa Miceli, José López, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi?
Todos ocuparon cargos políticos entre las gestiones 2003 y 2015 y han sido condenados por hechos de corrupción.
¿Qué tipo de república se puede pensar a partir de tantos funcionarios condenados por este delito? ¿Cómo puede legitimar día a día la clase política sus cargos públicos si están manchados por cuestiones delictivas? Es inviable diagramar un país cuando tantos dirigentes están en problemas con la Justicia.
No sólo es una cuestión penal. Ante cada hecho de corrupción se desgasta la democracia como estilo de vida. Estos políticos irresponsables no sólo incumplen sus funciones públicas sino que, además, ponen en jaque los cimientos legítimos de toda actividad política. Ésta es una herramienta fundamental para transformar la realidad de las personas. Perpo ante tanta corrupción, ¿cómo hace la ciudadanía para seguir creyendo en ella y sus virtudes? Culpa de estos funcionarios inescrupulosos, el quehacer político y la mejor forma de llevarlo adelante, es decir, la democracia, se ven golpeados y erosionados por el descreimiento al cual es empujada la sociedad.
Es un deber cívico de todos los ciudadanos comprometidos con la Justicia decirle basta a la corrupción y a los dirigentes ligados a ella. No sólo es un deber moral, es una acción racional y fundamental para proteger la actividad política y el estilo de vida democrático.
No existe sociedad si no hay un actuar colectivo. La corrupción se basa en intereses individuales, ajenos a todo compromiso cívico y social. Es imposible obtener progreso colectivo en una comunidad si sus autoridades se manejan bajo el cinismo, el individualismo, la hipocresía y el delito.
No debería existir distinción partidaria en esta cuestión: la corrupción se repudia, se investiga y se juzga. Punto. No hay justificativos ni argumentos tales como el lamentablemente famoso “roban pero hacen”. Afirmar tal tesis sólo significa avalar la delincuencia gubernamental.
La política tiene que ser, si o si, transparente. No hay medias tintas en esta cuestión. Si no hay transparencia no hay política, tampoco república ni democracia.
Como sociedad no se debe tolerar que un par de forajidos roben un principio y un sistema que tanto le costó conseguir a la Argentina. Son momentos para decirle basta a la corrupción y a sus cómplices.
Esperemos que la Justicia siga en la senda de juzgar y condenar a los que mueven ilícitamente las arcas del Estado para beneficio propio. Suficiente problemas tiene el país como para que un par de individuos tengan el atrevimiento de utilizar la administración estatal para engrosar sus respectivos bolsillos.
¿Qué ejemplos le están dejando estos individuos a las generaciones futuras? ¿Acaso no ven que la corrupción va a ser su único legado para la juventud? Argentina necesita la formación de cuadros jóvenes para que se involucren en la política y comiencen a pensar el país de cara al futuro. En este sentido, ¿qué motivación dejan para éstos aquellos dirigentes condenados por corrupción? ¿les interesa decirles a las nuevas generaciones que la única finalidad de la política es asaltar las arcas públicas? Es fundamental que estas mencionadas generaciones comprendan que la actividad política no es eso. Con tal objetivo, la Justicia y la sociedad deben dar el ejemplo y condenar estos actos delictivos.
En fin, política y corrupción nunca deben ir de la mano. Y sepan los corruptos y las agrupaciones que los apañan o apañaron, que la sociedad no olvida. O como dice una popular frase futbolera que en este caso puede servir de metáfora: esa mancha no se borra más