El recuerdo
Esos calores de antes
¿Cómo hacíamos en la era pre aire acondicionado para soportar el calor? El cambio climático y la tecnología nos pone ante la necesidad permanente de comparar los tiempos de ahora y los de antes.
por Santiago Joaquín García
Estos días infernales nos recuerdan un pasaje del gran cuento de Gabriel García Márquez ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’:
“–¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
–¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
Tanto calor que es el pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.
–Sin embargo –dice uno–, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
–Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
–Sí, pero no tanto calor como ahora”.
Dejando de lado el chiste, no se puede negar el calentamiento global. Dice el sitio oficial de la Nasa: “Los científicos atribuyen la tendencia del calentamiento global observada desde mediados del siglo XX a la expansión humana del "efecto invernadero", el calentamiento que se produce cuando la atmósfera atrapa el calor que se irradia desde la Tierra hacia el espacio. La vida en la Tierra depende de la energía proveniente del Sol. Aproximadamente la mitad de la energía luminosa que llega a la atmósfera de la Tierra pasa a través del aire y las nubes hacia la superficie, donde es absorbida e irradiada en forma de calor infrarrojo. Aproximadamente el 90% de este calor es absorbido por los gases de efecto invernadero e irradiado nuevamente, lo que ralentiza la pérdida de calor hacia el espacio”.
“Había muchos árboles”
Desde El Debate Pregón decidimos charlar con vecinas y vecinos para que contaran cómo eran los calores de antes, cómo hacían para pasar el verano cuando existía el aire acondicionado (un lujo cada vez más necesario que muchas personas todavía no tienen). Esto nos dijo Margarita: “Las siestas en la Aldea Asunción eran en el piso, que estaba cubierto de baldosas, y los techos de las casas eran muy altos. Había muchos árboles para paliar el calor, también ventanas y entonces no eran tantas las veces que uno se quejaba demasiado. En septiembre empezaban las temperaturas altas y crecían hasta que en diciembre se notaban mucho, pero en marzo ya bajaban”, recuerda y agrega un dato interesante: “la época de las cosechas era de un calor ardiente, era bravo, muy bravo. Cuando tenía unos veinte años escuché una noticia por radio que decía que el eje del ecuador se había girado un poquito y entonces no iban a ser tan definidas las estaciones. Pasaron cincuenta años para que eso se fuera tornando una realidad tan notable como ahora”.
El molino y después
Margarita puede precisar el salto tecnológico en forma vívida: “Me acuerdo de los dolores de cabeza de mi papá, que se ponía agua fresca con vinagre. Después, en los años sesenta hubo heladera y ahí fue cubitos y hielo para todos. Ahora en el campo ya hay electricidad, en los pueblos también, pero en aquella época había energía eólica, se cargaban baterías con los molinos de viento. Y las baterías tenían que ser muchísimas para tener fuerza. Había apenas unas lamparitas y la radio no era a transistor todavía, se escuchaba la radio con la carga del molino de viento. Con esto quiero decir que no hubiera andado un ventilador con esa fuerza, aunque existían en el campo no podían andar”, cuenta y sigue: “recuerdo que cuando llegó la electricidad papá había puesto gomas en los bordes de la mesa porque no era tan segura y también recuerdo cuando en Galarza la luz se habilitaba a las 19 y a las 7 de la mañana se cortaba”. Margarita nos trae una escena de los tiempos anteriores a la masificación de las heladeras: “Recién cuando cumplí diez años llegó una heladera. Antes se guardaba la carne en la fiambrera, que era con alambrina y al viento. Se tapaba con repasador o similar, pero no se pudría. Duraba como mucho de un día para el otro. La verdad que era muy precario todo”, reflexiona y agrega: “En el molino teníamos un estanque que algunos le llaman tanque australiano. Había que caminar quinientos o seiscientos metros hasta llegar al estanque. Un poco más lejos estaba el arroyo pero le teníamos temor, nos hacían respetarlo porque no se conocían las partes profundas y playitas. Al Gualeguay lo teníamos lejos en la Aldea, así que el agua del estanque era el mejor recurso, pero también te asoleabas fiero. Lo mismo que ir a la escuela a caballo o en sulky, eso era asolearnos en verano y en invierno llegar duro de frío”.
Noticias de ayer
Compartimos una serie de informaciones tomadas de los archivos de nuestro diario, más precisamente del sábado 22 de marzo de 1980. Observemos las similitudes en esta nota que se titula ‘Continúa la ola de calor; máxima de ayer 36 grados’: “Conforme a lo que señala el calendario en el día de ayer comenzó el otoño. Pero ello es solamente una declaración de principios, un acto formal que hace al mejor protocolo, ya que en la práctica el verano sigue manifestando todo su vigor como en lo mejor de su temporada, sin darse por enterado de lo que señala el almanaque”. Luego se nos cuenta que las autoridades nacionales y provinciales habían decidido suspender las clases para los días jueves y viernes de la semana que había pasado por las intensas temperaturas. Tal vez, estamos en la fecha precisa del recuerdo de Margarita. También de ese día queremos compartir una perla instructiva que se titula ‘Advertencia sobre el calor y la disminución de sal’: “El Ministerio de Bienestar Social (…) ha advertido a la población del país con motivo de la intensa sudoración a la que ha estado sometida en los últimos días se ha producido un peligroso descenso del contenido de sal en el organismo humano. (…) Es un gravísimo estado que si no se trata oportunamente puede llevar a la muerte. (…) El síntoma característico es la depresión psíquica o tristeza aparenten mente sin causa unida a la pérdida de fuerzas y eventualmente dolor de cabeza o calambres en las piernas y pies”.
Un poco más acá
Damos un salto hacia los años noventa y en la ciudad de Gualeguay. Hablamos con Celina y Ernesto que nos cuentan cómo se pasaban esos calores de antes. Empezamos con Ernesto: “Lo que recuerdo del barrio cuando éramos gurises y hacía mucho calor es que la mayoría no tenía ventilador, o había uno solo. Así que nos íbamos en patas y en shorts a pasar la siesta bajo alguna sombra que haya por ahí”, cuenta. También un recurso muy importante: “A veces, nos poníamos debajo de los chorros de agua que había de los bomberos, donde estaba esos caños altos que tienen para cargar agua, como sigue habiendo en Plaza San Martín. Y siempre le buscábamos la vuelta para abrirlo y mojarnos con eso. Pero lo que más hacíamos en la infancia era eso, andar en la calle”. Pasamos a Celina: “La verdad que yo no soy muy fan del aire, así que siempre me las arreglé. No me acuerdo si hacía tanto calor, pero sí una vez en verano que yo habré tenido años por ahí y se cortó la luz como una semana y con un vecino nos prestábamos un grupo electrógeno pata poder enfriar la heladera. Estaban todos colapsados”. Siempre el tema fue qué hacer a la siesta: “Se cerraban todas las ventanas para que no entre el sol y mantener fresco el ambiente. Con mis hermanos nos tirábamos en un piso frio al lado de un Yelmo que todavía sigue sobreviviendo. Y nos quedábamos echados ahí, o nos mojábamos en el patio. Toda la siesta plagueando así”, bromea. Ambos comparten un recuerdo de los veranos que se ha perdido. Las idas al Balneario Municipal. Cuenta Ernesto: Me acuerdo que bajábamos por las escalinatas del balneario y eran hermosas. Por ahí se bajaba a la playa. Entre el 94 y el 98, maso, íbamos en grupos de amigos. Me dio mucha pena cuando se vino abajo porque lo disfrutábamos un montón”, recuerda. Y en la misma tónica Celina: “Además de las playas, el balneario tenía una piletita de material en la parte de arriba. Quedaba más cerca de las carpas que el río, así que estaba buenísimo cuando éramos más gurisitas. Mientras nuestras madres preparaban la comida podíamos refrescarnos ahí y nos tenían a la vista”.
Cerramos retomando la idea de la nota del 22 de marzo de 1980. ¿Qué nos depara el otoño? Según los pronósticos, ya la semana que viene se esperan tormentas y vientos frescos. También dicen que iremos entrando en temperaturas normales para la fecha. ¿Habrá que creerles? Esperemos que sí, y si hay lluvias que sean verdaderas, porque estas muestras gratis que han mandado son menos que la garúa, no joden pero tampoco mojan.