Por Ana María Zanini
ESPACIO DE PSICOLOGIA: Fobia a la sangre.
Definimos el miedo como un estado de anticipación intensa y desagradable en relación a una amenaza específica, es decir, que puede identificarse.
Los miedos se transforman en fobias cuando estos se hacen desproporcionados respecto a las demandas reales de la situación, son irracionales (no pueden ser explicados ni razonados), no pueden ser controlados voluntariamente y provocan la evitación de la situación temida.
Implica la reacción exagerada de ansiedad ante un evento que no es objetivamente peligroso. Ello conduce a la activación de la rama simpática del sistema nervioso autónomo con sus concomitantes somáticos como taquicardia, palpitaciones, elevación de la presión sanguínea, hiperventilación, sonroja miento, sudoración en manos. Tales sensaciones se acompañan del deseo de huir de la situación, así que cuando la persona finalmente escapa, la desaparición de los síntomas mencionados se experimenta subjetivamente como un alivio de la tensión y la ansiedad.
De ahí que la persona tienda a mantener la conducta de evitación a lo largo del tiempo, aunque, no representa ninguna solución definitiva al problema. De hecho, muy frecuentemente son las conductas de evitación y escape las que motivan a los pacientes a consultar. La Hematofobia (tipo de fobia caracterizada por la presencia de conductas de escape y/o evitación ante lugares, objetos y situaciones relacionadas con la visión de sangre, agujas y heridas, por el temor al desmayo y, en casos extremos, a la pérdida del conocimiento) se diferencia del resto de las fobias en que presenta un patrón difásico de activación. Esto significa que, tras aparecer el estímulo fóbico, se produce un incremento de la tasa cardíaca y la presión sanguínea, posteriormente le seguirá una caída brusca de esos parámetros. Tras la disminución de la presión arterial o de las palpitaciones, la respiración será cada vez más lenta, e incluso la tensión muscular desaparecerá, pudiendo todo ello llevar a la persona a sentir mareos o, en casos más graves, el desmayo. Este síntoma llamado "respuesta bifásica "se compone de dos estadios: En el primero tiene lugar un aumento desproporcionado del ritmo cardíaco, que viene acompañado de la activación del sistema nervioso simpático y del aumento de la presión arterial. Seguidamente, el organismo pasa a un segundo estadio, que se caracteriza por un descenso brusco de esos mismos parámetros. El desenlace de la respuesta bifásica puede variar dependiendo de la gravedad de la dolencia; el síndrome o síncope es la forma más perjudicial de este síntoma y consiste en la pérdida total del conocimiento. No se trata de un malestar estrictamente psíquico, sino que abarca una respuesta fisiológica que debe tratarse debidamente. Las violentas fluctuaciones de la presión arterial y el sufrimiento de síncopes de forma prolongada pueden provocar otros problemas de salud; también el comportamiento de evitación que provoca la fobia,
conduce al individuo a oponerse a recibir atención médica para no tener que exponerse a imágenes que provocan ese miedo, y esto puede ser sumamente perjudicial. Las consecuencias de este cóctel a largo plazo suponen un deterioro rotundo de las funciones vitales del organismo.
Cabe mencionar que las personas con hematofobia tienden a ocultar este miedo porque se sienten avergonzadas.
La evitación experiencial no es intrínsecamente negativa sino que llega a serlo cuando, en lugar de realizar acciones valiosas para su vida, la persona se dedica a luchar fútilmente contra sus eventos privados (Luciano y Hayes, 2001)
El malestar de una crisis de hematofobia puede ir desde simples molestias hasta síntomas altamente nocivos; el individuo adopta una conducta de evitación (intentará escapar de esa situación, movida por la profunda impresión que esto le causa).
Existen diversos mecanismos para controlar la hematofobia, todos ellos enfocados en la gestión del miedo a través de la información y la atención psíquica. La metodología para tratar otras fobias es contraproducente para la hematofobia. Mientras que en las demás se intenta que el paciente se relaje y controle la respiración, en la hematofobia, es importante que el paciente se resista.
Reestructuración cognitiva. el tratamiento deberá orientarse diferencialmente a cada uno de los componentes.
En una primera etapa se trabaja en aras de disminuir la ansiedad anticipatoria frente a la situación de sacarse sangre. La Desensibilización Sistemática imaginaria resulta ideal en cuanto a descondicionar imágenes asociadas al contexto tales como el laboratorio, la enfermera, las agujas, entre otros elementos relacionados. Este procedimiento se combina con la Respiración Abdominal a fin de disminuir el reflejo anticipatorio de hiperventilación y con la forma de Desensibilización Sistemática Simbólica. En esta última variante, el paciente observa fotos y/o videos de personas que se están sacando sangre. La mayoría de las veces, cuando el paciente se ha entrenado en controlar la ansiedad anticipatoria, el reflejo vasovagal se regula por sí mismo, ya que éste suele dispararse por discrepancia a la ansiedad exagerada inicial.
En otras palabras, si la sobre reacción simpática no se produce, tampoco se gatilla su compensación vasovagal. No obstante, en algunos casos, puede resultar necesario trabajar expresamente para moderar la desactivación de la segunda fase de la fobia.
Para ello, se entrena al paciente para que tense algunos grupos musculares durante la extracción, lo cual inhibe el reflejo vasovagal.
Un protocolo muy utilizado consiste en simular una extracción con todos los elementos pertinentes (alcohol, algodón, jeringas, goma para presionar el antebrazo). El paciente simula sacarle sangre al terapeuta y luego se invierten los roles. Durante el mismo, no debe producirse activación del reflejo vasovagal a fin de pasar a la siguiente etapa, la Exposición en Vivo.
Así, el terapeuta suele acompañar al paciente a que observe cómo se le saca sangre a otra persona. Se pone mucho énfasis en la Respiración Abdominal como modo de mantener un nivel de ansiedad moderado, lo cual a su vez inhibe el reflejo vasovagal que se dispara posteriormente. Por último, el paciente lleva a cabo su propia extracción. En este tramo final, se vuelve a hacer hincapié en que se relaje mientras espera, pero que respire normalmente durante la extracción y observe, vale decir, que preste atención al procedimiento completo, desde la banda elástica en el brazo hasta la sangre real que sale de su vena e ingresa a la jeringa. Evitar mirar aumenta la ansiedad, por el contrario, observar la hará disminuir. Cuando finaliza la extracción, se le instruye para que tense algunos grupos musculares y permanezca unos minutos sentado hablando tranquilamente de su experiencia. Esto evitará que se gatille el reflejo vasovagal. Por supuesto, el terapeuta debe reforzar el logro. En unos minutos, el paciente se levanta casi sin malestar y satisfecho por el logro del objetivo. Normalmente, este constituye el punto final del problema, la fobia se ha curado.
El gran secreto para gestionar la hematofobia consiste en no pasar nada por alto.
Se le enseña al paciente procedimientos de autocontrol para manejar el miedo (relajación, visualización guiada, técnicas de respiración, hipnosis, etc)
Se trabaja con el paciente el origen de la Fobia, así como otras situaciones traumáticas, por ejemplo: -Cada evento viejo que contribuye a la fobia. La primera vez que ha sentido miedo. Las experiencias más perturbadoras. La vez más reciente en la que ha sentido miedo. Cualquier estímulo presente asociado. Sensaciones físicas u otros signos de miedo, como la hiperventilación. Se crea un esquema positivo para una acción futura, libre de ansiedad.
...A veces también tengo miedo de mi sangre, que late en las arterias como, en el silencio de la noche, un confuso ruido de pasos en habitaciones lejanas... "Enrique IV" (1922), Luigi Pirandello