Pbro. Jorge H Leiva
Generación de cristal
A mayor progreso mayores peligros, decíamos semanas atrás.
Toda la belleza que ha traído nuestra forma de vida de las últimas décadas nos ha dejado también hondos desafíos que hacen urgente una nueva educación integral a las jóvenes generaciones. Por ejemplo la filósofa Montserrat Nebrera (pensadora española contemporánea) habla de la “generación de cristal” para referirse a muchos de los jóvenes de nuestro tiempo. Esta expresión surge como una metáfora que describe la fragilidad emocional de los adolescentes y jóvenes de hoy, quienes parecen ser más sensibles y vulnerables debido a una crianza sobreprotectora por parte de sus familias.
Esta generación se caracteriza por tener baja tolerancia a la crítica y a la frustración, demandando constantemente reconocimiento debido a una autoestima insegura y una marcada indecisión al tomar decisiones.
El origen de esta sobreprotección se remonta a los padres quienes vivieron épocas de carencia y recibieron una crianza más autoritaria y severa. Es sabido que unos años atrás por ejemplo los niños pasaban mucho frío en los colegios y que cuando un docente retaba de modo excesivo a un alumno nadie protestaba. Quienes soportaron eso quieren ahora que los chicos no tengan ningún sufrimiento. Además, la prolongación de la adolescencia, impulsada por dificultades en la inserción laboral, ha contribuido a esta sensación de fragilidad y dependencia.
Por otro lado el retraso de la paternidad ha hecho demorar la experiencia de la crianza de un niño que tanto ayuda a desplegar capacidades y abandonar frivolidades.
¿Cómo acompañar la educación de los jóvenes de la “Generación de Cristal”?:
Es necesario en primer lugar-dicen los especialistas-ayudar a aceptar que tarde o temprano en la vida hay sufrimiento y que hay que aprender la virtud de la fortaleza y que equivocarse es inevitable en la vida y ayuda a crecer siempre cuando la equivocación deja de mirarse desde el miedo al fracaso. Es necesario además que las nuevas generaciones aprendan a gestionar las emociones. Señalar y hacer cumplir los límites con el permanente recuerdo de ese gran límite que es la muerte y revisar permanentemente las propias convicciones para optimizarlas a la luz de la verdad, la belleza y la bondad. Reconocer que toda adversidad es también oportunidad de desarrollar nuevas capacidades en el marco de una autoformación ininterrumpida (lo que en las parroquias denominamos discipulado).
La generación de cristal debe aprender que somos vulnerables, pero que eso no nos da permiso para el resentimiento o la falta de nobles proyectos sabios y altruistas.
Nos vienen bien-además-recordar aquellas palabras del Martín Fierro: “Junta esperencia en la vida hasta pa dar y prestar quien la tiene que pasar entre sufrimiento y llanto, porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar”; y por supuesto aquello de la Escritura que reza: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.