Pbro. Jorge H. Leiva
La era de la inseguridad
Nos cuesta mucho darnos cuenta de que algo le pasó a toda la humanidad, de que algo sucedió porque la promesa del “progreso”, del “estado de bienestar”, del “derecho al consumo”, “ de la liberación” se han vuelto un fracaso que ha generado grandes desilusiones. Por ejemplo, para intentar esbozar algunas respuestas, algunos hablan de la “modernidad líquida”; otros directamente de “crisis de civilización” que marca no sólo una época de cambio, sino sobre todo un “cambio de época”.
Quienes leen estas modestas páginas se habrán dado cuenta de que en ellas, semana tras semana, he tratado de descubrir algunas pistas como para comprender cuál es la enfermedad de nuestro tiempo (por decirlo de algún modo), para luego proponer pequeñas medicinas y dar testimonio de Jesús y de su Cuerpo como cristiano que soy.
Días pasados se dio a conocer en nuestros medio la opinión de una pensadora canadiense contemporánea llamada Astra Taylor. Esta activista y escritora considera que el capitalismo es una máquina de producir inseguridad. Ella afirma que “Puede ser la inseguridad ecológica. Puede ser la inseguridad laboral: los trabajadores de cuello blanco apenas tienen seguridad laboral. Nadie tiene seguridad en la jubilación cuando inviertes en bolsa. Nadie tiene seguridad en la vivienda cuando tu propiedad, que crees tan valiosa, corre el riesgo de inundarse o perder el seguro. Alguien tiene privilegios, entre comillas, pero también le están jodiendo. Mi intención es decir: Oye, mírate a ti mismo en esto. Porque entonces estás luchando por ti mismo y no sólo por compasión hacia los demás. Y creo que eso es realmente esencial. Tenemos que luchar por nuestras propias vidas, aunque seamos relativamente privilegiados, porque todos vivimos en un planeta en llamas”.
Taylor vive ahora en Estados Unidos: una de sus tareas como activista es acompañar a una “Asamblea de deudores” formada por las víctimas de las altas tasas de intereses que han cobrado en estos años las tarjetas de créditos y, teniendo en cuenta sobre todo, el drama de la deuda estudiantil de quienes quedan empeñados justamente queriendo formarse para servir a la comunidad. En uno de sus testimonies dice: “Organizamos asambleas de deudores en las que invitamos a la gente a contar sus historias. Incluso las personas que tienen conciencia política de otras cosas, cuando por fin hablan de su precariedad económica y de que lo están haciendo todo bien, han ido a la universidad, han sido buenos, han sido responsables y siguen sin poder salir adelante, es increíblemente angustioso”.
En conclusión: quizá tengamos que re educarnos en medio de nuestro tiempo para vivir de modo que seamos muy conscientes de los peligros y dificultades de nuestro tiempo, pero sin caer en pánico. Hemos de cultivar nuevas sabidurías comunitarias e integrales con hondas raíces (sin ilusorios esnobismos) con gran adaptación creativa y crítica a las nuevas situaciones. Ante “la máquina de producir inseguridad” hemos de tener la actitud de la contra corriente prudente y pacífica contra el hiperliberalismo y capitalismo que “amenaza con llevarse todo por encima”.
Los que creemos con Jesús de Nazaret hemos de cultivar la certeza de que el Padre cuida de sus hijos como protege a los lirios del campo y los pájaros del cielo.