Pbro. Jorge H. Leiva
La tecnología y la visión del mundo
Cuando en la Edad Media los arquitectos en Francia comenzaron a usar nuevas tecnologías en la construcción de catedrales, lo hicieron para poner de manifiesta una visión acerca del mundo: la centralidad de Dios y de la Iglesia en la ciudad. El edificio -por sí solo- manifestaba un progreso tecnológico y, a la vez, un modo de entender a la persona humana en medio de la comunidad, de la historia y de la eternidad. Del mismo modo, cuando el tren empezó a circular en los desiertos fue llevando el “progreso”, pero también nuevas propagandas políticas, éticas y económicas que no siempre se pudieron discernir en el momento.
Hoy el progreso tecnológico que ha traído Internet y la Inteligencia Artificial va poniendo de manifiesto-con luces y sombras- un modo nuevo de concebir a las personas. Por eso es que días pasados el papa Francisco, en el encuentro internacional llamado G 7, dijo a los dirigentes que “no puede haber inteligencia artificial sin ética ni política”.
Resulta válido hacer una aclaración: El pontífice no se está metiendo en internas partidistas, sino que está manifestando la verdad de la dignidad humana y está exhortando a descubrir las implicancias morales de estos nuevos recursos y está invitando a salir a su encuentro con decisiones estatales para regular a favor del bien común.
Es que la política es uno de los servicios más bellos e importantes que una persona puede ejercer, porque en ella se pone de manifiesto, de modo integral, la búsqueda no del bien de personas particulares o grupos especiales, sino de todos los pueblos, especialmente, de los más vulnerables.
Es por eso que el papa Francisco ha dicho que “La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. Y agregó que hay que “Poner de nuevo al centro la dignidad de la persona en vista de una propuesta ética compartida (…) La época de innovación tecnológica que estamos atravesando, en efecto, se acompaña de una particular e inédita coyuntura social, en la que cada vez es más difícil encontrar puntos de encuentro sobre los grandes temas de la vida social. Incluso en comunidades caracterizadas por una cierta continuidad cultural, se crean con frecuencia encendidos debates y choques que hacen difícil llegar a acuerdos y soluciones políticas compartidas, orientadas a la búsqueda de lo que es bueno y justo. (…)
Pareciera que se está perdiendo el valor y el profundo significado de una de las categorías fundamentales de Occidente: la categoría de persona humana (…) No debemos olvidar que ninguna innovación es neutral. La tecnología nace con un propósito y, en su impacto en la sociedad humana, representa siempre una forma de orden en las relaciones sociales y una disposición de poder, que habilita a alguien a realizar determinadas acciones impidiéndoselo a otros. Esta dimensión de poder que es constitutiva de la tecnología incluye siempre, de una manera más o menos explícita, la visión del mundo de quien la ha realizado o desarrollado”. “Esto vale también-continuó- para los programas de inteligencia artificial. Con el fin de que estos instrumentos sean para la construcción del bien y de un futuro mejor, deben estar siempre ordenados al bien de todo ser humano. Deben contener una inspiración ética”
Para finalizar, cada vez que yo active con un comando un dispositivo de estas nuevas tecnologías intentaré discernir qué estoy “sembrando en mi alma” y qué semillas esparciré luego a mi alrededor. Cada “Me gusta” que yo le dé a la red será un amén a una visión de la persona: ¿visión certera o equivocada?