Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
Mucho más que “un granito de arena”
“Todo suma”, es cierto. Pero puede resultar insuficiente cuando la necesidad es grande y apremiante. Hay gente que realiza esfuerzos solidarios fuera de lo común, que sobresalen en la entrega. Quisiera hoy que nos detengamos un momento en mirar a muchas personas que hacen el bien de modo desinteresado y permanente. No es un “toco y me voy” o un compromiso pasajero, ni dar el tiempo que sobra. ¿Te diste cuenta de cuántos catequistas hay en tu comunidad? Una gran cantidad de hombres y mujeres de fe que ayudan a otros a acercarse a Jesús, conocer más su Palabra, que asumen seguir sus pasos de cerca.
¡Qué sería de nuestras comunidades sin tantos catequistas! El Evangelio quedaría reducido a un pequeño grupo de selectos. No sería ya una Buena Noticia para todo el pueblo.
Por eso lo primero que debemos hacer los catequistas es fortalecer nuestra adhesión vital a Jesucristo. Y una aclaración: yo también soy catequista. Los obispos, sacerdotes, diáconos, somos catequistas. A un gran obispo, San Óscar Romero, le gustaba presentarse como el primer catequista de su diócesis. Todos, consagrados y laicos, somos catequistas por vocación. Jesús nos llama por medio de la Iglesia a ser sus testigos en comunidades también congregadas para extender el Reino de Dios por todo el mundo.
A veces he visto gente buscando casi con desesperación un tomacorriente para cargar la batería del celular. En un bar, una terminal de colectivos, una oficina pública… Del mismo modo necesitamos conectarnos con Jesús para que Él nos colme de la fuerza del Espíritu Santo.
Te invito a hacer memoria de tus catequistas. ¿Quiénes te enseñaron a rezar? ¿Quiénes te hablaron de Dios por primera vez? Varios podrán recordar a su mamá, su papá, o algún otro miembro de la familia. Demos gracias a Dios por ellos. Y traé también a tu corazón a tus catequistas en la comunidad cercana a tu casa, quienes te ayudaron a dar los primeros pasos en la iniciación cristiana. Quienes semana a semana asistían con puntualidad, preparaban los Encuentros, pensaban algunos ejemplos o dinámicas para hacer más fácil tu acceso a la Palabra… Valoremos su entrega generosa por amor a Jesús. Ellos aportan mucho más que un granito de arena. Son constructores de la Iglesia.
En las visitas a Parroquias, Capillas, Comunidades Educativas, a veces escucho una especie de queja o lamento reiterado: algunos niños o niñas vienen sin saber las primeras oraciones, sin haber escuchado mucho de la vida del Señor. Les falta recibir el primer anuncio de Jesús como Salvador y adherir a Él de corazón (lo que llamamos “el kerigma”).
Niños, jóvenes y adultos se nos confían para que los acerquemos al encuentro con Cristo Vivo en la comunidad cristiana. Para que también ellos sean discípulos misioneros de Jesucristo y vayan a las periferias. El objetivo de la Iniciación Cristiana es la integración en la vida de la comunidad, y debemos reconocer con sinceridad que en muchos casos no lo estamos logrando. Cierto es que a nosotros nos toca sembrar aunque no veamos los frutos. No dejemos de pedir al Espíritu Santo le dé crecimiento a nuestra entrega.
¡Feliz día de los catequistas! De quienes están al servicio de la evangelización en las Parroquias, Capillas, Comunidades Educativas, Centros de salud, la Unidad Penal; en cada etapa de la vida, de niños, jóvenes o adultos.
Que Jesús y su Palabra sean el centro de nuestras vidas y nos colmen de alegría. En los encuentros de catequesis queremos compartir esta experiencia más que “dar temas”. Doy gracias a Dios por esta hermosa vocación y le pido nos sostenga en la esperanza para seguir sembrando con alegría.