Jorge Eduardo Lozano
Ocho años caminando juntos
El viernes 4 de noviembre de 2016 hacía calor, lo común en esta época del año. Ese día, por la tarde comencé mi servicio como obispo coadjutor en San Juan. Hubo un signo particular que marcó esos comienzos. La primera recepción fue con los jóvenes en el atrio de la Parroquia de La Merced. Cantos de bienvenida, palabras de aliento y gratitud, deseos de caminar juntos.
Y así fue esa tarde. Empezamos a caminar juntos hacia el atrio de la Iglesia Catedral San Juan Bautista para celebrar la misa. Íbamos con el Arzobispo Alfonso Delgado, grupos de jóvenes, familias. En esas cinco cuadras no nos cansamos de bendecir niños y ancianos especialmente, sin que faltaran los Rosarios, estampas, fotos de familiares enfermos, llaves de casas y vehículos.
Una expresión concreta y en movimiento de lo que es la Iglesia en su esencia: “caminar juntos” (Sínodo) de diversas edades, condiciones, vocaciones, hacia una misma meta. Cantos, saludos, fiesta. Nos une la identidad bautismal que nos constituye como familia de los hijos de Dios, Pueblo suyo en marcha. Renuevo mi compromiso de entrega y servicio, con mis fragilidades a cuestas.
El domingo pasado concluyó la segunda fase del Sínodo en Roma “comunión, participación y misión”, y se dio a conocer el Documento Final (lo citaré como DF) que contiene orientaciones y conclusiones que nos vienen muy bien.
Estamos dando los primeros pasos del Tercer Sínodo en San Juan. Nos hace bien tener en cuenta esta enseñanza: “El Espíritu Santo nos impulsa a avanzar juntos en el camino de la conversión pastoral y misionera, que implica una profunda transformación de las mentalidades, actitudes y estructuras eclesiales. Se ha subrayado la necesidad de superar las resistencias al cambio, asumiendo la lógica del Evangelio y dejando de lado las rutinas que nos impiden responder con creatividad y valentía a los desafíos actuales”. (DF 14)
No estamos inventando otra iglesia distinta a la de Jesucristo. “En efecto, el camino sinodal está poniendo en práctica lo que el Concilio enseñó sobre la Iglesia como Misterio y Pueblo de Dios, llamada a la santidad a través de una conversión continua que nace de la escucha del Evangelio.” (DF 5)
Las últimas dos semanas estuve en Roma para una serie de actividades, algunas de las cuales fui comentando. Te comparto una síntesis breve.
Tuve audiencias en algunos Dicasterios y Comisiones del Vaticano, organismos que ayudan al Papa en el gobierno de la Iglesia en todo el mundo.
El viernes 25 de octubre estuvimos en el Dicasterio para las Causas de los Santos, con el fin de interiorizarnos del proceso del Siervo de Dios, Monseñor José Américo Orzali; conversamos acerca del testimonio de fidelidad y entrega del Buen Pastor de Cuyo.
El lunes 28 tuve audiencia privada con el Papa. Le conté del Tercer Sínodo en San Juan, y me dijo que nos acompaña con la oración. También le compartí que el Seminario cumple 25 años en Marzo y pedí su bendición para los formadores y seminaristas. A su vez conversamos sobre el Siervo de Dios, Monseñor José Américo Orzali, el Buen Pastor de Cuyo, y cómo va avanzando su causa de beatificación. Por último le envié saludos de todos y pedí su bendición para la Arquidiócesis.
El miércoles 30 tuvimos audiencia con Francisco 34 personas del Proyecto Esperanza, que se dedican a la sanación de heridas post aborto, un equipo del cual soy asesor, y que está integrado al Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano). Este servicio se encuentra cumpliendo 25 años. En su mensaje el Papa nos dijo que “no debemos perder la esperanza, el mal no tiene la última palabra, nunca es definitivo. Como el ángel en el sueño de san José, Dios nos anuncia que, después de este desierto, el Señor volverá a tomar posesión de su casa. Para muchas personas ustedes son como ese ángel y se los agradezco de veras”.
Del lunes al jueves tuvimos la reunión Plenaria del Dicasterio para las Comunicaciones, con sesiones por la mañana y la tarde de las que participamos los miembros y asesores, unas 50 personas. El jueves nos recibió en audiencia el Papa y nos dirigió un mensaje hermoso, en el cual nos compromete a “comunicar de corazón a corazón”.