Pbro. Jorge H Leiva
Pentecostés: Del aislamiento a la comunión
Este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés. Entre el pueblo de Jesús de Nazaret era la fiesta de las cosechas (fin de la primavera, comienzo del verano), memorial –además – de la Alianza de Dios con los antepasados durante el Éxodo y en la montaña del Sinaí.
Para los católicos esta fiesta es la memoria de la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles; memoria que se actualiza en los signos sacramentales, en la ritualidad del Pueblo de Dios.
Ante tanta aspereza y tanta grieta necesitamos el Espíritu, Paloma de la paz y la reconciliación en la verdad.
Ante la falta de la pasión de amar con vínculos sólidos, ante la falta de compromiso y ante el aburrimiento, necesitamos el Fuego del Espíritu.
Ante la desorientación de los desiertos (porque somos vagabundos), necesitamos la Columna de Fuego en la noche y la Nube del día que guíe nuestros pasos.
Ante tanto puño cerrado o apretando fusiles necesitamos las manos benéficas del Espíritu: abiertas y levantadas sobre las multitudes hambrientas de paz y de justicia.
Ante los dedos de la muerte cerca de los botones que lanzan misiles y cerca de los teclados de computadoras que envían mensajes falsos o agresivos necesitamos el “Dedo de Dios” que es el Espíritu con toda la fuerza del Reino.
Ante tanto “escrache” en las calles, los medios de comunicación e internet necesitamos el Espíritu Abogado (Paráclito) que defienda a los frágiles y que haga de mediador entre los corazones.
Ante tanta orfandad necesitamos quien gima en nosotros el Espíritu que gime en nosotros para que podamos llamar a Dios “Abba”, es decir Padre, y sentirnos hermanos al escuchar la voz que oía Jesús de Nazaret desde el cielo. (“Tu eres mi Hijo Amado”).
Porque dejo para mañana lo que tengo que hacer hoy necesito del Espíritu Viento que mueva mi corazón para ser testigo de la Buena Noticia de la Vida.
Porque en nuestro tiempo el trabajo es escaso y no siempre ayuda a transformar el interior y las estructuras del hombre, necesitamos del Espíritu Creador que renueve la faz de la tierra.
Porque hay mucha violencia de varones contra mujeres necesitamos del Espíritu que cubrió con su sombra a María y a José de Nazaret.
Porque hay tanto maltrato de la casa común que es nuestro planeta, ante tanto deterioro del medio ambiente necesitamos el Espíritu que nos dé nueva conciencia de ser un “solo Cuerpo” con todos los hermanos, los de ahora y los que vendrán en siglos futuros, para hacer de nuestra casa un jardín y no un basurero.
Porque hay tanta palabra vacía, vana y tosca necesitamos del Espíritu de la Belleza del Cielo para nombrar con un “nombre nuevo” a toda la creación.
Porque hay tanta mirada de corto plazo necesitamos el Espíritu de la “Esperanza larga”, del “anticipo de la gloria”.