Jorge Eduardo Lozano
San Juan Bautista. Genio y figura
Hay personas que hacen historia. El dicho popular “genio y figura hasta la sepultura” se utiliza para evidenciar características peculiares de quienes no cambian con el paso del tiempo, ni se ven mermadas por las circunstancias. Ni siquiera por encontrarse delante de amenazas o personas poderosas. No arrugan. El genio suele estar asociado al carácter, y la figura a la apariencia o modo de vestir.
Este lunes 24 de junio celebramos el nacimiento de San Juan Bautista, nuestro Santo Patrono, de quien Jesús habla maravillas. “¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista.” (Mateo 11, 7-10)
Juan se presenta como un provocador. No viste, ni come, ni vive como el resto de las personas; pero multitudes acuden al encuentro con él para recibir un bautismo de penitencia y disponer el corazón.
Un hombre de una sola pieza. Por eso su nacimiento estuvo rodeado de anuncios maravillosos y de gran alegría. El Evangelio de San Lucas nos narra lo acontecido en el momento de elegir su nombre. Varios querían llamarlo Zacarías, como su papá, pero el ángel Gabriel había indicado que debía llamarse Juan, que significa «Dios usa la misericordia». Mientras unos miraban al pasado, el ángel mostraba su vocación en tiempo presente, en lo que Dios empieza a hacer hoy.
Tenemos mucho que aprender de él, de su misión y de la nuestra. Él sabe reorientar los corazones y canalizar las búsquedas más importantes de los anhelos profundos. Es él quien crea las condiciones para que se produzca el encuentro con Cristo (Jn 1,36) es decir, el estar delante de quien es El sentido de tu existencia. Tal vez, nosotros podemos correr el riesgo de desperdiciar ese encuentro. Juan Bautista juega este papel fundamental; no es el Mesías, pero lo señala, lo muestra con claridad.
Tal vez por eso el evangelio de Lucas (Lc 1,60) nos habla de la delicadeza de una pareja: de Isabel y Zacarías que, en su vejez, en su esterilidad, acogen un proyecto de Dios, en su vida dan a luz a ese niño e inmediatamente se dan cuenta de que él supera todas sus expectativas, él es mucho más que sus deseos, es un don, es un don misterioso, un don ante el que hay que aprender la obediencia, aprender el silencio, aprender a acoger.
Nuestro Santo Patrono nos llama una vez más a la conversión: “preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. (Marcos 1, 3)
Quiero aprovechar esta oportunidad para un anuncio importante. Durante el año pasado hemos realizado varias consultas acerca de la conveniencia de celebrar un Sínodo en San Juan, que nos permita “escuchar” y dialogar acerca de los desafíos que se nos presentan en la misión, y discernir juntos los caminos a transitar. La consigna que nos anima es que “lo que es común a todos, debe ser tratado por todos”.
Le dimos mayor formalidad a las consultas en diciembre del 2023, en un encuentro del Consejo Presbiteral y el Consejo Pastoral de la Arquidiócesis. Y volvimos a plantear esta posibilidad de modo más amplio en la Asamblea Arquidiocesana del 16 de marzo de este año, en la cual la amplia mayoría de las comunidades de discernimiento alentaban a la convocatoria del Sínodo en San Juan. El desarrollo del Sínodo Universal, que tendrá su segunda fase en Roma el próximo mes de octubre, nos brinda un contexto providencial para iluminar nuestro camino.
A su vez, en la Bula de convocatoria al Jubileo 2025, el Papa nos dice: “El Año jubilar podrá ser una oportunidad significativa para dar concreción a esta forma sinodal, que la comunidad cristiana advierte hoy como expresión cada vez más necesaria para corresponder mejor a la urgencia de la evangelización: que todos los bautizados, cada uno con su propio carisma y ministerio, sean corresponsables, para que por la multiplicidad de signos de esperanza testimonien la presencia de Dios en el mundo” (Bula, número 17). Acojamos ser “Peregrinos de la esperanza”
En las primeras décadas del siglo pasado se celebraron dos sínodos en San Juan, en 1916 y en 1926, con alcances diversos según las costumbres de ese tiempo. Ambos fueron iniciativa del Siervo de Dios, Monseñor José Américo Orzali, que también había convocado el tercero en 1935, pero no llegó a concretarse.
Por eso estamos realizando la convocatoria al Tercer Sínodo de la Iglesia en San Juan. Oportunamente realizaremos asambleas en cada comunidad, para que la mayor cantidad posible de fieles, anclados en la Palabra y movidos por el Espíritu Santo, puedan hacer un vivo aporte que nos ayude a expresar que “Somos un pueblo que camina, anuncia y sirve”.
Recemos juntos por este tiempo, para que al escucharnos podamos discernir lo que el Espíritu Santo pide a la Iglesia hoy. No nos dejemos invadir por el desaliento y el escepticismo. Es el Señor el único que puede hacer nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5).