Pbro. Jorge H Leiva
Un Corazón que nos amó
Estos días pasados, el papa Francisco ha publicado una nueva Encíclica. En este caso se refiere al Sagrado Corazón y se llama “Dilexit nos”, que quiere decir “nos amó”, citando a Romanos 8,37. Cabe aclarar que tradicionalmente una encíclica (del latín “encyclia” y del griego “egkyklios” que significa “envolver en círculo”) es una carta solemne sobre asuntos de la Iglesia o determinados puntos de la doctrina católica, dirigida por el Papa a los obispos y fieles católicos de todo el mundo.
El papa reflexiona en ese texto acerca de que “El hombre contemporáneo se encuentra a menudo trastornado, dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad y armonía en su ser y en su obrar. Modelos de comportamiento bastante difundidos, por desgracia, exasperan su dimensión racional-tecnológica o, al contrario, su dimensión instintiva. Falta corazón”.
Como consecuencia, primeramente, el sucesor de Pedro vuelve a insistir en que el Sagrado Corazón es la muestra de que Dios es amor y que su verdadero rostro está es la ternura incondicional, su misericordia y su oferta continua de amistad. De tal manera que toda imagen de un “dios terrorista”-como decía un pensador ruso- no es la del verdadero Dios. Por lo tanto, nadie puede legitimar violencias, manipulaciones o fratricidios en nombre de la verdadera Divinidad, que se nos ha manifestado en el Corazón de Jesús.
En segundo lugar, el papa nos dice que en un mundo dominado por la superficialidad y el consumismo es necesario recuperar el símbolo del corazón como centro de la vida espiritual y personal. Pensemos que la vida hiper conectada y tecnificada al extremo ha vuelto fríos y racionalistas a los vínculos. Se ha vuelto difícil acceder a la realidad del otro en su “alteridad”, “al otro en cuanto otro” con su rostro y su mirada. En efecto, dice el número 12: “Hay que afirmar que tenemos corazón, que nuestro corazón coexiste con los otros corazones que le ayudan a ser un “tú”.
En tercer lugar, la encíclica nos recuerda que el corazón no es signo de sensiblerías superficiales sino que es el núcleo de la inteligencia, la voluntad, lo profundo de la persona y su capacidad de establecer opciones verdaderas y permanentes: “El corazón también es capaz de unificar y armonizar tu historia personal, que parece fragmentada en mil pedazos, pero donde todo puede tener un sentido”.
Además, el texto afirma que el Sagrado Corazón nos conduce a la visión de la dignidad humana, la cuestión social, la búsqueda del bien común y las relaciones más justas y fraternas. Efectivamente, en el número 182 se nos habla del “Sentido social de la reparación al Corazón de Cristo”: “San Juan Pablo II decía: “…Junto con Cristo, sobre las ruinas que nosotros dejamos en este mundo con nuestro pecado, se nos llama a construir una nueva civilización del amor. Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo. En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza”.
Por último, se nos dice que la devoción al Sagrado Corazón no es una simple tradición, por el contrario, es fuente viva de comunión con Dios y los hermanos: “La misión, entendida desde la perspectiva de la irradiación del amor del Corazón de Cristo, exige misioneros enamorados, que se dejan cautivar todavía por Cristo y que inevitablemente transmiten ese amor que les ha cambiado la vida”.