El argentino que interpreta al inescrupuloso asistente de Luis Miguel: "Me gustaría irme de joda con él, ser su José Pérez real"
Juan Ignacio Cane nació en Rosario. Y al tiempo que buscaba vivir de la actuación, probó con distintos oficios para ganarse el pan. Ahora es una de las nuevas caras de la biopic del cantante mexicano. Y aquí, cuenta su experiencia
"No es lo mismo pasar la pandemia en una playa que hacerlo en una ciudad capital", le explica Juan Ignacio Cane -o Juanchi, como le dicen los amigos- a Teleshow, en una entrevista por Zoom desde Playa del Carmen, adonde arribó cuando en Ciudad de México colocaron el semáforo rojo por el coronavirus. Allí, en la Riviera Maya decidió recluirse este rosarino que desde niño sueña con trabajar como actor. "Yo no quiero ser famoso, yo quiero vivir de la actuación", cuenta.
Hoy, su sueño está más sólido que nunca: forma parte de la segunda temporada de Luis Miguel, la serie en el papel de José Pérez, un inescrupuloso asistente del cantante. Todo un trotamundos, hasta aquí llegó Juanchi pese a la advertencia de su padre: "Tinelli hay uno solo". Haciendo caso omiso del consejo, ya disfruta de las mieles del éxito de la producción de Netflix.
—¿Quién es Juan Ignacio Cane?
—Soy oriundo de la ciudad de Rosario, Cuna de la Bandera. Empecé a estudiar de muy chiquito: por suerte pude descubrir la pasión a temprana edad. Una maestra de jardín fue la primera que me subió a un escenario cuando tenía cinco o seis años; de astronauta, me acuerdo. A los 13 o 14 años empecé a estudiar actuación en el colegio. Cuando terminé la secundaria seguí en Empleados de Comercio con Héctor Barreiro, que fue un gran maestro para mí. Me enseñó mucho de la pasión y algo muy importante, que no me voy a olvidar nunca. La primera clase con Héctor nos juntó a todos los alumnos, teníamos entre 18 y 19 años, y nos dijo: "¿Ustedes a qué vienen? ¿Quieren ser famosos o quieren vivir de la actuación?". Y realmente eso a mí me marcó. Por eso, cada vez que me dicen: "Llegaste", yo creo que no llegué a nada. Lo concibo como un trabajo y como una pasión.
En 2003, desde su ciudad hizo un casting para una ficción de Polka: Pensionados. "No quedé, y siempre me martillé la cabeza: tendría que haberme ido a Buenos Aires después de no quedar. Pero tenía un amigo en México que me decía: 'Juanchi, quedate tranquilo, acá tengo un amigo que está preparando un programa de televisión, va a hacer obras de teatro, venite para acá'. Y ese mismo año me vine a México".
La actuación no fue la primera opción. Ni la segunda. La tercera tampoco fue la vencida. "Hice de todo: fui mesero, vendía enciclopedias. Después logré entender que cada cosa que hacía era parte de un personaje. Entonces empecé a vivir todos esos trabajos, para poder vivir de la actuación, como un nuevo personaje. Eso me ayudó mucho mentalmente. En 2009 regresé a Argentina, me instalé en Buenos Aires, y volví al circuito de búsqueda laboral de casting".
—¿Cómo llegaste a la segunda temporada de la serie de Luis Miguel?
—En diciembre del 2019 Arturo Villanueva, mi representante, me mandó un casting para La Casa de las Flores, con el mismo director de casting de Luis Miguel: Luis Rosales. No quedé. Pero me convocaron para realizar el casting para la serie de Luis Miguel.
—¿Recordás qué tuviste que hacer en el casting?
—Me llegó una escena, porque es todo muy confidencial, no te dicen prácticamente nada. Me acuerdo de que la descripción del personaje era un uruguayo astuto y desparpajado, que hacía tratos dudosos para beneficio personal. De hecho, la escena que me mandaron es la que vemos ahora en el primer capítulo, en la que yo le digo a Luis Miguel que encontré una nueva fecha y le digo seis palos por un concierto. Y bueno, agarré y dije: "A ver, ¿cuánto del Juan Ignacio maleducado hay adentro de José Pérez? ¿Cuánto es lo que puedo interpretar, cuánto hay de este trucho?". A partir de eso, y basándome en lo que tenía la escena, más la descripción del personaje, armé el casting. Y quedé.
—¿Qué significó este trabajo en lo personal?
—Para mí era un reto y al mismo tiempo un orgullo por haber alcanzado algo que uno persigue durante tanto tiempo. Me acuerdo de que a la primera lectura de guion, que era cuando yo iba a conocer a mis compañeros, fui un poquito cagado porque no conocía a nadie. Y te encontrás con gente terrenal... Diego Boneta es el primero que me recibió, y con una humildad, con una sencillez, me dijo: "¿Cómo estás? Vi tu casting, me encantó". Y ahí me empezaron a bajar un poquito los... de la garganta. Empecé a estar más tranquilo.
—¿Qué fue lo que más te costó adaptarte?
—Te digo la verdad: tengo una personalidad que soy así, como te muestro. Y una vez que recibí el saludo de Diego, de esa manera, no puedo decir que algo me costó... Te juro por Dios que disfruté todos los días. Y el último día que fuimos a filmar me puse tan mal, tan mal porque se estaba terminando algo tan lindo, que quería que volviera a empezar, ¿me entendés? O sea, no puedo decir que algo me costó. Al contrario, lo que te puedo decir es lo que disfruté.
—¿Qué tiene de vos el personaje de José Pérez?
—Cuando me llega un personaje veo cuánto de mí hay ahí adentro, o cuánto yo le puedo aportar de mi experiencia. Y también trato de deseducarme, si se quiere llamar de alguna manera. ¿Por qué? Porque trato de sacarle toda la parte moral. Porque no sé si Juan Ignacio Cane sobrevendería (un espectáculo) por 2 millones o pasaría lo que está pasando en estos capítulos. Entonces, empiezo a jugar. Obviamente, de esto tiene que ver mucho la actuación: jugar a hacer cosas que quizás en la vida real no nos animamos. Yo no mataría en la vida real, pero en la ficción a lo mejor agarro una pistola y te meto un tiro en la cabeza. Entonces, cuando me llegó José Pérez, dije: "Bueno, vamos a jugar a ver si yo fuera un chanta...". Juanchi oportunista y Juanchi chanta. Le traté de meter un montón de cosas mías. Después, cuando me junté con el director y con el guionista, me dieron un montón más de información que yo fui metiendo.
—¿Cómo es tu relación con Diego Boneta?
—No soy íntimo amigo, pero como compañero es un ser increíble. Muy buena persona. Que podría estar en un pedestal si quiere. En las escenas te permite jugar. Y de hecho, ahora con el estreno, me mandó un mensajito: "Juanito, nos vamos a juntar a ver el estreno, vamos a hacer un friends and family", como le dicen ellos. Para mí, en Rosario se dice: "Nos vamos a juntar con mis amigos". Y armó algo muy lindo ahí, en el DF. Es una persona realmente muy sencilla. Te dan ganas de ir a trabajar teniendo compañeros así.
—¿Qué es lo que más te sorprendió de la historia de vida de Luis Miguel?
—Como todas las grandes estrellas, ha tenido que surfear la vida privada con su vida pública. A un tipo le avisan que se le muere el padre y está por salir a dar un espectáculo con 30.000 personas: es para sacarse el sombrero, ¿me entendés? Si a uno le pasa que se le muere un familiar muy querido, no querés salir de tu casa o no querés hablar con nadie. Y a este tipo se le muere el padre, o no sabe dónde está su mamá, pero tiene que sacarse 300 mil fotos sonriendo. Hay que ponerse en los zapatos de esta persona. Entonces, leyendo todas estas cosas, para mí es formidable. No sé si yo hubiese hecho lo mismo.
—Si tuvieras la posibilidad de conocer a Luis Miguel, ¿qué le dirías?
—Primero, si hablamos desde el lado de la ficción, le pediría perdón, que fue un accidente, que yo no tuve nada que ver, que yo soy de Rosario y que lo interpreté lo mejor que pude. Y le daría un abrazo por lo mismo que te estoy diciendo, ¿no? Le agradecería por darme una infancia, una adolescencia, tan rica de canciones, y por bancarse todas estas cosas que el tipo se tuvo que bancar. Y después le preguntaría si se quiere ir de joda, como dicen que se iba. Si me llevaría, ¿no? A ver si puedo ser su José Pérez real (risas).
—¿Cómo vivió tu familia el debut en la serie?
—Fue hermoso. Mi viejo es contador y mi mamá es maestra jardinera: ninguno tiene nada que ver con la actuación. De hecho, mi papá, en su momento, cuando yo le decía que quería ser actor, me decía: "Tinelli hay uno solo". Y yo le respondía: "Papá, ¿qué tiene que ver con la actuación?". Y a pesar de todo eso, porque yo sé que muy a su pesar, porque decían: "Este me va a salir actor y se va a cagar de hambre", me bancaron siempre. Siempre estuvieron en la primera fila. Y sé que ahora justamente en un momento de mierda, realmente un momento de mierda para el país, para el mundo, encima se estrena y a mi viejo le da COVID positivo. Por suerte la pasó espectacular, a diferencia de un montón de gente, y por eso mi respeto con la gente que la pasó mal. Yo sé que a mi viejo con esto del estreno y de la serie le metí cinco Sputnik, ¿entendés? Y la pudieron pasar bárbaro, y hoy están contentos porque los amigos los llaman. Y eso es lo que más me enorgullece de todo esto.
—¿Qué significa en tu vida esta serie y cómo seguís de acá en adelante?
—Siempre trato de que el ego esté lejos, viste. Volvemos a Héctor Barreiro cuando me decía: "Que el ego siempre esté por allá". O sea, yo no quiero ser famoso, yo quiero vivir de la actuación. Quiero lograr esa continuidad, que es lo que tanto nos cuesta a los actores. Entonces para mí significa un gran paso, un paso más, pero no deja de ser un trabajo más. Entonces, ¿qué pido? Más trabajo. Ojalá que, obviamente, tenga una exposición muchísimo más fuerte, me vean otros productores y digan: "Ah, me gusta este pibe para este próximo proyecto". Creo que se vienen cosas muy lindas.