Espectáculos
Jorge Lanata: “Yo tenía mucho prejuicio con el género, con los trans, pero mi documental me hizo cambiar mi punto de vista”
Con Hache, lo que no se nombra, el periodista modificó su perfil y, lejos del radio pasillo de la política pasó a enfocarse en temas actuales de los cuales no se habla en los medios tradicionales. Un Lanata disruptivo, en permanente evolución, aun siendo el mismo de siempre
En esta ocasión Jorge Lanata se encuentra con Teleshow para hablar de su nuevo desafío: Hache, lo que no se nombra. Se trata de su nueva manera de contar historias, en formato documental. La primera temporada cuenta de 7 capítulos con el sello de NatGeo Original Productions, en donde el periodista aborda diversas problemáticas sociales de la actualidad, con testimonios reales y sin eufemismos.
La obsesión por los likes de las redes, la eutanasia, la ansiedad, el cambio de sexo, la justicia por mano propia, la soledad y qué se oculta detrás de la peligrosa dark web son algunos de los temas seleccionados por Lanata. El contenido es íntegramente exclusivo y no se recurrió a archivos, porque la intención es contar lo que pasa y no lo que pasó.
La serie llega a través de Start+ este miércoles 19 de octubre, con producción de Mandarina Contenidos y la conducción de un Lanata más audaz y comprometido, lejos del “puterío político”. Sincero, confiesa que en este nuevo rol logró deshacerse de sus propios prejuicios.
La cita con el conductor tuvo lugar en su casa, como en otras ocasiones, y en horas de la tarde. Pero esta vez el lugar donde se llevó a cabo la entrevista no fue el que me tiene acostumbrada, en la sala donde tiene montado su propio estudio de radio (desde donde sale al aire con Lanata sin filtro, por Mitre) y escritorio, sino que fue en un exquisito y luminoso living comedor lleno de arte y de innumerables Martín Fierro.
En una charla distendida y con café incluido, no solo se conversó sobre Hache. Lanata se tomó su tiempo para hablar del fin de Periodismo Para Todos y de la ficción que están produciendo sobre su vida, sobre la cual, afirma: “Es mejor siempre las cosas malas de uno contarlas uno”. Con el cansancio acumulado de un año intenso de trabajo más la incertidumbre generalizada de un país a punto de eclosionar, Jorge no ve la hora de tomarse vacaciones, como cualquier ciudadano. Más allá del trabajo, la vida pasa por otro lado. Y por suerte, Jorge lo sabe. O simula saberlo a la perfección.
—¿Qué es Hache?
—Lo que no se nombra: es un juego de palabras. Y tiene que ver con las cosas conflictivas de las cuales no hablan los medios tradicionales. Y se nos ocurrió, a partir de ahí, hacer una serie de documentales. Esta es la primera temporada, y ya estamos trabajando en la grabación del final de la segunda temporada.
—¿Lanata solo conduce o también está involucrado en la producción?
—No. Producir, produce Mandarina, y yo conduzco, hago el guion, meto algunas cosas de cámara. Hago un poco de todo.
—¿Cómo fue el proceso de selección de los temas?
—Uno de los primeros capítulos tiene que ver con algo que me contó mi hija. Cuando Lola era chiquita, vino un día y me dijo: “Papá, yo tengo una compañera que se saca fotos de los pies”. Y yo le digo: “¿Y para qué? ¿Para qué hace eso?”. Y me dice: “Las vende”. ”¿Vende fotos de los pies?”. “Sí”. “¿Y a quién se las vende?”. “A viejos pajeros norteamericanos que le pagan por PayPal”, me dice (risas). Yo le dije: “Lola, eso es prostitución”. Ella me decía que no. Y yo le decía que sí, que era prostitución, no me jodas. A partir de ahí salió la idea de uno de los capítulos de esta temporada: ¿qué sos capaz de hacer para tener un like? Entrevistamos a una modelo de pies que, por ejemplo, cuenta que le piden embarrarse los pies y mandar la foto. O sea, hay enfermitos para todo. Y después, también, buscamos qué sos capaz de hacer para tener un like con la creadora más importante de instagramers en América Latina: maneja los 12 que están primeros en América Latina. Entrevistamos en Estados Unidos a Mario Ruiz y Sebastián Villalobos, dos instagramers muy famosos. Y después entramos a buscar gente que vive del like de otra manera. Por ejemplo, en Chile entrevistamos a una persona que era ingeniero, trabajaba de eso, ganaba muy bien, y se puso a hacer desnudos masculinos en Only Fans y dejó la ingeniería. La gente con tal de tener un like es capaz de cualquier cosa. Y también van a ver la contracara: un chico en Chile que se murió haciendo una competencia de TikTok. Un nene. Bueno, ahí los likes son terriblemente nocivos. Y después de ese capítulo salió el de género, el de justicia por mano propia, el de eutanasia, que es un tema difícil. Pero todos los temas son actuales. Los documentales tradicionales hablan de temas que pasaron. En ese sentido, este documental es distinto: no usa archivo y habla de temas que están pasando.
—¿Cuál es la diferencia entre hacer un documental y un programa de televisión?
—Es muy distinto. Primero, el tiempo que te lleva: estamos haciendo siete u ocho documentales por año. Yo, en un año hago 50 programas de televisión. Después, el programa de televisión, en general, lo hacés en un piso, con iluminación, con toda la cosa. Un documental lo hacés en vivo en el lugar donde sucede; ese es el valor que tienen. Además, creo que te permite tratar otros temas en más profundidad. Digamos, temas que no están en la coyuntura, que no es el puterío de los políticos habitual o el radiopasillo. Podés hablar de otros temas que yo, personalmente, creo que son más importantes.
—De todas las entrevistas que hizo, ¿cuál fue la que más le impactó?
—En el capítulo de justicia por mano propia entrevisté a una persona que había matado a un ladrón y que no estuvo preso porque fue en defensa propia. Me impresionó cuando le pregunté cómo vivía lo que había sucedido y me dijo: “No hay un día en el que yo no me acuerde de ese chico”. Y pensaba: “Bueno, este tipo no fue condenado pero de algún modo tiene su condena...”.
—Moral.
—Moral. La memoria. Para colmo el chico era menor: tenía 17 años. Digo, para el tipo fue pesado matarlo. De todo esto se enteró después, obviamente. Yo creo que todas las notas son interesantes porque, siempre digo, no hay malas notas, hay malos periodistas. O sea, tenemos que poder hacer una buena nota con cualquiera. Cualquiera tiene una historia para contar, lo interesante es poder sacársela. Acá entrevistamos, en muchos casos, a gente común a la que le pasó algo excepcional, pero no a gente excepcional. Cada capítulo tiene algo que a mí me interesó. Incluso, te digo, hay capítulos que me hicieron cambiar mi punto de vista haciéndolos.
—¿Por ejemplo?
—Con todo el tema del género, por ejemplo, yo tenía mucho prejuicio.
—¿A qué le tenía prejuicio?
—Y... el tema de los hombres que se hacen mujeres, las mujeres que se hacen hombres, los trans, esto, lo otro. Y finalmente, es: démonos la libertad los unos a los otros. O sea, que la gente se quiera ya es un milagro. Que se quieran como quieran, no meternos nosotros en cómo se quieren los demás. Me parece que eso es importante. Y eso lo aprendí con este capítulo.
—Hay uno episodio que se llama Dark Web. ¿De qué trata?
—La dark web es lo que se llama la web oscura. Es una web que hay abajo de la web a la que se accede por un programa. En la dark web se compran drogas, armas, hay tráfico de niños, fotos de menores, las cosas más increíbles que se te ocurran.
—¿Y quién controla eso?
—Nadie.
—Es como una web clandestina.
—Exacto. Los estados no lo controlan porque aparte es muy difícil que vos identifiques al que está navegando. Entonces, para armar ese capítulo hablamos con un hacker, que nos ayudó a meternos en la dark web y va explicando, a medida que se mete, cómo hace uno para lograr ingresar. Y después, hay como una contracara de la dark web que es interesante. Entrevisté en Estados Unidos a una chica, que es la que armó la página del New York Times en la dark web. ¿Por qué? Porque si vos estás en China, por ejemplo, y no podés acceder te metés por la dark web. Si vos estás en Irán y te querés meter en Facebook, te metés por la dark web. O sea, la dark web también sirve para lugares…
—Sirve para ingresar a lugares donde el acceso está vedado.
—Claro, lugares en los que hay dictaduras o límites a la información.
—De todos los temas que tocó, ¿alguno lo interpela en lo personal? Por ejemplo, el de la ansiedad.
—No, cuando veo la gente que entrevisto en el capítulo, no, porque son casos más patológicos de ansiedad. Yo soy una persona ansiosa, pero no llegué a que me pase lo mismo que a esas personas. Yo, hasta ahora, lo puedo controlar bien, o por lo menos mi grado de ansiedad no es tan alto. Lo que pasa es que lo de ansiedad es interesante, porque va a ser la próxima pandemia. O sea, la locura, por decirlo de alguna manera. Pero estamos hablando de ansiedad patológica, la que no te deja mover.
—Recorrió varias partes de Latinoamérica, inclusive en pandemia. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Sí. Empezamos a laburar antes de la pandemia y retomamos poquito tiempo después, porque la pandemia nos creaba el problema de viajar, más que nada. No se podía. Hache está pensado como un producto regional. Va a ir desde Estados Unidos para abajo a todos lados. Vas a encontrar imágenes de México, Chile, Colombia, Perú, Brasil y Argentina.
—¿Ya está grabando la segunda temporada?
—No, la estoy terminando. Me quedan dos viajes que tengo que hacer ahora a fin de año, uno a Londres en diciembre, a donde voy a entrevistar al Ministro de la Soledad, para un capítulo de soledad… En Londres hay un Ministerio de la Soledad, igual que en Japón.
—No sabía.
—Sí, claro. Y en Francia. ¿Sabés que la mitad de los habitantes de París, la mitad, viven solos? La soledad es un problema de salud pública. Bueno, este tipo de cosas, un documental te permite plantearlas. Yo, un domingo en PPT no podría hacer esto. Y como tema me parece mucho más interesante. Bueno, voy a Londres y después voy a Finlandia, donde se desarrolla un capítulo entero sobre el mito del país más feliz del mundo.
—Además de estos documentales, va a hacer un documental sobre su vida. ¿Es correcto?
—No, eso yo no lo voy a hacer: lo van a hacer. Disney va a hacer una ficción sobre mi vida. No es una biopic, es una ficción. Pero ahí mi único rol fue colaborar con la guionista durante seis meses. Yo me reuní dos veces por semana con Marisa Grinstein, que es quien escribió Mujeres asesinas. Y la veía todos los lunes y todos los viernes a las tres de la tarde, tipo análisis.
—¿Y qué hacían?
—Y... hablaba de mí. Ella me preguntaba. Fue muy interesante. Después, construí un vínculo: yo la quiero a Marisa. Yo no la había tratado. Y eso lo está produciendo Pablo Bossi, el que antes estaba en Patagonik, que hicieron Monzón y varias series de las que están ahora. De acá a un mes van a empezar con el casting, y en enero, a grabar. Pero yo no voy a tener que ver ni con el resultado ni con nada; mi colaboración, está.
—Cuando le propusieron hacer una ficción suya, ¿dijo que sí inmediatamente o lo pensó?
—Lo pensé.
—¿Por qué dudó?
—A ver, por un lado es como que te enorgullece una cosa así. Después ,yo veo las cosas también del otro lado de la cámara. Tengo una vida muy rara: a mí me pasó de todo. Y como que la frutilla sobre el helado fue descubrir que era adoptado a los 56 años. Son delirios. Es una vida que se puede contar y que es entretenida para el que la mire. Todo lo de Página 12, qué sé yo; bueno, cosas que me pasaron.
—¿Le contó todo a Marisa Grinstein o hay cosas que se guardó?
—Bueno, qué sé yo... Creo que las cosas más importantes se las conté. Es mejor siempre las cosas malas de uno, contarlas uno.
—¿Para que no le hagan carpetazos?
—Claro. Antes que la cuente otro…
—De todos los temas que tocó, ¿alguno lo interpela en lo personal? Por ejemplo, el de la ansiedad.
—No, cuando veo la gente que entrevisto en el capítulo, no, porque son casos más patológicos de ansiedad. Yo soy una persona ansiosa, pero no llegué a que me pase lo mismo que a esas personas. Yo, hasta ahora, lo puedo controlar bien, o por lo menos mi grado de ansiedad no es tan alto. Lo que pasa es que lo de ansiedad es interesante, porque va a ser la próxima pandemia. O sea, la locura, por decirlo de alguna manera. Pero estamos hablando de ansiedad patológica, la que no te deja mover.
—Recorrió varias partes de Latinoamérica, inclusive en pandemia. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Sí. Empezamos a laburar antes de la pandemia y retomamos poquito tiempo después, porque la pandemia nos creaba el problema de viajar, más que nada. No se podía. Hache está pensado como un producto regional. Va a ir desde Estados Unidos para abajo a todos lados. Vas a encontrar imágenes de México, Chile, Colombia, Perú, Brasil y Argentina.
—¿Ya está grabando la segunda temporada?
—No, la estoy terminando. Me quedan dos viajes que tengo que hacer ahora a fin de año, uno a Londres en diciembre, a donde voy a entrevistar al Ministro de la Soledad, para un capítulo de soledad… En Londres hay un Ministerio de la Soledad, igual que en Japón.
—No sabía.
—Sí, claro. Y en Francia. ¿Sabés que la mitad de los habitantes de París, la mitad, viven solos? La soledad es un problema de salud pública. Bueno, este tipo de cosas, un documental te permite plantearlas. Yo, un domingo en PPT no podría hacer esto. Y como tema me parece mucho más interesante. Bueno, voy a Londres y después voy a Finlandia, donde se desarrolla un capítulo entero sobre el mito del país más feliz del mundo.
—Además de estos documentales, va a hacer un documental sobre su vida. ¿Es correcto?
—No, eso yo no lo voy a hacer: lo van a hacer. Disney va a hacer una ficción sobre mi vida. No es una biopic, es una ficción. Pero ahí mi único rol fue colaborar con la guionista durante seis meses. Yo me reuní dos veces por semana con Marisa Grinstein, que es quien escribió Mujeres asesinas. Y la veía todos los lunes y todos los viernes a las tres de la tarde, tipo análisis.
—¿Y qué hacían?
—Y... hablaba de mí. Ella me preguntaba. Fue muy interesante. Después, construí un vínculo: yo la quiero a Marisa. Yo no la había tratado. Y eso lo está produciendo Pablo Bossi, el que antes estaba en Patagonik, que hicieron Monzón y varias series de las que están ahora. De acá a un mes van a empezar con el casting, y en enero, a grabar. Pero yo no voy a tener que ver ni con el resultado ni con nada; mi colaboración, está.
—Cuando le propusieron hacer una ficción suya, ¿dijo que sí inmediatamente o lo pensó?
—Lo pensé.
—¿Por qué dudó?
—A ver, por un lado es como que te enorgullece una cosa así. Después ,yo veo las cosas también del otro lado de la cámara. Tengo una vida muy rara: a mí me pasó de todo. Y como que la frutilla sobre el helado fue descubrir que era adoptado a los 56 años. Son delirios. Es una vida que se puede contar y que es entretenida para el que la mire. Todo lo de Página 12, qué sé yo; bueno, cosas que me pasaron.
—¿Le contó todo a Marisa Grinstein o hay cosas que se guardó?
—Bueno, qué sé yo... Creo que las cosas más importantes se las conté. Es mejor siempre las cosas malas de uno, contarlas uno.
—¿Para que no le hagan carpetazos?
—Claro. Antes que la cuente otro…
—¿Cómo está el periodismo hoy?
—Mal. Horrible. En la televisión hay mucha gente que grita. Me parece que no es por ahí. Me parece que lo que hay que hacer es periodismo, no gritar. Igual creo que esa es una moda, en algún momento se va a terminar. Hay poca información propia. La televisión en general no genera información.
—¿Puede ser porque la mayoría de la gente, incluso los políticos, eligen a las redes para comunicar algo?
—Pensar que Twitter es la única fuente de información es un error grave. Yo creo que vos podés informarte en las redes, pero también tenés que chequear lo que las redes dicen. O sea, no tiene por qué ser cierto porque salga en las redes.
—Ya con 62 años y con una vida llena de logros, ¿cuál es su propósito de aquí en adelante?
—Quiero seguir haciendo documentales unos años más. Quiero escribir un par de libros de ficción. Estoy trabajando en un libro nuevo de historia: la corrupción en Argentina desde el virreinato para acá. Me va a llevar un tiempo escribirlo pero estoy laburando en eso. Eso, nada más. No quiero construir un puente ni descubrir un mar ni nada raro. Voy a seguir en mi laburo. Yo escribo desde que tengo 12 años y hago periodismo desde los 14. Imaginate. O sea que, nada, seguir haciendo lo que hago.