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La increíble historia del argentino que triunfa en Masterchef Australia: “Mi objetivo es poner al país en el mapa gastronómico”
Ahijado presidencial por ser séptimo hijo varón, Juan de la Cruz Torales es un ex Popstars que vive allí hace 10 años en y ahora brilla en TV. Cocina platos típicos que lo conectan con su infancia, lo ayudan a combatir la nostalgia y lo acercan a cumplir su sueño
El cocinero argentino Juan de la Cruz Torales alcanzó un reconocimiento significativo en Australia tras su notable participación en el concurso de cocina MasterChef de dicho país. Con una historia de vida singular, impresionó tanto a los jueces como al público con sus platos inspirados en la cocina argentina y latinoamericana. Pero su historia, que en los últimos días salió a la luz, comenzó a formarse hace muchos años. Y el pasado, el presente y, confía, el futuro, se entrecruzan en este viaje fascinante.
Juan nació en Mendoza y por ser séptimo hijo varón es ahijado presidencial: “Cuenta la leyenda que el séptimo hijo varón se convierte en lobizón, entonces por decreto a todos los séptimos hijos varones seguidos y del mismo padre y madre, para que no los maten porque se convertirían en hombre lobo, los apadrinaba el Presidente para dar protección. Fui ahijado de Raúl Alfonsín, pero en realidad cuando cambian los presidentes, cambia tu padrino, o sea que hasta ahora tuve como 30”, ironiza en diálogo con Teleshow, desde el otro lado del mundo.
En su tierra natal, unos iban a jugar a la mancha, otros a la escondida y otros a algún campito con una pelota, pero Juan no podía, y de alguna forma debía pasar su tiempo en casa. “Yo era asmático y mi vieja no quería que me agite, entonces mientras ella cocinaba para toda la tropa, me encantaba verla”, rememora el protagonista de nuestra historia.
Así, mientras su madre cocinaba para el resto de los ocho hermanos, él daba muestra de su curiosidad. “Me acercaba a la olla cuando hacía relleno de empanadas o bolognesa, y empezaba a cucharear. Le decía que para mí le faltaba sal, o pimentón, y ahí mi madre entendió que tenía gusto para la cocina”. El elogio se convirtió en la propuesta de ser por un rato maestra y alumno: “Pasé a ser el probador oficial, aprendí a hacer el repulgue de las empanadas y así arranqué”.
Durante su adolescencia, empezaron a aparecer otras inquietudes. Previo a comenzar la carrera de Comunicación Social a los 17 años, fue parte del reality PopStars, en la edición en la que se formó el grupo Mambrú. “Llegué bastante lejos y compartí habitación con Milton”, evoca sobre uno de los participantes ganadores. Incluso, uno de sus hermanos mayores, Diego, también tiene un pasado frente a las cámaras, ya que fue parte de la tercera edición de Gran Hermano en la Argentina. Por ello, no resultó llamativo que su tesis en la carrera versara sobre realities.
Juan reunió sus inquietudes en un proyecto que destacaba por sobre el resto: Un viaje de película. Un programa que se emitía en Santiago del Estero y Córdoba, donde junto con un amigo visitaban diferentes regiones del mundo en busca de las locaciones de los filmes más aclamados. “Mostrábamos cómo se veía en la vida real y en el cine. Y eso me llevó a viajar por un montón de lugares: Aisa, las Islas Galápagos, Nueva Zelanda...”, enumera. Cuando llegó a Australia, el cuenta kilómetros se frenó de repente cuando su espíritu nómade encontró tierra fértil donde asentarse. “Fue una suma de cosas... había poca plata en la Argentina y mucha oferta laboral en ese país, lo que hizo que consiga un trabajito temporal”. Lo que empezó como una changa se transformó en un empleo de diez años, que le permitió hacer los trámites y convertirse en ciudadano australiano.
A diez años de su desembarco, una tarde mientras daba vuelta por una feria de comidas un stand le llamó la atención. Cuando se acercó a ver qué sucedía allí, los roles se intercambiaron, y fueron quienes estaban del otro lado del mostrador los que se sintieron atraídos por su figura: “Me dijeron que mi perfil daba para el show y me sacaron una foto”. El show era Masterchef, clásico mundial de los realities de cocina y fue el primer paso para su convocatoria. Comenzaron a llamarlo para distintas audiciones y quedó entre los 22 -de 45.000 aspirantes- que iniciaron la competencia.
El desafío lo volvía a enfrentar a las cámaras y enseguida pensó en buscar un diferencial que le permitiera sobresalir del resto de los concursantes. Y allí apareció la nostalgia en forma de recuerdos: su Mendoza natal, su curiosidad de niño, las enseñanzas maternas: “Después 10 años en Australia, entendí que extrañaba tres cosas. Principalmente, la familia y los amigos; lo segundo es lo apasionado y lo calurosos que somos todos, y la tercera es la comida, que es lo que hace que uno se junte con gente que disfruta la cocina”.
Su conocimiento de la gastronomía australiana le hizo dar cuenta que tenía una marcada influencia de Asia y de Europa, pero que Sudamérica era una dimensión desconocida más allá de algunos restaurantes de comida peruana. Se puso como meta entrar al concurso para hacer realidad un propósito que se parecía a una gesta: “Mi objetivo es poner a la Argentina y a Sudamérica en el mapa gastronómico”.
La edición australiana del reality es de las más populares del mundo, con alcance a unos 180 países y la participación de los jurados más destacados. Por ello sintió la necesidad de esforzarse y dar a conocer los sabores que lo acompañan de chico y que escapan de los lugares comunes: “Quería mostrar que no solo tenemos asado, sino también que en el Norte tenemos comida espectaculares, diferentes empanadas en todo el país, que cocinamos las mejores pizzas de todo Sudamérica, que todo Latinoamérica tiene comida increíbles”, dice entusiasmado. Este objetivo sufrió un cambio por un inconveniente surgido en la intimidad: “Mi novia es celíaca, nos enteramos hace poco y tuve que cambiar todas mis recetas, así que el desafío es mostrar recetas clásica argentinas, pero en versión gluten free o sin alérgenos”.
Su debut fue soñado. Con la carga sobre sus espaldas de ofrecer lo mejor de la gastronomía de la región, optó por una humita con chipa y quiquirimichi. El saldo fue altamente positivo. “Has enorgullecido a tu familia”, lo felicitó la producción del ciclo, a través de su cuenta de Instagram. Y también deslumbró al jurado. Integrado por el chef francés Jean-Christophe Novelli -ganador de 4 estrellas Michelin-, la periodista gastronómica Sofia Levin, la finalista de la primera edición del ciclo Poh Ling Yeow, y el ganador de la cuarta edición Andy Allen, en las primeras dos semanas de competencia se sumó el destacado Jamie Oliver, que asombró al crédito argentino: “Mega estrella de la cocina mundial, jurado invitado y mentor. Fue increíble conocerlo, el tipo más humilde y buena onda”, se desvive Juan en elogios.
Sobre la humita, Jamie afirmó que “definitivamente está hecho desde el corazón”, en tanto que la Sofía Levin expresó: “Esa es la comida por la que viajaría a tu país. La dulzura de ese maíz de las humitas es simplemente preciosa. Allí también está lo ahumado. Increíble. Quiero volver a entrar con una cuchara en este plato, una y otra vez. Absolutamente me encanta, bien hecho”, destacó la periodista.
Para su segunda participación eligió cocinar empanadas fritas, que reconoce como uno de sus momentos más altos en la competencia: “Ver a Jamie poniéndole chimichurri a una empanada y decir que es lo más perfecto que probó y que yo soy el participante a vencer.... Imaginate el orgullo que digan eso. Para mí ya fue ganar”, asegura en las horas previas a una nueva instancia de repechaje, ya que pese a crear un plato cargado de elogios, la presión de la cocina provocó que tenga quemaduras en su brazo y en parte de su rostro con el aceite caliente. Además, en esa instancia de la competencia, el trabajo era grupal, y debido a que el resto de su equipo no estuvo a la altura, deberá revalidar este domingo su continuidad en el certamen.
“Siento la presión y los próximos pasos son terminar de curarme de mis quemaduras. Tuvimos un desafío que fue cocinar para miles de personas en un mercado en el cual solamente el equipo que ganaba conseguía la inmunidad y los que perdimos tenemos una ronda de eliminación este domingo”, explica Juan, y se muestra esperanzado: “Dios quiera que lo que me toque cocinar me permita mostrar lo latino, dependiendo con qué ingredientes nos toque hacerlo”.
Más allá del resultado, siente que ya logró un objetivo, que ya cerró un círculo: “Yo estaba acá cuando sucedió lo del Covid y no podía viajar. Mi viejo tuvo un ACV. Estuvo internado durante mucho tiempo y estaba mal, no parecía que fuera a sobrevivir. Entonces cada vez que podía, hacíamos una videollamada y me decía que me estaba esperando y que aguantaba, y que cuando pueda lo vaya a ver. Apenas se abrieron las fronteras volé para la Argentina”, rememora, y detalla en tan ansiado reencuentro.
“Él estaba en un punto en el que no podía masticar mucho, estaba bastante complicado. Así que la última vez que le pude cocinar fue una humita que él amaba. La disfrutó y lagrimeamos juntos”, se emociona. Sí, el mismo plato que presentó en el primer programa de la competencia y que le valió un mimo al alma y al corazón: “Representó un cierre de la historia, un homenaje a mi viejo que falleció hace un año”, se emociona. Porque, al fin y al cabo, la familia, los amigos y la comida es lo que más se extraña cuando estamos lejos y lo que más nos une física y espiritualmente. Y contra ello, no hay distancia que se oponga, por más extensa que sea.