Paulo Kablan
Paulo Kablan, a sangre fría
El hombre, que cuenta crímenes como si fueran cuentos (al mejor estilo non-fiction) y vacacionó en muchas oportunidades en San Luis, aseguró temerle a la muerte.
Para Paulo Kablan estar en los medios era sinónimo de la crónica de un periodista anunciado; lo que sí vino sorpresivamente a su vida, como los asesinatos que informa, fue su paso por
Masterchef. El hombre de la voz grave y profunda le contó a Cooltura que la versión que se vio de él en el reality es la más auténtica.
Su primer contacto con el periodismo policial fue en un diario de Concepción del Uruguay, desde entonces no pudo dejar de contar historias de asesinatos, juicios y sus visitas al penal. Lejos de ponerse en el rol de verdugo, Paulo es el narrador omnisciente que le presta su voz a algo que lo atemoriza: la muerte.
—¿Cómo fueron tus inicios en el periodismo?
—Empecé a trabajar en un medio de cadete cuando tenía 14 años, en mi pueblo Gualeguay, en Entre Ríos. Después terminé el secundario, estuve un tiempo haciendo otras cosas por fuera, pero seguía en los medios. Estudié Locución y Periodismo en Concepción del Uruguay, una ciudad universitaria, y ahí hice todo tipo de trabajos, estaba en una radio, pero también repartía lácteos para vivir hasta que conseguí un puesto en un diario. En ese momento me gustaba internacionales, que era la rama del periodismo que pensaba que iba a seguir, aunque nunca la había hecho. Ese trabajo me completaba el sueldo, me venía bárbaro, y el jefe de redacción me mandó a hacer policiales así que dije que sí. Nunca se me había ocurrido ir por ahí, tenía 21 años, me senté, me encantó y hasta el día de hoy, 30 años después, sigo haciendo policiales.
—Es un periodismo muy de nicho el policial ¿recordás alguna situación que te haya sucedido en un juicio por ser novato y que ahora ves en los más jóvenes?
—Sí. Sos periodista desde el minuto cero, pero las primeras veces que vas a cubrir juicios no sabés quién es quién, vas aprendiendo y en el camino cometés errores básicos. El tema es que hay cosas que solo aprendés con la experiencia. El más fácil de cometer es creer que sabés cuál es la resolución del caso y tratar de afianzar tu teoría como la válida, así es como terminás diciendo unos disparates tremendos. Pero eso lo incorporás con los años y ojo que sigue pasando, incluso en la Justicia. Una buena investigación, dicen los que saben, es buscar evidencia y, a partir de ahí, con eso como dato principal, contar una historia. Ahora, si empezás con el "yo creo que pasó..." vas mal, no es una religión, sino un caso policial. Así es como terminás buscando evidencia para validar tu teoría, que es lo que hace erróneamente la Policía y la Justicia. Eso sucedió con muchos casos emblemáticos en los que las causas no se esclarecen nunca más porque se hizo mal al principio. En el ejercicio del periodismo, que no somos investigadores, cometemos esos mismos errores y cuando te das cuenta terminás tratando como asesino a un tipo que era víctima.
—El caso María Marta García Belsunce que cumplió 20 años ¿es un buen ejemplo de eso?
—Sí, en ese caso todo lo que parecía ser no lo era. Una de las primeras cosas que salió del laboratorio es que le habían pegado el cuero cabelludo con el producto comercial "La gotita". Había un informe químico de una muestra de piel que decía que tenía cianocrilato, que es un componente químico que está en el producto comercial, pero cuando en el juicio le piden la aclaración al técnico, él dice que por la cantidad y el lugar era, sin duda, a causa de un shampoo antipiojicida o tintura para cabello. Hasta el día de hoy algunas personas sostienen que le pegaron la cabeza, pero es un disparate. Ahora, va a ser casi imposible, lamentablemente, que se esclarezca el caso Belsunce, más allá del juicio.
— Tenés muy presente el caso...
—Sí porque fue el primero que hice en televisión, hasta ese momento trabajaba en radio y diarios, era algo que no me atraía y pensaba que nunca iba a hacer. Sin embargo, Daniel Hadad me invita a participar a un programa del mediodía en Canal 9 que conducía Mauro Viale y que tenía como columnistas a Beto Casella, Marcela Tauro y Analía Franchín, con quien trabajo actualmente. Me sentó a mí como un pibe nuevo a comentar el caso María Marta y desde ahí no dejé la televisión.
—¿Es común que sucedan tantos juicios en un mismo caso?
— No lo es, eso habla de los errores de investigación que tenemos y de cómo se investiga con premisas equivocadas que terminan en casos impunes. Lamentablemente, si vas a la historia penal argentina, puedo garantizar que más del 80 por ciento de los casos sin condena son femicidios, no se esclarecen porque no los investigaban como debían. Belsunce, Dalmasso y para atrás hay mucho más.
—Hay algunos colegas de la televisión que recurren a un periodismo amarillista para narrar los casos, utilizan gigantografías o recrean los crímenes en vivo…
—Si comparás el periodismo policial con otros géneros, es el menos amarillista. El periodismo político y económico, de ambos extremos, son absolutamente amarillistas. No así el policial, porque no tenés mucho margen de maniobra. Hoy cambió mucho, pero si buscás archivos de los 80 para atrás te ponían un cadáver en la tapa. Ahora no vemos cuerpos, es distinta la forma de presentar el policial, se dejó el impacto de lado y se transformó en contar historias. Tampoco hay mucho margen de salirse de la realidad porque hay algo escrito que es el expediente y si inventás se va a notar. Después, la forma de presentar va en el estilo de cada uno, hay algunos que me gustan más y otros menos. En mi caso, muestro lo que es necesario para contar una historia que sea clara y precisa.
—¿Cuál es tu mirada de la muerte?
—Esto va en torno a qué pasa con la muerte en aquellos que vivimos contando fallecimientos. En lo personal, no me meto en los casos que cuento, pero mi relación con la muerte la verdad es que le tengo miedo y me genera pánico. No me veo muerto y tal vez por eso hago policiales, no lo sé. Tiene que ver con la postura que uno tiene ante eso. Cuando la ves tan lejos le tenés miedo, dicen que cuando se te acerca le vas perdiendo ese temor. Pero es una cuestión de edad y de creencias, muchos son ateos, pero cuando llegan a ese momento en algo tenés que creer. En mi caso, hoy, esa relación es de miedo.
—¿Hay algún caso que te haya potenciado ese miedo?
—En general, me imagino que es como el médico con el paciente la relación, tengo una distancia siempre, si no, no perdurás en la crónica policial, lo hacés con respeto, compromiso y seriedad, pero hay que tener muy en claro que no es tu problema o tu drama y que no es tu caso. Si no, no podés dormir ni vivir. A lo largo de mi carrera me he cruzado con periodistas fantásticos o con policías que los afecta un caso y no pueden vivir. A mí no me ha sucedido.
— ¿Y cómo sobrellevás la incertidumbre?
— Eso sí pasa, el querer saber qué sucedió y la verdad es que no tenés la respuesta. Te genera una intriga, me encantaría saber y poder contar cómo fue el femicidio y quién fue el autor del crimen de María Marta o de Nora Dalmaso. Pero me preguntás hoy, y yo te digo que no lo sé.
—Eso se replica en el público....
—Se potencia porque uno es más profesional, pero quien las sigue lo hace desde el interés, la intriga y el juego de ser detectives. Ellos tienen sus propias teorías y quizás hasta resuelven los casos antes que nosotros porque no necesitan probarlo. También pasa con casos que son más polémicos, y políticos, algunos dicen "creo que sucedió esto" y no hay pruebas, pero si es cuestión de creencia vas a pensar siempre eso. El seguidor de casos policiales en su cabeza los resuelve más fácil.
— ¿Cómo fue el proceso de llevar estas historias a la obra teatral "Hay un asesino en la sala" con Mauro Szeta?
—Es una experiencia muy linda, seguimos haciendo algunas cosas en el exterior y tenemos ganas de volver a hacerla en Buenos Aires. Hasta la pandemia hicimos un streaming. Fue muy raro, nació de una idea de Daniel Dato, que es director y dramaturgo además de periodista. Nos propuso hacer un formato teatral, pero para contar historias viejas con un guion; al principio fue muy raro y un desafío fuerte porque no era lo nuestro. Una cosa es hablar ante cámaras, que sabés que puede haber un millón de personas del otro lado, pero no los tenés ahí, otra cosa es estar frente a 500 personas que encima fueron, se cambiaron y pagaron con mucho esfuerzo la entrada para verte. Es muy fuerte esa sensación y nos gustó muchísimo con Mauro hacerlo.
—¿Qué casos tocan y cómo es el tratamiento?
—Es una forma muy distinta de comunicar. Tenemos un guion, interactuamos y jugamos con la gente a ser un poco detectives. Después, contamos con mucho respeto el otro lado de casos muy conocidos y antiguos, entramos al archivo histórico del policial y contamos lo que no se dice habitualmente. Por ejemplo, Robledo Puch, más o menos el que sigue los policiales sabe de qué se trata, pero si yo te digo experiencias personales de cuando fuimos a la cárcel a verlo, qué dijo, cómo vive y lo que se desconoce del personaje es distinto y la gente se engancha.
—¿Hay intenciones de venir a San Luis con la obra?
—Ojalá se dé. A mí me encanta la provincia, fui en plan de turismo, conozco mucho y me fascina. Sí he cubierto casos, aunque sin ir. Me gustaría poder ir, ya sea con la obra o para dar una charla, me encantaría.
—¿Escuchaste del caso Guadalupe Lucero?
—Sí, claro. Lo cubrimos mucho, tanto en Telefe como en C5N. Es de esos misterios que son difíciles de resolver, sé que han puesto mucha voluntad, tanto la Policía de San Luis como los distintos organismos federales y la Justicia. Pero es un misterio que genera mucha angustia por esa familia que no tiene una respuesta, pasan los meses y no se les puede dar una respuesta sobre lo que pasó. Ojalá se sepa qué sucedió para que la familia tenga un poco de paz, si no no la van a tener nunca.
—En Masterchef se vio otro costado tuyo ¿cómo fue ese desafío?
—Fue una hermosa experiencia. Al principio, cuando me lo ofrecieron, no estaba muy seguro. Lo hablé con mi familia y fueron ellos los que me embalaron y me convencieron porque eran muy seguidores del programa, lo miraban mucho y más mi mujer que le gusta la cocina y mi hijo que es un profesional de la gastronomía. Ellos me dijeron que me meta, que me iban a ayudar. La realidad es que las primeras dos semanas de grabaciones la pasé mal porque era totalmente fuera de mi zona de confort, no es un estudio que me resultaba familiar como sí lo es uno de noticias, es distinto todo. Después, me fui acostumbrando y me encantó. Fui con la idea de estar un mes, de hecho mi contrato era por ese tiempo, y terminé extendiéndolo hasta los cuatro meses. El programa iba a durar menos y terminó durando un poco más porque tuvieron que alargarlo, me generó un esfuerzo físico enorme, pero me gustó mucho el programa, el formato y lo que genera porque tiene que ver con las cosas chiquitas y grandes de cada familia. Lo veo en la calle, antes no me pasaba, si bien soy una cara conocida de los policiales, hoy me saludan nenes de diez años porque me vieron ahí, es algo muy lindo.
—En el programa conocimos la historia de amor con tu pareja... ahora se van a casar...
—Fue rarísimo abrir y contar todo eso en la tele, pero en Masterchef fui más yo, ahí uno es más auténtico y eso genera hasta vergüenza porque uno quiere mostrarse. En definitiva soy eso que se vio. Llevo 29 años de convivencia, tenemos cuatro hijos y una nieta, me emociono mucho, me gusta cocinar y vivo con mi familia todo el tiempo. La idea era casarnos inmediatamente después del programa, pero nos dijeron que teníamos que cumplir un número redondo, celebramos los 30 años este 8 de diciembre. Así que ahora podremos hacerlo. Casarse es festejar la vida, no me niego contra eso, sino que se dio de esta forma. Además, construimos una familia de la que estamos orgullosos.