por Santiago García
Adriana Manauta: “No había grieta en sus relaciones”
La hija del Chacho estuvo presente en la presentación de dos obras en la Biblioteca Mastronardi en homenaje a su padre. En esta entrevista con El Debate Pregón reflexiona sobre la escritura, el reconocimiento, las grietas y también acerca de su propio vínculo con la ciudad.
Este jueves fue el Día del Escritor en la Argentina, y acá en Gualeguay se celebró en la Biblioteca Carlos Mastronardi homenajeando a uno de los mejores. Desde las siete de la tarde, las editoriales de la UNER y la UADER, presentaron dos obras: ‘Otra vez un grito, vivir para ser escritor’ de Alfonsina Kohan; y ‘Las tierras blancas’ de Juan José Manauta (con un estudio preliminar y en el marco del rescate de su obra que está realizando la EDUNER). Fue una fiesta para los amantes de la literatura en general, y de nuestras letras en particular que merece una crónica aparte. Sin embargo, en este caso nos vamos a centrar en la figura de Adriana Manauta, una de las hijas del Chacho con Catalina Russo. Vino a Gualeguay desde Buenos Aires para este evento y tuvo la amabilidad de conversar con nosotros y aportar reflexiones y anécdotas conmovedoras.
“La obra de mi papá fue sobre Gualeguay”
Adriana se mostró agradecida por el homenaje y la fecha significativa: ““A mí me parece que es Juan José Manauta que nos ilumina desde donde esté, que en su pueblo el día 13 de junio se presente tanto ‘Las tierras blancas’ como la obra de Alfonsina Kohan cuyo estudio demuestra un amor por la obra de mi papá, pero con un respeto increíble y como ella dice en su libro también con mucha pasión. Creo que la obra de mi papá siempre, o en su mayoría, fue sobre Gualeguay. Se fue a los dieciocho años, pero como decía él, nunca se había ido, siempre se había quedado acá porque siempre escribía sobre eso”. Adriana está interesada en dejar un mensaje muy importante para este momento de la sociedad: “Él era amigo de los chicos y jugaba al fútbol con los chicos pobres de la calle ancha y de las tierras blancas, pero sus amigos también eran de clase media, muchachos universitarios. Era uno de los pocos comunistas, sino el único de su grupo. Los demás eran radicales, Zenón Godoy era peronista, pero no había grieta en sus relaciones”.
“Gualeguay tiene algo contradictorio con Manauta”
Adriana lamenta que la ideología de su padre sea un tema que genere controversia en determinados sectores de la sociedad: “Hubo un homenaje anterior a papá, o una presentación de un libro. Estoy hablando de los años noventa. También en la Biblioteca Mastronardi y fue hermoso porque estaba él y vinimos con mi hermana Leticia. Pero yo creo que Gualeguay también tiene algo contradictorio con Manauta. Ahora Manauta es prócer de la provincia, por la edición de los libros y el reconocimiento nacional e internacional, como dice Alfonsina. Pero mi viejo era comunista y esto es algo que también molestaba. Y sigue molestando. Después se arman otras grietas que desconozco, como en el año 2019, cuando se hicieron actos por los 100 años. Hubo dos homenajes separados y eso no le hubiera gustado a mi viejo”, lamentó. Esta observación que vale no sólo para Manauta sino para otros (Juanele, Ema, Amaro, Cachete, Castro, Derlis), Adriana la tiene muy clara: “Gualeguay es Capital de la Cultura por esos tipos, que se criaron acá. Y mi papá no nació de un repollo. Nació en una familia donde había una señora, que era directora de escuela, que iba a buscar los alumnos a la casa. Mi abuela iba a vacunar a los pibes con las maestras y los buscaba. Les decía a las mamás:
-Tenés que mandar a tu hijo al colegio.
- No tiene zapatillas - le contestaban.
Y entonces mi abuela les decía ‘Vos no te preocupes que te las conseguimos’. Era una mujer que iba a buscar a los alumnos a la casa, pero que también recitaba todo Rubén Darío, Amado Nervo. O sea que era una casa con discusiones políticas y con discusiones literarias. Y mi abuelo, como dice mi papá, también era un narrador oral fantástico. No nacieron de generación espontánea estas personas acá. Tampoco de generación espontánea deben haber tenido la ideología que tuvieron. Entonces me parece que, como todo, es una decisión política, pero no política partidaria. Política. Si soy la Capital de la Cultura reconozco a mis escritores, a mis pintores. Alguien de acá me preguntó dónde quedaba la casa de mis abuelos, y nosotros lo ubicamos, pero no hay placa. Entonces, no se sabe que ahí vivió Juan José Manauta. Tampoco se sabe cuál era la casa de Juanele. que está cerca del Parque”, indicó.
Los Manauta y Gualeguay
Quisimos saber también qué significa Gualeguay para Adriana: “Es algo muy particular, porque yo venía desde que nací. Veníamos los cuatro, con mi mamá. Yo soy la menor de la primera tanda de hijas, del primer matrimonio de mi papá, y veníamos todos los años a pasar Año Nuevo y nos quedábamos en enero acá. Para nosotras que vivíamos en Buenos Aires, que no teníamos otra familia, porque la familia de mi mamá era muy chica y era de La Plata; venir acá era estar con los primos, tocar la tierra, pisar el barro, subirnos a los árboles, y ver cómo se carneaban los animales, o se les retorcía el cuello a las gallinas. Todas esas cosas que en Buenos Aires no veíamos. Todos los veranos veníamos. Aparte mis primos, las tías, cómo nos mimaban y nos querían. También implicó aprender a nadar en el río, estar en el río. Íbamos con mi mamá que era una gran nadadora y estábamos en el río, ese río Gualeguay de lecho gredoso, barroso. Venir acá era escuchar al abuelo, un hombre silencioso en comparación con mi abuela que era avasallante, pero tenía una capacidad oral muy grande. Mi abuelo era callado, pero cuando contaba cosas lo hacía en un tono de voz muy bajo. Nunca levantaba la voz el abuelo, salvo cuando jugaba el truco. ¿Viste que cuando Borges dice ‘conversaban un truco’? Mi abuelo hacía eso con los amigos. Jugaban el truco y era muy conversado. A mí me encantaba”, evoca.
“Tuvo reconocimientos en vida”
Si bien ahora está editando toda su obra, la Universidad Nacional de Entre Ríos le otorgó un Doctorado Honoris Causa en vida. Adriana destaca esto y lo difícil que es la carrera de un escritor: “Nosotros no éramos ricos. No solo que no éramos ricos, más bien éramos clase media. Mi mamá era docente, y mi papá primero trabajaba en una empresa de seguros cuya casa matriz estaba acá en Gualeguay. Tuvo muchos oficios, como él mismo dice. Hasta ‘Las tierras blancas’ no fue reconocido como escritor. Recién ahí fue el salto cuántico, se hizo un escritor famoso y conocido. Y vivió de la literatura los últimos años de su vida, que los vivió tranquilos económicamente porque tenía el Premio Fray Mocho, dos premios de la provincia, y el Premio Municipal de Cuento de la Ciudad de Buenos Aires. Entonces, con eso vivía bien”, comentó.
“Hay derecho y obligación de ser feliz hasta el último minuto”
Adriana nos permite conocer al ser humano detrás del artista: “Mi papá era futbolero. Era fanático de Estudiantes de la Plata que le dio el orgullo de ser campeón dos años antes de que él se muriera. Pero antes fue campeón del mundo. Hicimos toda la campaña, porque yo lo acompañaba a mi papá a la cancha en la época de la Bruja Verón Padre (N de la R: Estudiantes se coronó campeón intercontinental en 1968). Cuando jugaban en La Plata por la Copa Libertadores estábamos. Había un tango que cantaba Don Jorge Sobral que decía: ‘Pinchas ratas, la Copa del Campeón está en La Plata’. Y aparte, otra cosa que quiero destacar de mi papá, que además de excelente escritor, era un padre que nos enseñaba. Y me dejó una enseñanza que me gustaría que transmitieras: que hay derecho y obligación de ser feliz hasta el último minuto de tu vida. Mi papá se volvió a casar por tercera vez a los 89 años. Eso es apostar a la vida”, evoca y sigue: “Era un tipo al que además del futbol le gustaba el tango, el folklore, el jazz. La música en general. En mi casa, cuando yo era chica, se escuchaba radio municipal y radio nacional. Mamá escuchaba música clásica. Y después tuvimos tocadiscos cuando nos regaló el winco. Nos trajo el winco a mi hermana y a mí”.
“La educación, la salud, la justicia, tienen que ser pública”
A modo de cierre le preguntamos por la situación de la cultura en este momento que fue objeto de tantos ajustes y ataques: “No me voy a meter en política, pero tiene que haber una inversión. Nosotros en mi familia somos formados en la universidad pública. Todos fuimos a la universidad pública y a la escuela pública. Y es una inversión, como la salud. El cuñado de mi papá, Manuel Guerra, era el director del Hospital, aparte que trabajaba en una clínica. La educación, la salud, la justicia, tienen que ser pública”. La propia edición de las obras está condicionada por la situación: “Gustavo Martínez, director de la Eduner dijo en la presentación que en este momento todos los proyectos editoriales están no te digo amenazados, pero por lo menos retrasados. Y no me voy a meter en la polémica nacional, pero yo, nací inmersa en la cultura. Nosotros vivíamos en una casa muy pequeña, de dos ambientes, y estaba llena de cuadros y un mural en la pared sobre ‘Las tierras blancas’ de Cachete González. No puedo imaginar a mis hijos, sin libros y sin cine. La casa donde yo me crié, era una casa minúscula, pero además de Cachete venían los escritores. Juanele vino a su vuelta de China, y comía un pedacito de pan con la delicadeza que tenía, esa misma delicadeza increíble de contarte la historia más tremenda de una manera tan poética que la hacía hermosa. Y tiene que haber una inversión en la cultura porque no por casualidad en Gualeguay hay tantos escritores. Si vos tenés millones de analfabetos no sé cuántos escritores van a salir de un pueblo”, finalizó.
Quedan muchos temas pendientes y algunas puntas. La posibilidad de hacer un circuito turístico cultural serio y respetuoso. El agradecimiento a la Biblioteca Mastronardi que sostiene estas actividades contra viento y marea. El trabajo de Alfonsina Kohan y Evangelina Franzot que ameritan notas aparte. Y el recuerdo de Juan José Manauta que pide a gritos ser leído en todas las escuelas de la ciudad. Si no conocemos nuestra propia cultura mal podremos ser fieles a nuestra identidad.