Cultura
Amaro Villanueva y una obsesión de cuarenta años
En tiempos en los que las tesis se convierten en tesinas y las películas en reels, vamos a contar la historia de un hombre que le dedicó más de la mitad de su vida a una investigación.
por Santiago Joaquín García
Nació en Gualeguay el 13 de septiembre de 1900 y falleció en la ciudad de Buenos Aires el 5 de agosto de 1969. Como periodista formó parte de las redacciones de El Diario, El Litoral y se embarcó en la creación de numerosas publicaciones que supieron marcar agenda en su época. Su militancia lo llevó a ser uno de los principales promotores y presidente del Círculo de Periodistas de Paraná y también candidato a gobernador de Entre Ríos en representación del Partido Comunista. Como escritor se destacó en el ensayo, prestando especial atención “a las cosas nuestras”, según sus propias palabras. A la hora de definirlo, sus contemporáneos y algunos discípulos y estudiosos de su obra no ahorraron elogios. “Si me impusiera filiar a Amaro Villanueva con una sola voz, diría que fue un Maestro (con mayúsculas)” dijo Juan José Manauta. “Hemos perdido un hombre plenamente identificado con el espíritu de nuestro país y, especialmente, con el espíritu de su provincia natal, de la cual fue intérprete agudo y vocero memorable”, lo despidió Carlos Mastronardi. Forma parte de las figuras destacadas del Paseo de Lectura inaugurada el año pasado en el bosque de los recuerdos, cerca de la entrada del Parque Quintana. Ese mismo lugar que recorrió con su amigo Juanele, y hasta fue fuente de inspiración para pensar poesías a cuatro manos (“No salgamos del parque todavía”), hoy le rinde homenaje. Alguna vez, tuvo una relación hostil con la ciudad, como lo expresa en su ficha autobiográfica:
“Soy de Gualeguay. Lo confieso con entera vergüenza política”.
Sin embargo, más allá de esta polémica, que nunca le impidió amar las cosas lindas de nuestro pueblo, en este texto nos vamos a centrar en una investigación suya que no tuvo límites en materia de extensión y exhaustividad: sus estudios sobre el mate.
El mate: costumbre nacional
En el tema que nos ocupa, sus libros siguen siendo material de referencia para comprender un aspecto central de nuestra cultura. Villanueva a la hora de definir el mate deja en claro la importancia que le confiere al considerarlo: “la costumbre popular de mayor significación cultural en la vida argentina y de raíces más profundas en la existencia del hombre en América del Sur”, dice en sus obras completas editadas en 2010 por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Si uno googlea ‘mate’, y entra en el artículo de Wikipedia que desarrolla toda la información disponible sobre la infusión, Villanueva es una de las fuentes bibliográficas mencionadas. A tal punto llega la importancia de Amaro como investigador de nuestra cultura. Ahora bien, ¿cómo llegó a convertirse en semejante fuente de referencia? Escuchemos lo que nos dice en la introducción de su obra “El arte de cebar”:
“Desde hace muchos años –más de treinta- vengo recogiendo testimonios y antecedentes relativos a la costumbre nacional del mate”.
El Método Villanueva era minucioso. Cada vez que escuchaba una frase, una anécdota, una palabra, una canción, o cualquier referencia vinculada con el mate, lo anotaba en una ficha. Estas fichas se fueron acumulando durante más de cuarenta años (después de esta edición citada del arte de cebar, siguió adelante con su investigación). A su vez, coleccionaba distintos tipos de mates, de todas las épocas y variedades. Su objetivo era sistematizar una tradición popular, mayormente transmitida en forma oral y desordenada, y llevar ese trabajo a los estándares de la investigación científica (algo que él modestamente llama “estudios folclóricos”). Esa verdadera obsesión investigativa la volcó en más de cuatrocientas páginas y cuatro libros: El arte de cebar, El mate a través del arte, El lenguaje del mate y La boca del mate.
¿Quién inventó el mate?
Esta pregunta que, desde luego, no tiene un nombre como respuesta, escondía un debate profundo sobre la relación entre conquistadores y pueblos originarios en América. Algunos textos escritos por adelantados y cronistas de indias, destacaban que el mate era un invento de la Compañía de Jesús, cuyos miembros son conocidos como Jesuitas, y de hecho lo llamaban el “té de los jesuitas”. Estas afirmaciones sostenían que los guaraníes habían aportado el cultivo de la planta, pero la costumbre era un producto de la tecnología aportada por los españoles. Amaro Villanueva destroza esta teoría con una potencia implacable. Uno de los argumentos que utiliza es la propia lengua guaraní que tiene palabras para cada uno de los elementos que conforman el arte o técnica de cebar mate:
“La pava o caldera también tiene su nombre propio en guaraní: itacuguá. Algunos dicen itacuguara. La primera forma de la voz, que es la clásica, es compuesta de í (agua), tacú (caliente), y guá (recipiente)”.
Villanueva detalla cómo los guaraníes desarrollaron el cultivo de la planta del mate, de la planta de la yerba, la producción de bombillas con juncos y este recipiente para el agua caliente. Recorrer sus páginas es conocer cómo se formó esta costumbre que nos acompaña desde antes de la llegada de los conquistadores.
Agua hervida e higiene de bombillas
Una de las primeras cosas que nos enseñan cuando cebamos mate es que el agua no debe hervirse porque se lava muy rápido. Ahora bien, ¿sabemos por qué? Villanueva otorga una respuesta científica a esta advertencia.
“¿Por qué razón el agua hirviente impide el desarrollo de la infusión de curso ininterrumpido, que es el mate, precipitándola en decocto o mate cocido?”, se pregunta Villanueva, y un científico le contesta:
“El agua en su estado natural, lleva disuelta una cantidad de aire, que expulsa al entrar en ebullición … y al expulsar el aire que llevaba disuelto entre sus moléculas … adquiere su máxima capacidad como disolvente y eso explica que al verterla sobre la cebadura contenida en el mate, extraiga de esta la totalidad de sustancias solubles o su mayor parte”. Así de preciso es su estudio sobre el mate.
Sin embargo, sus estudios también tienen consecuencias prácticas. Por ejemplo, al responder a la pregunta sobre cómo limpiar la bombilla hace una diferenciación de clase social. Mientras que en el siglo XIX las bombillas se mandaban a limpiar por el platero, después llegaron los tiempos del bicarbonato. Claro está que para las personas que no tienen dinero suficiente (el mate iguala como pocas costumbres) también hay un recurso. Si uno hierve la bombilla con cáscaras de papa, podrá lograr que todo el sedimento de color negruzco se le desprenda.
Mate y pinturas
Hasta ahora veníamos desarrollando diferentes capítulos de El arte de cebar, pero dijimos que Amaro Villanueva había dedicado cuatrocientas páginas a esta costumbre. Vamos a hablar de una obra que a la distancia adquiere mayor relevancia: El mate a través del arte. Pintores de primer nivel decidieron ilustrar textos de Villanueva sobre el mate. Veamos la lista: Antonio Berni, Carlos Alonso, Juan Carlos Castagnino, Roberto “Cachete” González, Enrique Policastro, entre otros. Más allá de la belleza de los cuadros que decidieron pintar, lo que nos permite esta lista es comprender el lugar que ocupaba Villanueva como ensayista, para que la primera plana de la pintura nacional decidiera ilustrar sus textos.
El lenguaje del mate
Además de investigar todo lo relativo a la técnica de cebar mate, Villanueva entendía que la costumbre era una excusa para el encuentro. Por eso, dedico buena parte de sus fichas a analizar cómo comunicamos a través del mate. Vamos con algunas de sus sentencias, muy divertidas, por cierto.
Brindar un mate recién aprontado, significa: Complacencia, regocijo por la visita o “te esperaba”, según el caso.
Un mate lavado: Aversión o enemistad.
Un mate frío: Indiferencia o poca consideración.
El mate encimado: Cansancio o fastidio.
Mate con miel: Casamiento.
Otras consideraciones
Amaro Villanueva, como pudimos ver con estos breves apuntes sobre su investigación sobre el mate, ha sido un ensayista destacado de nuestra cultura. Sus intereses no se agotan en el mate, y le ha dedicado memorables páginas al estudio de todo lo que él pudiera identificar dentro de su canon de “cosas nuestras”. Cuando se fue a vivir a Buenos Aires no se quedó en la nostalgia y fue uno de los fundadores de la Academia Porteña del Lunfardo. Por todo esto que decimos se notará que en una nota no podemos agotar su figura. Lo que sí consideramos que es nuestro deber es poner al alcance de nuestro pueblo a estas grandes personalidades que nos colgaron el mote de Capital de la Cultura de Entre Ríos. La próxima vez que ponga la pava en el fuego, recuerde el nombre de este hijo de nuestra tierra.
RECUADRO Otros libros de Amaro Villanueva
“Crítica y pico”
“El ombú y la civilización”
“Garibaldi en Entre Ríos”
“Versos Gauchipolíticos”