Por Pbro. Jorge H. Leiva
Amistad en tiempo de pandemia
Días pasados hemos celebrado lo que desde hace unos años se ha dado a llamar como el "Día del amigo".
Refiriéndonos a este tema, es bueno que hagamos algunas consideraciones: Lo primero para decir es que, por todas sus características, la amistad nunca puede ser multitudinaria.
Podemos tener muchos conocidos y contactos, pero pocos amigos. Y, al igual que el año anterior, en este, la pandemia nos vuelve a poner en situación de distancia respecto a mucho de nuestros amigos de siempre. A su vez, dicen los que saben que un estilo de vida ajetreado, frenético, superficial y narcisista, como el de nuestra civilización, nos había hecho creer que se puede tener "un millón de amigos" como decía la canción de la década del 70. Pero otros estudiosos aseguran que la capacidad cognitiva de los humanos permite tener hasta 150 relaciones y que de esos, solo 4 (o como máximo 6) pueden llegar a ser amigos íntimos. Y esta relación de nivel superior sólo puede mantenerse si los sentimientos y las acciones son mutuos, es decir, si fluyen desde ambas orillas como un puente. Por otro lado, las demás relaciones se renuevan cada cinco o siete años. Esto es así en tiempo de pandemia o en los otros.
Ahora bien, quizás el virus haya venido, entre tantas otras cosas, a preguntarnos acerca de quiénes son nuestros verdaderos amigos...Y es tiempo de revisar y responder. Para eso, recordemos que el buen filósofo Aristóteles, hace unos 2.300 años, decía que existen tres modos de amistad, a saber: La que nace del placer, la que es fruto de una especie de pacto de utilidad y la que brota de la virtud y la búsqueda del bien. La primera de ellas, o sea, la que parte del placer, es más común en los jóvenes y cambia fácilmente, porque si cambia la edad, también lo hace el placer. La segunda, que nace desde la utilidad, se basa en el amor a los otros porque nos son útiles (pensemos en los amigos que hacen tratos solo para trabajar en una empresa, por ejemplo). Pero decía el filósofo griego que la tercera, la amistad en la virtud, es la de los mejores amigos. En suma, la amistad en la virtud es la amistad única: tales amigos serán buenos en sentido absoluto. Esta es la virtud de un ser naturalmente bueno, por tanto, absolutamente agradable y estable, por eso, no hay amistad estable sin confianza y no hay confianza sin tiempo; es preciso someterla a prueba. Esta es la auténtica amistad, la verdadera, la que se funda en el bien y, por tanto, no exigen del amigo nada externo, pues el sentimiento se cifra en el anhelo del bien para el amigo, porque ese bien es su fin y su causa. Este tipo de vínculo sólo puede darse en hombres que no cambian de parecer y cuyo carácter es estable. La tradición hebrea (en Eclesiástico 6 dice bellamente): "Sean muchos los que estén en paz contigo, mas para consejero, uno entre mil. Si te echas un amigo, échatelo probado, y no tengas prisa en confiarte a él.
Porque hay amigo que lo es de ocasión, y no persevera en el día de tu angustia. Hay amigo que se vuelve enemigo, y descubrirá la disputa que te ocasiona oprobio. Hay amigo que comparte tu mesa, y no persevera en el día de tu angustia. Cuando te vaya bien, será como otro tú, y con tus servidores hablará francamente; mas si estás humillado, estará contra ti, y se hurtará de tu presencia. De tus enemigos apártate, y de tus amigos no te fíes. El amigo fiel es seguro refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor le encontrarán".
Por último: en este tiempo de pandemia, quizá hemos tenido un amigo que ha sido visitado por la "hermana muerte", como decía San Francisco. Si somos de veras creyentes recemos por su descanso eterno y pidamos la gracia de celebrar el día del "Amigo Eterno", donde todo es absolutamente agradable y estable.