Aniversario
Bomberos Voluntarios de Gualeguay. Una institución orgullo de Gualeguay y del país
El 13 de mayo de 1974 es la fecha en que se registra el acto fundacional de la Sociedad de Bomberos Voluntarios de Gualeguay en la sede de Seguros Hermes, (hoy AFIP). Fue fruto de muchas reuniones, contactos, gestiones, avances y retrocesos que se produjeron durante bastante tiempo. El acta designa la asistencia de Juan B. Larrateguy, Antonio Alfredo Roldán, Juan Machiavello, Manuel Eseyza, Pedro Ronconi, Ricardo Brethauer, Juan Carlos Cánepa, Mario Ramón González, Ricardo Rodolfo Roselli, Armando Eleuterio Coronel, Gustavo Sergio Ibarra, José María Carril, Carlos Alberto Reynoso, Alfredo Dellagisutina, Horacio A. Telenta, María del Carmen Rodríguez Vivanco, Alfredo Alberto Costantini, Raúl Carlos Rauch, Raúl Enrique Reynoso y José Domingo Plazaola. Preside Carril, se aprueban los estatutos y se designa la primera Comisión Directiva
La ciudad los necesitaba
A principios de la década de 1970 se advertía en Gualeguay cierta desprotección por la falta de elementos adecuados y personal entrenado para combatir incendios. Una modesta autobomba y algunos agentes policiales afectados a su servicio, con asiento en la jefatura de policía departamental, denunciaban una insuficiencia que se ponía de manifiesto cada vez que la presencia de los bomberos era requerida. A esto se sumaba que el crecimiento de la ciudad demandaba otro tipo de atención, reclamando periódicamente por el Centro Económico Gualeguay a las autoridades provinciales sin lograr respuestas valederas. La respuesta a esta necesidad se encontró en la iniciativa de su propia comunidad, en un grupo de gente joven y de trabajo que hasta el momento no había manifestado a través de ninguna entidad o sector determinado, las inquietudes creadoras y el empuje puestos de relieve cuando asumió la responsabilidad de organizar un cuerpo de bomberos voluntarios.
Las anotaciones son escasas y difusas, pero no resulta dificultoso recordar el empeño de José María Carril, mecánico y Mauricio Oscar Suárez, que fuera luego director de la Unidad Penal local, quienes con otros entusiastas comenzaron por septiembre de 1973 a conversar sobre la posibilidad de dotar a Gualeguay de un adecuado cuerpo de bomberos voluntarios. Ya a esa altura se habían alcanzados algunos logros: la Doctora María del Carmen Rodríguez Vivanco, en su condición de abogada ofrecía sus servicios profesionales para todo lo concerniente al asesoramiento legal, redacción de estatutos, organización, etc.; los Bomberos Voluntarios de Lanús, provincia de Buenos Aires, respondieron al pedido de brindar su experiencia en el tema; la Dirección de Institutos Penales de Entre Ríos se mostraba dispuesta a facilitar el sector este de la Unidad Penal, sobre calle Misiones entre Primer Entrerriano y Pellegrini, para su funcionamiento –varias personas, en su mayoría jóvenes, manifestaban sus deseos de incorporarse al cuerpo, la Escuela Técnica Nº 1, Vialidad Provincial, el Taller Mecánico el Negro y la empresa de ómnibus Ciudad de Gualeguay, se anotaban entre los primeros y decididos apoyos recibidos por el significativo proyecto.
Labor inicial
La Sociedad estaba en marcha. Era necesario concretar su organización, inscribir y preparar los bomberos voluntarios, equipar al cuerpo con vehículos y elementos apropiados y obtener el debido asesoramiento de otras entidades similares. Así paulatinamente, en todo caso con cierta lentitud en algunos aspectos, pero con seguridad se avanzó.
Dado que la Dirección de Institutos Penales dio marcha atrás y no autorizó la instalación del cuartel en su dependencia local, se vieron obligados a buscar otro lugar para el asentamiento del cuerpo y se logró así la cesión temporaria del inmueble ocupado por el Círculo de Pilotos General San Martín la ex Avenida Reconquista, hoy Pte. Perón. Adaptar su hangar y demás dependencias a las exigencias de un cuerpo de bomberos con guardia permanente (garage, depósito de agua, taller, cocina, dormitorio, oficina de guardia) fue una tarea frente al tesón de aquellos iniciadores.-
Simultáneamente se multiplicaban las gestiones para dotar al cuerpo de una autobomba adecuada a las exigencias de la ciudad en crecimiento. Esto se lograría recién en 1976 cuando el cuartel de la ex Avenida de la Reconquista estaba ya listo para albergar unidad y posibilitar su funcionamiento pleno.
Llegaron las primeras unidades propias
Un subsidio de 30 de millones moneda nacional, otorgado por el gobierno provincial, fue el punto de partida para la compra de la primera unidad. Para poder completar el pago de la misma, que ascendía a 130 millones de la moneda referida, se tuvo que apelar a préstamos bancarios otorgados personalmente a miembros de la comisión directiva, pues la sociedad carecía de personería jurídica, y avalándose con patrimonios personales de los dirigentes una deuda de 105 millones de pesos ante la Federación Argentina de Bomberos Voluntarios que financió la operación y se unió a este esfuerzo la buena disposición de la Sociedad de Bomberos Voluntarios de Quilmes, provincia de Buenos Aires, vendedora de la autobomba.
En agosto de 1976, logró así la sociedad su autobomba Nº1, Ford F 600 de 5000 litros de capacidad, cuatro líneas de mangueras y escaleras. Casi de inmediato, la jefatura de policía departamental transfirió su vieja unidad, señalada en adelante como autobomba Nº 2, motivo por el cual se considera ese año como el del despegue definitivo de la institución.
La tan ansiada sede propia
A esas incorporaciones de equipos se sumó la decisión de la Municipalidad de Gualeguay, cediendo el terreno situado entre 25 de Mayo y Tagnard para edificar allí el cuartel definitivo de los Bomberos Voluntarios. La construcción demoraría un par de años en concretarse, al igual que su escrituración, suscripta recién por el intendente Armando Freyre en 1979.
A fines de 1976 la sociedad evidenciaba un franco avance hacia su afianzamiento y ya había comenzado a prestar servicios, demostrando la necesidad de su creación y de su progreso. Una inscripción masiva de socios, lograda a través de Radio Gualeguay, permitió medir por entonces el respaldo público que la nueva entidad había alcanzado en poco tiempo. A fines de ese año los bomberos debieron desplegar una gran tarea en distintos lugares de la ciudad, duramente castigada por una fuerte tormenta y la más destructora granizada de que se haya tenido memoria entre los gualeguayenses.
Poco tiempo después, a principios de 1977, se adquirió un furgón al que se le hicieron las reformas necesarias para adecuarlo al servicio de ambulancias. Este vehículo prestaría también valiosos servicios. Poco más tarde, la Dirección de Defensa Civil de Entre Ríos proveyó a la sociedad de una ambulancia Gladiator y de un grupo electrógeno portátil.
Sin llegar todavía a la modernización total, en dos años y medio el cuerpo de bomberos de Gualeguay estaba ya convenientemente equipado y en plena actividad.
Bautismo de Fuego muy exigente
Si bien habían tenido varias intervenciones en incendios, accidentes, rastreos del río, traslados de enfermos y auxilios diversos que habían corroborado la eficiencia del nuevo cuerpo, éste no había afrontado aún al comenzar 1977 un verdadero bautismo de fuego, es decir dura lucha sostenida frente a un siniestro implacable. Pareciera que el destino hubiese estado aguardando que el cuerpo alcanzara un mediano equipamiento y sus hombres cierta experiencia, para probar a los hombres de Gualeguay ante una circunstancia verdaderamente difícil y peligrosa. Y esto ocurrió en la tarde del caluroso 6 de febrero de 1977. A las 14.45 se advirtió en un depósito comercial atestado de mercaderías, propiedad de Emilio Aschkar, sobre calle Belgrano, en cuya esquina el comerciante poseía su negocio de almacén. Pronto el depósito se transformó en una inmensa hoguera, pese a la premura con la que acudieron los bomberos. El fuego devoraba todo, por momentos aumentaba y amenazaba con derrumbar el edificio y propagarse a inmuebles linderos. Mientras se pedía y esperaba el refuerzo de los Bomberos Voluntarios de Gualeguaychú, el cuerpo activo de Gualeguay luchaba con el apoyo de una ambulancia, médicos y enfermeros presentes allí para auxiliar a los jóvenes bomberos que experimentaban los efectos del humo y el intenso calor. Las explosiones de los envases se sucedían, dando un matiz más dramático a la situación. Al atardecer el fuego había sido circunscripto, per la lucha terminó a la medianoche, con pérdidas cuantiosas. Por su parte, los Bomberos de Gualeguay, habían alcanzado su mayoría de edad en esa terrible jornada.