Gualeyos por el Mundo
Camila Correa, una astrónoma de Gualeguay, desde Amsterdam
2ª parte
Hoy compartimos la 2ª parte de la interesante nota de Camila Correa, joven gualeya, investigadora, quien desde hace 4 años vive en Amsterdam, capital de los Países Bajos. Allí, Camila fue premiada con un subsidio llamado VENI que les son otorgados cada año a 160 jóvenes investigadores de cualquier nacionalidad, lo cual hizo de la universidad de Amsterdam su lugar de trabajo por los siguientes años
Muchos años de estudios
Cuando hago una pausa en el trabajo y trato de ordenar mis largas anotaciones e infinitas cuentas, me es imposible no recordar mis días como estudiante. Cuando terminé el secundario en el Colegio San José, me mudé a la ciudad de La Plata para hacer la carrera de licenciatura en Astronomía. Recuerdo el invierno del 2009 cuando estaba asistiendo a clases sobre la teoría de la relatividad general. Durante esos días pasaba junto a mis compañeros de cursada largas horas aprendiendo la confusa notación de Einstein de índices que implican sumas, para poder resolver las aún más confusas ecuaciones de relatividad. Sin embargo, a diferencia de mis compañeros, para a mí cuanto más confusa y odiosa parecía la matemática, más me gustaba! Además, la teoría me daba mucha intuición de la física subyacente que describe, sobre como las tres dimensiones espaciales se pueden unir con la temporal para formar el campo espacio-tiempo que en principio es plano, pero puede ser curvado por la fuerza de gravedad que genera un objeto como una estrella o un agujero negro.
Después de 5 años, poco antes de terminar la carrera comencé a contactarme con universidades en el extranjero; quería hacer mis estudios doctorales fuera del país. Envié aplicaciones de ingreso a varios lugares y la universidad de Melbourne en Australia fue una de las primeras en otorgarme una beca y proyecto de doctorado. Me llamó la atención Australia, era un país del que sabía muy poco, pero me interesó aun más el proyecto de investigación que me ofrecían. Así que con 24 años, armé la mochila y me despedí de mi familia y de Gualeguay, sabiendo que en el futuro pocas veces los volvería a ver.
Le vi la cara al mundo
A veces ocurre que me encuentro con alguien que me pregunta ¿por qué te fuiste a vivir al extranjero? Si la persona no me conoce me es difícil responder con honestidad. ¿Cómo explicarle que le vi la cara al mundo cuando tenía 17 años? y que después de eso sólo quise conocer más de él. Existe, sin embargo, un grupo de personas que poco me conocen pero saben exactamente a lo que me refiero. Me los volví a encontrar un caluroso día del mes de agosto del 2018, estábamos en París y formábamos sin duda un grupo de lo más peculiar. Todos nos habíamos conocido en el año 2005, cuando habíamos llegado a Huntsville en Alabama, Estados Unidos, para pasar 10 días en un centro espacial y de cohetería de la NASA.
Con 17 años todos coincidíamos en haber vivido la experiencia de nuestras vidas. Nuestro propósito en la NASA era hacer un entrenamiento como astronautas, aprendiendo sobre el manejo de los transbordadores espaciales y la experiencia de la caminata lunar. Yo llegué a la NASA a través de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales en Argentina, que en aquel entonces organizaba una competencia para estudiantes de secundaria de entre 15 y 17 años. Aquellos que presentaran un excelente trabajo de investigación relacionado al espacio y demostraran un buen manejo del inglés, ganarían un lugar en el campamento espacial internacional de la NASA.
Si bien las actividades en el centro espacial fueron increíbles, años después entendí que lo que más me impactó fue la experiencia de pasar las 24 horas del día conviviendo, comunicándome y coordinando actividades con chicos de todas partes del mundo. La NASA fue un gran shock cultural que me dejó ansiosa por conocer más del mundo. Con los años aproveché cada ocasión que se presentaba para poder viajar, y hoy guardo conmigo momentos inolvidables, como ver cruce de wombats en un sendero en Tasmania (Australia), ir a safaris nocturnos en Kruger (Sudáfrica), tomar té de menta y azúcar en la Medina de Fez (Marruecos), charlar con monjes budistas en Luang Prabang (Laos), oír melancólicos cantos de fado en Lisboa (Portugal), bailar tango hasta el amanecer en París, correr con los ensordecedores gritos de aliento de la multitud en la maratón de Nueva York.