Pbro. Jorge H. Leiva
Comunicación: Verdad en el amor
Este domingo recordamos la Ascensión de Jesús y, como todos los años, en esa oportunidad el Papa nos invita a celebrar la Jornada Mundial de los Medios de Comunicación, que este año tiene como lema un texto paulino que dice: Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15).
Dice el sucesor de Pedro: “Tras habernos ejercitado en la escucha —que requiere espera y paciencia, así como la renuncia a afirmar de modo prejuicioso nuestro punto de vista—, podemos entrar en la dinámica del diálogo y el intercambio, que es precisamente la de comunicar cordialmente. Una vez que hayamos escuchado al otro con corazón puro, lograremos hablar «en la verdad y en el amor». No debemos tener miedo a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda, sino a hacerlo sin caridad, sin corazón. Porque «el programa del cristiano —como escribió Benedicto XVI— es un “corazón que ve”». Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sintonizarse en la misma longitud de onda, hasta el punto de que se llega a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro, que nos permite mirarnos los unos a los otros con compasión, acogiendo con respeto las fragilidades de cada uno, en lugar de juzgar de oídas y sembrar discordia y divisiones”. La comunicación tiene que ver, por un lado, con la espera y con la paciencia. Por eso no hay diálogo cuando hay ansiedad o cuando pregunto para responderme yo mismo de modo auto referencial, ni cuando sólo hablo para hacer callar al otro o callo sin escuchar, mientras reviso mi celular. Tampoco hay diálogo cuando parto del “dogma” que me hace creer que el otro no tiene nada para decirme o que ya lo escuché y que, por lo tanto, puedo agredirlo: a eso hoy día se le llama “cancelación”. Tampoco hay diálogo sin caridad: no puedo escuchar de veras a quien no aprecio o, al menos, a quien no tengo la intención de apreciar, pues sólo se conoce lo que se ama, lo que se acepta con afecto en su alteridad. El papa en su mensaje recuerda también a San Francisco de Sales diciendo: “Fue Obispo de Ginebra al inicio del siglo XVII, en años difíciles, marcados por encendidas disputas con los calvinistas. Su actitud apacible, su humanidad, su disposición a dialogar pacientemente con todos, especialmente con quien lo contradecía, lo convirtieron en un testigo extraordinario del amor misericordioso de Dios. De él se podía decir que «las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones» (Si 6,5).
Queridos lectores: En el tiempo de las grietas donde pareciera que el que piensa distinto es un enemigo, tenemos el enorme desafío de reaprender el camino del diálogo en el que la verdad (incluso la que incomoda) esté conjugada con la ternura y en el que la corrección y el consejo no estén signados por la violencia física, verbal o simbólica, sino por la humildad y la fraternidad. El Espíritu que es el Amor que une al Padre con el Hijo ha de ayudarnos a tener “un corazón que ve” y a poner en marcha bellos caminos vocacionales en los que juntos busquemos la verdad y mutuamente sintamos el latido de nuestros corazones: yo el tuyo y vos el mío.