por Santiago Joaquín García
Cuando Entre Ríos salvó a la yerba mate de su desaparición
Esta semana se difundió que nuestra provincia sigue siendo la primera en consumo de yerba todo el país. Aprovechamos la noticia para mezclar actualidad e historia de la bebida nacional y una yapa local.
Pese a la crisis económica, la yerba mate se ha sostenido en producción y venta. El Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) indicó que Entre Ríos es la primera en el mercado interno y en el consumo de yerba por persona. La cifra supera el promedio nacional. En diálogo con medios provinciales, el titular del INYM, Nelson Dalcolmo, aseguró que en el país se registró “una caída en la salida de molino, es decir, la yerba mate empaquetada que sale hacia los centros comerciales”.
De acuerdo al último informe elaborado por el Instituto, Entre Ríos sigue siendo “la primera provincia en consumidores de yerba mate per cápita”. Dalcolmo señaló que “a nivel nacional, el consumo promedio per cápita de yerba mate es de 6,4 kilos por año”, mientras que, en Entre Ríos ese consumo anual “está por encima de los 10 kilos por año” por habitante.
La especulación
Las grandes cadenas de supermercados y centros comerciales del país especularon con una disparada del dólar. Sin embargo, ante la falla en sus cálculos, lejos de perder las grandes cadenas decidieron vender el stock que tienen antes de salir a comprar el producto. Dalcolmo cerró su entrevista augurando: “Ya se empezó a mover nuevamente la compra desde las cadenas comerciales hacia los molinos. A esto lo sabemos por las declaraciones juradas y por la compra de estampillas, ya que todo paquete que está en góndola debe tener adosada una estampilla de tasa de fiscalización y control, que la vendemos en el Instituto Nacional de la Yerba Mate”.
Una historia poco conocida
Uno de los libros más indispensables que se ha escrito en el periodismo entrerriano contemporáneo es “Entre Ríos secreta” de Jorge Riani. Entre tantos relatos que allí se pueden encontrar (algunos sobre Gualeguay, como el paso de Garibaldi por nuestras tierras) tenemos uno maravilloso sobre el rol de nuestra provincia para el desarrollo de la industria del mate. Lo leemos a Riani:
“Entre Ríos y sus cercanías fue el destino de no pocos científicos de renombre que buscaban extender los límites del conocimiento humano. Aimé Jacques Alexandre Goujaud Bonpland fue uno de ellos. En estas tierras firmaba de un modo más simple: Amado Bonpland. Llegó de su Francia natal a América del Sur tras un intenso viaje (…)La vida de Bonpland fue muy movida en estas tierras y no le faltaron ingredientes. Recorrió miles de kilómetros en canoa, buscó plantas exóticas, tuvo romances e hijos con varias mujeres y en tren de abrir horizontes al conocimiento, fue apresado por fuerzas paraguayas, al mando del dictador Francia, que lo tuvieron preso durante casi nueve años. Pero sin dudas, la hora perdurable, merecedora quizás de integrar una selecta lista de acciones científicas con mayor repercusión, social, fue la introducción de la yerba mate en lo que hoy se conoce como Argentina y Uruguay. ¿Qué papel jugó Entre Ríos nada más y nada menos que en esta historia de acceder a la yerba? Fue en esta geografía, por entonces República de Entre Ríos, donde Bonpland recibió el respaldo político y económico para producir a nivel industrial la planta de la infusión omnipresente en las casas del litoral argentino y más allá también.
El erudito francés llegó a Buenos Aires en 1817. “Acaso por las dificultades políticas de la época, el sabio no pudo ver satisfechas sus aspiraciones en Buenos Aires, hasta que al fin se decidió viajar a la República de Entre Ríos, cuyo jefe supremo le prestó una colaboración tan eficiente que le permitió llegar a Misiones, donde plantó su tienda de colono comenzando el cultivo y explotación industrial de la yerba mate”.
El aporte de Bonpland fue lograr que la semilla de yerba germine sin inconvenientes luego de que los tuviera todos. Si los jesuitas habían logrado multiplicar las plantaciones, el posterior abandono de los asentamientos hizo que los secretos para garantizar la germinación se perdieran en el olvido y el desconocimiento. Fue el naturista respaldado por el caudillo entrerriano Francisco Ramírez quien encontró la fórmula para devolver a la vida la yerba, ni más ni menos, y lo hizo con un sentido empresario e industrial”.
Cerramos esta referencia con una carta de Francisco Ramírez del 23 de mayo de 1821 que tiene una cuota de humor
“He visto en la Gazeta de Buenos Aires que han nombrado catedrático de Medicina a don Amadeo Bonpland. Los porteños, después de haber hecho con él un barro, quieren ahora adorarlo, sin dudas, por hallarse entre nosotros. Yo le escribo a la adjunta ofreciéndomele, como siempre. Ustedes deben tenerlo grato y al efecto. Se lo recomiendo particularmente a Ricardo (López Jordán), ansioso de que se le franquee y de que nos sirva de honor y de provecho en la República si él pone en la planta su curiosidad y útiles especulaciones”.
Gualeguay y la industria del mate
Hace cerca de cien años, cuando el gualeyo Amaro Villanueva comenzó su investigación sobre la costumbre de “yerbear”, según sus propias palabras, había muy pocos textos escritos sobre la materia. Encontrarse en nuestros días su nombre entre las referencias principales en la enciclopedia virtual Wikipedia nos llena de orgullo, pero también de responsabilidad con aquellas raíces que nos constituyen. En su obra ‘El arte de cebar’, Villanueva no se anda con vueltas a la hora de resaltar la importancia de la infusión: “Es la costumbre popular de mayor significación cultural en la vida argentina y de raíces más profundas en la existencia del hombre en América del Sur”. Una de las cosas más destacadas de sus investigaciones que se sostuvieron durante cuatro décadas y más de trescientas páginas es que logra demostrar el origen enteramente guaraní de la costumbre, incluso en la confección de bombillas y la utilización del agua caliente con recipientes propios de los pueblos originarios.
La palabra mate deriva del quechua mati, que se refiere al tipo de recipiente. Si bien existen diversas variedades (madera, plástico, vidrio, cerámica), la mayoría de las personas sigue eligiendo los mates que provienen de las plantas cucurbitáceas. Sus dos modelos más estandarizados se llamaron históricamente el poró y la galleta.
Estas calabacitas que siempre han sabido dar todo tipo de utensilios a las clases populares, siguen siendo la fuente de unas de las materias primas fundamentales de la industria. Como no podía ser de otra manera en la provincia matera por excelencia, también nos destacamos por la producción de recipientes utilizados para la infusión, y Gualeguay es una de las puntas de lanza de este oficio.
Además de quienes tradicionalmente se han ocupado de esta tarea, muchas personas que perdieron su trabajo o que precisaban otra fuente de ingresos adicional se volcaron a este oficio como salvavidas o complemento y con suerte dispar lo vienen sosteniendo. Yendo a un ejemplo bien concreto, existen cerca de treinta cuentas de Instagram que venden mates en Gualeguay. Si sumamos bombillas, materas y demás accesorios, el número crece en forma exponencial. Cada fábrica de mates se sostiene con por lo menos dos personas.
En cada paso vemos cómo es imposible desligar esta industria con nuestra historia, ya que las sobadoras y el corte y las puntadas con los tientos de cuero son parte de una artesanía también vinculada a nuestra cultura más criolla y gualeya. Como en todo, acá existen las variantes como aquellas personas que realizan grabados en el exterior de las calabazas, o aquellos mates más modestos que se venden con el exterior sin forrar. Las posibilidades, algunas veces, parecen infinitas.
Si tenemos en cuenta todas las derivaciones y los oficios complementarios, estamos hablando de una industria cuyo peso no para de crecer. Y nos llena de orgullo y esperanza que así sea.
Santiago Joaquín García