123 años-Debate Pregón
Daniel Darío Vuoto: “Soy canillita desde que nací”
En nuestro país, el 7 de noviembre se celebra el Día del Canillita, que conmemora a los trabajadores de kioscos de diarios y revistas. La fecha también recuerda el fallecimiento de Florencio Sánchez, el autor y dramaturgo que acuñó el término en una de sus obras. La palabra “canillita” se refiere a los vendedores de periódicos y revistas que se mueven por las calles, o a los puestos callejeros fijos.
El término se originó en el latín canella, que significa caña, por la forma de las piernas de los niños que andaban en bicicleta repartiendo. La figura del canillita se convirtió en un símbolo de la vida urbana en el Río de la Plata. En nuestra ciudad no fue una excepción, y en nuestro diario mucho menos. Una de las figuras emblemáticas del Debate Pregón es la fotografía del primer canillita, que Antonio Castro inmortalizó en un cuadro que embellece nuestra redacción. Una de las instituciones dentro de los canillitas, y alguien que empezó desde muy pequeño haciendo honor al apodo, es Daniel Darío Vuoto, quien conversó con nosotros para evocar aquellos tiempos.
“Había que buscarlos en Carbó”
“Soy canillita desde que nací porque mi padre ya tenía reparto, y yo empecé a trabajar acá a los 7 años. Hace setenta años seguro. Los diarios en esa época venían por tren a veces y por ahí se demoraban. Llegaban a las diez de la noche, a veces a las ocho o a las nueve. Había que buscarlos en Carbó porque venían por ferrocarril. En aquel tiempo no había micro, todavía. Iba uno a Carbó y nos traía todo. El responsable en ese tiempo era Colazo, el distribuidor. Él los iba a buscar, los traía y los entregaba acá en Gualeguay. Frente al correo, así era en la época que yo empecé”, recuerda.
“Por ahí se atrasaba”
Eso medios de comunicación tenían sus complicaciones: “Traía todos los diarios: Nación, Clarín, La Prensa, que ahora sale pero muy poco. Todos los diarios que están saliendo. Las revistas venían semanales y era más fácil, pero los diarios eran más difíciles porque por ahí el tren se atrasaba, venía el otro día a la mañana y lo entregaban. No existía la comunicación que hay ahora entre celulares, radio y televisión. Nosotros íbamos en bicicleta a buscarlo acá a Gualeguay. Cuando empecé a ir a lo de Colazo, frente a donde ahora está el correo. Después se dio vuelta y hasta que ahora se maneja en dos partes: Clarín por un lado y La Nación por otro”, comenta y sigue: “En aquel tiempo seríamos seis o siete canillitas nomás. No había tantos quioscos de diarios y revistas. Éramos pocos. Y en el recuerdo de aquellos años tengo al Loco Carbone, Carlos Carbone, que le decíamos El loco. Don Rubino ahí en la calle San Antonio. Después Don Colazo. Unos muchachos Martínez que vivían por el Barrio 25. Éramos seis o siete los que distribuíamos al diario”, precisa.
Los cambios tecnológicos
Quisimos saber de qué manera influyeron las nuevas tecnologías: “Algo se ha perdido, pero no tanto. Ahora se venden muchos más diarios que antes ya que la población se ha agregado, ha aumentado. Pero en proporción no. Teníamos una proporción de diarios mucho mayor. En especial el de los domingos. Al principio, mejoró, pero ahora, en este momento está difícil por lo que ha subido el costo. Es caro. Acá los diarios de Buenos Aires no vienen el lunes, el miércoles y el jueves porque tenemos que ir a buscarlo a Buenos Aires y no nos da el costo. Entonces aumentaron mucho. En su momento, tenía 190 fijos del diario Clarín, por ejemplo, los domingos; y ahora vendo 50. Un desastre cómo ha bajado. Pero también va en el precio, en la situación económica de la gente”, se lamenta. “La gente grande lo sigue pidiendo, el club, el bar. Un día o dos días por semana. Ahora los precios de los diarios de Buenos Aires están muy elevados, pero ¿qué vas a hacer?”.
La esquina frente a El Aguila
Sus comienzos fueron en un lugar emblemático que todavía sigue en pie, frente a lo que hoy es la heladería siete colinas: “Cuando empezamos estaba mi padre, y le dieron el kiosco de la esquina. El primer kiosco que hubo en la Plaza Constitución. Era el kiosco de enfrente a la vieja Confitería El Águila. Y ahí está todavía, pero lo que pasa es que cuando llegó un problema no comercial, sino un problema político, por ahí nos quedamos sin el kiosco. Era un clásico. Estaba el bar, el boliche, la vieja confitería. Te cruzabas, te comprabas el diario, ibas a tomar un café. Y el Jockey Club que estaba siempre presente también. Y yo empecé a repartir solo ya a los diez, doce años. A los siete venía acá a la esquina, donde teníamos dos tablitas. Después mi padre pidió un espacio pero había un problema político. Hasta que un día nos dieron. Pero después nos sacaron. Era el clásico ese lugar. Al principio, estábamos ahí y no teníamos nada. Si se largaba a llover, nos íbamos en frente al Águila, a la confitería”, evoca. El mal tiempo podía complicar todo: “Siempre estaba el que se levantaba a la madrugada y ya tenía el diario abajo de la puerta. Por ahí venía el cliente, y si no tenía el diario abajo de la puerta. El problema era cuando llovía, que no se podía echar por ningún lado. Tuvimos muchas cosas buenas y muchas cosas malas también en los repartos. Cuando llovía era un desastre, terminabas mojado entero. Acá trabajábamos mi padre y repartía yo. También estaba mi hermano Raúl Oscar, que falleció. Osvaldo era muy chiquito, el otro más chico. A veces me ayudaba también Pata más que nada cuando viajaba”, explica.
“Una clientela magistrada”
Vuoto recuerda los tiempos de antes, y también se encarga de agradecer a las personas que lo han acompañado siempre: “El día del canillita ha sido un día de festejo permanente. Antes lo festejábamos mucho más, me parece. Ahora hay menos gente. Por supuesto quiero agradecer a toda la clientela que me ha mantenido y siempre hemos tratado de serles fiel. Llevarles lo más temprano posible el diario. Y así es que hemos tenido, hemos hecho una clientela magistrada. Muchísimo tiempo”, cierra.
Su otra faceta
Sin embargo, existe otro aspecto de su vida que queremos mencionar al final y es su relación con el deporte, fiel al apellido: “Era árbitro nacional de básquetbol yo. Y dirigía en la Liga Nacional. Entonces, cuando yo me iba dos o tres días, Pata, que es mi sobrino me reemplazaba. Dirigía en todo el país. El campeonato de la Liga Nacional de Básquet. Lo dirigí mucho tiempo, hasta que cumplí los cincuenta, y después me dieron tres años de gracia. Y ahí ya nunca más”, precisa. Y un club es el que identifica a la estirpe: “Tengo algunas imágenes del fútbol y de básquet. Es como un museo que tengo acá. Y sobre todo de la banda de Libertad. Porque es nuestro emblema. Nacimos ahí y bueno, a la vuelta del club vivíamos. El club era todo para nosotros. Y ahí continuamos”, cierra.