Padre Pedro Brassesco desde Bogotá, Colombia
“Desde el CELAM, nuestra tarea aquí es colaborar en diversos ámbitos de la vida de la Iglesia en todo el continente”
Cuando pensamos en la Iglesia nuestras referencias inmediatas suelen ser el Papa, el Vaticano, algún santuario o las parroquias y capillas cercanas donde se celebra la Misa.
Sin embargo, la Iglesia tiene una forma de organización, basada en la territorialidad, con otras instancias intermedias. En verdad la porción más pequeña es la diócesis, pastoreada por un obispo y que abarca un determinado territorio. Por ejemplo, nosotros pertenecemos a la diócesis de Gualeguaychú que incluye todo el sur entrerriano y es gobernada por Mons. Héctor Zordán.
Pero a su vez los obispos están nucleados en un órgano que los reúne a nivel nacional y que es la Conferencia Episcopal. Ella no tiene injerencia sobre las decisiones internas de cada diócesis, sino que es una instancia de coordinación y servicio a los obispos para tener criterios comunes en cuestiones pastorales.
Y así como en diversas instituciones, cámaras de profesionales, sindicatos o clubes están las federaciones que los vinculan en un país, además hay confederaciones a nivel continental. La Iglesia también posee un organismo que reúne a las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe y que se llama CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano).
Desde noviembre del año pasado se me ha pedido prestar mis servicios allí como Secretario General Adjunto, residiendo en Bogotá (Colombia) donde tiene su sede.
Nuestra tarea aquí es colaborar en diversos ámbitos de la vida de la Iglesia en todo el continente, siempre con un espíritu de servicio a las Conferencias Episcopales. Por eso el CELAM tiene instancias de investigación, formación, acción pastoral y comunicación que son coordinadas desde la Secretaría General a través de Centros específicos.
Recientemente se realizó una Asamblea Eclesial, una experiencia inédita que reunió a más de mil participantes de toda América Latina y el Caribe para definir los desafíos de la Iglesia en los próximos años. Fue la primera vez que un tema así no es decidido sólo por obispos, sino junto a los laicos, religiosos y sacerdotes. Los resultados fueron muy interesantes, se habló de la centralidad de Jesucristo, un mayor protagonismo de las mujeres y los jóvenes en la toma de decisiones, la familia y sus fragilidades, el clamor de los pobres y de la Tierra, la Iglesia frente a situaciones como los abusos, la corrupción, la violencia entre otras muchas realidades. Por eso hace algunas semanas fuimos a llevarle al Papa Francisco un informe sobre cómo había resultado esta experiencia que él mismo propuso. Ahora desde el CELAM tenemos la tarea de impulsar esas conclusiones y orientaciones en todo el Continente.
Es una experiencia muy enriquecedora porque a veces podemos tener una mirada de la Iglesia sólo desde nuestra experiencia o realidad particular, pero aquí se abre un panorama que refleja cómo se vive la fe con una diversidad multifacética: desde la cultura de cada lugar, acompañando situaciones como la migración o la trata de personas, las realidades de los pueblos indígenas o afrodescendientes, la piedad popular y la búsqueda de Jesucristo por diversos caminos.
Como siempre, Dios sorprende en sus caminos, y es hermoso descubrir cuán variados pueden ser y cómo la Iglesia está siempre presente con su mensaje de fe y testimonio de humanidad.