Día de "ánima. Cielo, infierno y purgatorio
Según una milenaria costumbre, los días 1 y 2 de noviembre recordaremos a todos los santos y a todos los difuntos: estos días nos ayudarán a pensar en la muerte y en nuestras responsabilidades ante ella, ya que no considerar la muerte es tener una "existencia inauténtica", como decía un filósofo del siglo XX.
Tanto para el catolicismo, como para otras religiones el misterio de la muerte nos "ubica" ante la responsabilidad, la libertad y el riesgo, porque si me entero que mañana voy a morir es muy probable que me dedique a hacer cosas sabias. (Dice la Escritura: "Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría). Ahora bien, ante la perspectiva de una muerte del sabio que supo amar (y que goza el cielo) y la del necio (que se encerró en su aislamiento egoísta) nos preguntamos: ¿Qué es el cielo y qué es el infierno? Dice una antigua leyenda china, que un discípulo preguntó al vidente: "-Maestro, ¿cuál es la diferencia entre el cielo el infierno? El vidente respondió: -Es muy pequeña, sin embargo, de grandes consecuencias. Vi un gran monte de arroz cocido preparado como alimento.
En su derredor había muchos hombres hambrientos casi a punto de morir. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en sus manos largos palillos de dos tres metros de longitud. Es verdad que llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevarlo a la boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. De este modo, hambrientos moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterna delante de una abundancia inagotable. Eso era el infierno. Vi otro gran monte de arroz cocido preparado como alimento. Alrededor de él había muchos hombres, hambrientos, pero lleno de vitalidad. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en sus manos largos palillos de dos tres metros de longitud. Llegaban a tomar el arroz, pero no conseguían llevarlo a la propia boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largo. Pero con sus largos palillos. En vez de llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros el arroz y así acallaban su hambre insaciable en una gran comunión fraterna. Juntos, solidarios y gozando a manos llenas de los hombres y de las cosas: eso era el cielo".
Pero, entonces, ¿qué es el purgatorio? Es la posibilidad de madurar el amor, de purificarlo (purgarlo); ciertamente, con una cuota de dolor, del dolor esperanzador de haber entrado en el sendero de la auto-donación. "Es que amor se escribe con sangre", como dice el adagio. Algo sé acerca de lo que significa aprender a amar en este mundo. Lo que no sé es cómo se realiza ese proceso en el otro mundo; pero sé que existe esa realidad. Y sé que, tras de mi muerte, mis amigos rezarán para que termine el camino de purificación en mi capacidad de amar.
Pbro. Jorge H. Leiva