Pbro. Jorge H. Leiva
Ejercicios del corazón
El papa Francisco habla los días miércoles en las llamadas “audiencias generales del discernimiento”. ¿Qué quiere decir esto? Los diccionarios de la red expresan que el verbo discernir refiere a distinguir o advertir algo.
Para lograr esta distinción, es necesario descubrir o determinar aquellas cualidades que diferencian al elemento en cuestión. Por tanto, entre los sinónimos del verbo que nos ocupa están también entender, apreciar, comprender, juzgar o apreciar. Mientras que, en cuanto a antónimos, tenemos que destacar algunos tales como ignorar, embrollar o, incluso, confundir.
Un verbo bellamente vecino a discernir es “cribar”: Pasar una materia por una criba para separar las partes finas y las gruesas o para limpiarla de impurezas. Así, se dice, por ejemplo: “El agricultor está cribando el trigo para separar la semilla de la paja”. Cribar es seleccionar o elegir entre varias cosas o personas para separar las que se consideran buenas o apropiadas para algo de las que no lo son.
En cuanto a las palabras del sucesor de Pedro, él nos ha dicho el pasado 5 de octubre que en primer lugar en nuestra vida tenemos que aprender a conocernos a nosotros mismos: “Conocerse a sí mismo —nuestra personalidad, nuestros deseos más profundos— puede resultar fatigoso. Pero, aunque cueste, el hecho de detenernos y profundizar en lo que hacemos, sentimos y pensamos nos ayuda a caer en la cuenta de todo aquello que nos condiciona y que limita nuestra libertad (…). Un instrumento muy valioso para conocerse a sí mismo es hacer cada día el examen de conciencia. Ver lo que pasó por mi corazón ese día.
Esta buena costumbre consiste en releer con calma todo lo que vivimos durante la jornada, reconociendo lo que nos seduce y engaña, y distinguiéndolo de aquello que es realmente importante y bueno para nosotros. Ese paciente trabajo interior nos ayuda a integrar todas las dimensiones de nuestra vida y a vivir con autenticidad en la presencia de Dios”. Lo segundo que nos aconseja el papa es descubrir nuestros deseos más profundos: “El deseo entonces es la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, es más, es la brújula para entender si estoy quieto o estoy caminando; una persona que nunca desea es una persona quieta, quizá enferma, casi muerta.
Es la brújula de si estoy caminando o si estoy quieto.” En tercer lugar, nos ha hablado de la necesidad de escribir, leer y narrar “la historia de la propia vida”. Así se refería el pasado miércoles: “Podemos decir que nuestra vida es como un libro que vamos escribiendo cada día, y cuando nos detenemos a “releer” el camino que hemos recorrido —tanto los momentos de “consolación” como de “desolación”— descubrimos la acción de Dios, que obra discreta y silenciosamente en nuestra propia existencia”.
Agregó también que debemos “acostumbrarnos a hacer este ejercicio de lectura de la propia vida, y también contar nuestra historia a otras personas, son instrumentos valiosos para el discernimiento. Por un lado, nos ayudan a reconocer los “mensajes tóxicos” que nos hacen mal —como pensar que “no valgo nada”, que “todo me sale mal” o que “nunca haré nada bueno”— y, por otro lado, nos van afinando la mirada interior para poder percibir la presencia de Dios en nuestra vida”.
En nuestro corazón -agrego yo- estamos llamados a ser como los agricultores que “criban” y distinguen semillas, a ser como las amas de casas que pasan la harina por el “cernidor” para extraer un “producto más fino”, o como el albañil que “discierne” la arena más gruesa de la más fina para determinados trabajos. Por lo tanto, tiempo bien invertido será el que dediquemos a estos “ejercicios” del corazón.