Por Pbro. Jorge H. Leiva
El que tiene plata, hace lo que quiere
Días pasados se levantó revuelo en los medios de comunicación por un discurso que pronunció el papa Francisco.
En treinta segundos -y en medio d un discurso que duró media hora- el sucesor de Pedro hizo referencia a una enseñanza de siempre de la Santa Madre Iglesia que afirma que el destino común de los bienes es anterior a la propiedad privada.
En efecto, casi como al paso afirmó lo siguiente: "Siempre, junto al derecho a la propiedad privada, existe el derecho prioritario y precedente de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso". Y agregó: "A veces, al hablar de propiedad privada, olvidamos que es un derecho secundario, que depende de este derecho primario, que es el destino universal de los bienes".
Inmediatamente cierta prensa "le saltó a la yugular" acusándolo de "populista" (sin explicar mucho qué quiere decir esa palabra), de querer repartir a los que no trabajan (como si todos los que no tienen empleo tengan que ser considerados vagos), de militar en el marxismo y desalentar la inversión y la iniciativa privada. De paso, ya que estaban, al pobre papa lo acusaron de apañar las tomas de tierra de Grabois y de tener riquezas en el Vaticano como para resolver el problema del hambre en el mundo entero. Y de lo peor para un papa: se lo acusó de estar reformando enseñanzas de la Iglesia dos veces milenarias.
Decía el Concilio Vaticano II: "Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, bajo la guía de la justicia y de la caridad'. De lo que se deriva que el derecho a la propiedad privada, en sí legítimo y necesario, debe ser circunscrito dentro de los límites impuestos por su función social". Dice el catecismo: 'El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo, no anula la donación original de la tierra al conjunto de la humanidad. El destino universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su ejercicio'. Por supuesto que es un signo de dignidad y de auténtica dignificación que una familia tenga su título de propiedad de una tierra para vivir dignamente: es lo que afirma también el papa cuando habla de las 3 T: "tierra, techo, trabajo".
De esto no se habló en estos días. Además, quienes critican al papa de ese modo olvidan que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es la dificultad del acceso al crédito para las grandes inversiones de la producción y la infraestructura. A quienes les gusta prestar dinero a usura les vino muy bien las críticas que hizo cierto periodismo al papa: Los propietarios del capital se reafirmaron en su convicción de que la propiedad no tiene dimensión social. Con la consigna de que "el que tiene plata hace lo que quiere", los "inversores" se dedican a transitar en las "bicicletas financieras" y las usuras.
Respecto a este muchacho Grabois, no pensemos que es monaguillo o asesor de Francisco: es un referente de los llamados "movimientos sociales", con experiencia en la organización de cooperativas de cartoneros...o algo así. Quizá de vez en cuando algún cardenal de Roma le pregunta: "A ver Juancito... ¿contá cómo es eso de las cooperativas?"...y nada más. Respecto a las riquezas del Vaticano recordemos que son patrimonio de la humanidad y que no son propiedad del Papa; más bien son una carga porque hay que mantenerlas. Parece que el papa tiene plata...pero hace lo que Dios quiere.