EL Síndrome de Solomon y la humildad
"Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso? Esta grandeza de espíritu no se encuentra solo en algunos de nosotros; está en todos.
Y cuando dejamos que nuestra luz brille, inconscientemente permitimos que otros hagan lo mismo. Al liberarnos de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a los demás".
Marianne Williamson.
El título de esta nota se refiere al trastorno de personalidad conocido como Síndrome de Solomon al que describiré en primer lugar para luego vincularlo con la virtud de la humildad.
En 1951, el psicólogo estadounidense Solomon Asch decidió hacer un experimento en una escuela. Se trataba de comprobar el comportamiento humano dentro de un entorno social. Para ello juntó a ocho alumnos en un aula. Siete sabían lo que se proponía el terapeuta y uno no sabía nada. El psicólogo les planteaba una prueba visual muy fácil, siete de ellos debían dar una respuesta errónea para así comprobar cómo actuaba el incauto octavo. La mayoría respondió erróneamente, aun sabiendo que se equivocaban, por temor a ser el elemento discordante con el resto y quedar ridículo. El propio Asch se sorprendió ante los resultados del experimento, él siempre creyó que el ser humano era más libre para tomar sus propios caminos en la vida. El ser humano tiende a poseer una conducta gregaria (tendencia a vivir en comunidad, incluso sin distinguirse de los demás) y así queda demostrado en el experimento. Depende de la personalidad de cada uno esta tendencia será mayor o menor, pero ninguno de nosotros podemos presumir de no tenerla. Sentimos miedo a destacar, a marcar la diferencia y que esto se vuelva en nuestra contra. Vivimos en una sociedad donde los éxitos ajenos no siempre son alabados sino todo lo contrario, por esta razón muchos ocultan sus cualidades y capacidades. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Nuestra sociedad tiende a demonizar el éxito de los demás. Este acto con base en la envidia por los triunfos ajenos tiene unas consecuencias muy claras en la sociedad: somos menos libres de lo que pensamos porque estamos muy condicionados por el entorno. El miedo a ser el elemento discordante de un grupo sienta las bases de esta patología
El síndrome de Solomon es un trastorno que se caracteriza por la presencia en el sujeto de decisiones o conductas evitativas, tratando de no destacar o sobresalir sobre los otros, es decir, sobre el entorno social que le rodea.
La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría"
En este síndrome ocurre que, si nos halagan o reconocen nos produce una tremenda incomodidad.
"Humildad no es pensar que eres menos, es no creerte más"
Hemos sido educados en la escasez y en la culpabilidad más que en la abundancia y el amor propio. No es extraño que ante un talento natural nuestro, los adultos que nos rodeaban nos hicieran ocultarlo, temerlo o mostrarlo "pero sólo un poquito".
Las personas humildes consideran sus propias aspiraciones, sus victorias y derrotas como situaciones sobre las cuales no hay que alardear, es una sensación de que nadie es mejor ni peor y que ninguna persona es el centro de atención. la persona humilde es capaz de tener una perspectiva que busca el beneficio de todas las partes involucradas en una situación, mejora las relaciones interpersonales, y quien es humilde siente un grado de conexión muy importante con todos. La humildad nos permite evaluar nuestras fortalezas y defectos de manera apropiada y ello permite tener una mentalidad abierta hacia quienes piensan de un modo distinto, para no imponer nuestro punto de vista.
Hay quien dice que la humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás descubrirlas por sí mismos. Es cierto, pero la dimensión de la humildad va mucho más allá. Practicar la humildad y, por tanto, ser humilde, se trataría en primer lugar de una sencilla invitación a ver nuestras limitaciones y saber reconocerlas con el objetivo de aprender. La humildad es, ante todo, una experiencia de liberación personal. Ser humilde implica renunciar a ciertos reflejos y patrones de pensamiento de auto grandeza que nos llevan, por una parte, a sentir la necesidad de competir o impresionar a los demás y, por otra parte, a pensar que tenemos derecho a recibir un trato de favor.
La humildad, al contrario, atenúa el impulso de oponerse o superar a los demás, o de reaccionar de forma automática ante las amenazas percibidas al sentido de uno mismo. Despojarnos de esa necesidad nos conduce a un estado de liberación interior porque somos conscientes de que no tenemos que superarnos más que a nosotros mismos, implica una experiencia de crecimiento personal en la que hemos desarrollado una seguridad tal que ya no necesitamos ponernos por encima de los demás, pero tampoco nos ponemos por debajo de ellos. Significa que hemos comprendido que todos estamos al mismo nivel, desde la persona aparentemente más "importante" hasta la menos "importante", porque todo aquello que nos separa y estratifica no son más que construcciones sociales ficticias.
Cuando alcanzamos ese nivel de confianza y seguridad en nosotros mismos, nuestro ego se verá menos amenazado y será menos reactivo, lo cual nos permitirá apreciar, alabar y alentar a los demás. Eso significa que podremos mantener relaciones interpersonales más auténticas y asertivas (asertividad significa "habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás." Las personas se sentirán afirmadas, apreciadas, alentadas, validadas y nutridas emocionalmente, no sentirán que necesitan competir con nosotros. Y eso ayuda a que seamos auténticos.
Decir "soy muy bueno en lo que hago" no es lo mismo que decir "soy el mejor en lo que hago".
La humildad es reconocer la verdad propia y compartir con los demás sin caer en la inflación de la propia imagen. Es sencillez, soltar la grandiosidad y aprender a ser uno más. Reconocer, aunque relativizar las virtudes propias;
Recibimos mandatos familiares o incluso religiosos, donde se ensalza la discreción y la moderación como valores positivos y ello nos impide creer en nuestro valor, y hace que nos convirtamos en personas cautelosas, incapaces de exponernos creyendo algo así como: "progresa... pero no demasiado", "Brilla... pero pálidamente", "Sé feliz... pero no más de lo que tus padres/hermanos/amigos son o han sido". En definitiva: haz las cosas bien pero no destaques. Conjugar la humildad con la autoestima (evaluación perceptiva de nosotros mismos) es el equilibrio ideal para poder desarrollar nuestro máximo potencial. Ser humilde no implica dejarse humillar, pues la humildad no supone una renuncia a la dignidad propia como personas.
"yo soy yo y tú eres tú; no estoy en este mundo para estar a la altura de tus expectativas, y tú no estás en este mundo para estar a la altura de las mías". Fritz Perls.