Ethel
Elena Moguilevsky de Jaján, “Ethel”
Elena Moguilevsky, más conocida por todos como Ethel Jaján, ha partido de este mundo el pasado sábado 29 de enero.
Nuestra hoja tiene el honor de haber compartido largas y enriquecedoras charlas con ella y con su esposo, don Aron Jaján, quien falleció el año pasado. De la última conversación con ambos, en octubre de 2020, extractamos en memoria de Ehel el siguiente fragmento:
Le damos lugar a que Ethel participe de este intercambio de recuerdos y presente: Ethel: Con esta pandemia estamos un poco aburridos también porque es como estar en soledad; uno extraña mucho las reuniones porque siempre venían nuestros nietos y bisnietos. Tratamos de verlos a puertas abiertas, en el patio.
-Tuvimos cuatro hijos, el primero que nació fue Julio Enrique que murió muy chiquito, dolor que nos marcó mucho. Luego tres más, dos varones y una mujer, Samuel, Alicia y Luis. El primero, junto a María Angélica Gutiérrez nos dieron tres nietos y varios bisnietos; Alicia, casada con Mario Kohan tuvieron 4 hijos que nos han dado 8 bisnietos; viven en Villaguay; Luis nos dio dos nietas hermosas.
Aron: Volviendo a nuestra vida, nosotros empezamos el noviazgo cuando Ethel tenía 16 y yo 18. Yo viajaba a Basabilvaso en tren de carga para visitarla y, a veces, cuando llegaba, la familia de Ethel se iba al campo, la llevaban, y nosotros no nos veíamos. Cuando nos casamos vivimos dos años y medio en la casa de mis padres y después hicimos esta casa donde seguimos viviendo.
Ethel: Nos presentaron en Gualeguay porque yo había venido para estudiar y a vivir con un hermano que tenía un almacén. Cuando nos pusimos de novio, mi hermano no quiso saber nada de que estuviera con él y volví a Basavilbaso. Llevamos 73 años de casados. La ceremonia de casamiento fue en Basavilbaso, entré al templo con mi padre, mi madre esperaba en el frente, mis hermanos que eran ocho con sus esposas detrás de nosotros y luego mis hermanos solteros del brazo más atrás. El novio esperaba bajo la Jupá. Un comienzo del matrimonio inolvidable y siempre hemos estado y estamos junto.
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Ethel Jaján, a fines del año 2010, publicó un libro titulado “Añoranzas” que contiene, como el nombre lo indica, los recuerdos de su vida, y testimonios anteriores que recopiló de los inmigrantes judíos quienes, llegando muy pobres a estas tierras, supieron labrarse con verdadero esfuerzo un porvenir para ellos y para las futuras generaciones. En la publicación de “Añoranzas” mucho tuvo que ver su nieta Alfhonsina Kohan quien supo valorar esa recopilación que Ethel guardaba celosamente no sólo en lo escrito, sino mayormente en su exquisita memoria.
Tuky Carboni, nuestra gran escritora, inspirada por la publicación, escribió una carta para Ethel que la dio a conocer en nuestro Espacio Literario. Transcribimos unos fragmentos:
“Tantas cosas bellas que cuentas, con la expresión inconfundible del afecto. Cuando se vive la infancia abrigada por los brazos del amor, se adquiere una especie de seguro emocional para toda la vida. Viviremos, como todos, sucesos hermosos y sucesos dolorosísimos; sufriremos, sí; pero sufriremos con dignidad, sin permitir que el dolor corroa la parte más hermosa de nuestros ser.
Porque tuviste la buena fortuna de nacer en una familia honorable, que se ganaba el sustento con su trabajo, porque te enseñaron a amar, amándote, es que puedes mirar hacia atrás y ver “que todo fue bueno”, como dice el primer libro del Antiguo Testamento que venera tu religión y la mía. Y hasta el dolor atroz de haber perdido el primer gajo de tu sangre, (otra circunstancia que me conmovió profundamente) está como santificado por el Amor. El Amor que se percibe apenas se abren las páginas de tus “AÑORANZAS”. Gracias Ethel”.
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En el año 2020, Ethel publica “Añoranzas y otras memorias”, libro sobre el que Tuky Carboni expresa: “Con lenguaje sencillo, pero muy cálido ella nos va introduciendo en un tiempo-espacio que ya no existe sino en la memoria de los que ya somos “personas mayores”. Leyéndola, me emocioné recordando mi propia infancia, donde el amor juega un papel sumamente importante…
…Ethel describe su entorno familiar muy vívidamente, nombra a sus paisanos con profundo afecto; sus hermanos también se hacen presentes con esa intensidad del cariño que recibió y profesó a ellos. La sabiduría del abuelo, los distintos ambientes donde vivió, el trabajo de sus mayores, que no parecía generar cansancio… Y yo me emociono junto a ella, a esa infancia vivida a cielo abierto, a esas costumbres ya desparecidas de las tertulias familiares, donde los niños aprendíamos valores de la boca de los padres, los amigos de los padres, los tíos, los amigos de los mayores, los familiares… Y todos esos amados testigos que nos enseñaron a vivir de una manera que ya no se estila”