Papa
Enrique Garzia, exalumno del Papa Francisco
“Recuerdos y emociones se me amontonan en estos días”
Conversamos con el Dr. Enrique Garzia, de la ciudad de Gral. Galarza, quien fue alumno del seminarista Jorge Bergoglio, en el Colegio de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Santa Fue. Hermosos recuerdos le quedan de esa época y de posteriores encuentros y cartas que intercambiaban. Compartimos su emocionado testimonio junto a su esposa Sara Pita, que lo acompañó a los encuentros con el papa Francisco.
-En Galarza había sólo hasta 3er. año de la secundaria y mis padres querían que terminara ese ciclo. Una de las posibilidades que tenía era ir como alumno interno al Colegio Inmaculada Concepción, de la ciudad de Santa Fe. Ahí terminé el secundario para luego seguir veterinaria en La Plata. En ese tiempo, no sé ahora, destinaban seminaristas para acompañar a los estudiantes en su formación y a nuestro grupo de de 4º y 5º año nos acompañó el “maestrillo” (así se los llamaba) Jorge Bergoglio. En la actividad de los jesuitas tenían que tener trato con la docencia, hacer docencia, entonces iban a los colegios. Tenían en Córdoba, en Mendoza y en Santa Fe. Aparte de acompañarnos, nos enseñó literatura y psicología. Él compartía la vida con nosotros, inclusive dormía en nuestros dormitorios.
Después él se va, cuando termina esos dos años, justo los dos que tuve yo la suerte de tenerlo, ya que también yo finalizaba el secundario. Él se va al Colegio Mayor de San Miguel, en Buenos Aires, que es donde estos sacerdotes finalizan sus carreras para ordenarse.
Estando en La Plata donde estudiaba Veterinaria, recibo la invitación para su ordenación, la que seguramente llegó por medio de mi familia. Yo no sabía dónde era San Miguel, así que no fui, pero siempre siguió mi amistad con los compañeros de La Inmaculada, en Santa Fe.
Después de muchos años me entero de que lo nombraban Arzobispo de Buenos Aires. Me puse a escribirle una carta; escribía 2 o 3 renglones por día y dejaba un tiempo. No sé por qué, pero demoré 3 años en terminar esa carta. Después se la envío y le digo: “Aunque vos no creas, 3 años este estuve escribiendo esta carta”. Entonces me contesta y me dice, “¿Ahora vas a esperar 3 años más para contactarte? No, vení al Arzobispado”. Yo no quería ir frente a la catedral, al Arzobispado.
Pasa el tiempo, llamó por teléfono; estábamos en Buenos Aires. Su esposa Sara acota: -“Nosotros teníamos los chicos estudiando en Buenos Aires. Y suena el teléfono ahí en el departamento, un teléfono de línea y atiendo yo. Dice, “yo quiero hablar con Enrique García, García con Z. ¡Ah, ah, sí, sí, sí! Le digo, sí, está acá. ¿De parte de quién?, pregunto porque pensé que era alguien por los caballos, ya que Enrique vende caballos. Pregunto de parte de quién y me dice “de Jorge”. Entonces le digo, “Toma", le digo, "Jorge se llama". Entonces él agarra el teléfono y dice, “Hola”. “¡Ay, Jorgito, sos vos, Jorgito, sos vos!” y se metió en una habitación y se quedó hablando largo rato”.
Continúa Enrique: ¿Por qué aclaro Garzia con “Z”? A mí me costó mucho porque donde no te conoce nadie, cuando los profesores pasaban lista no sabían si era con s, c o z, le daban distintas pronunciaciones a mi apellido y yo tenía que vivir aclarando “Garzia con Z”.
En el cónclave en que eligieron a Ratzinger yo le escribo y le digo, “Menos mal, le digo, que no te eligieron. De qué te salvaste. ¿Vos sos medio futbolero o no? Mira, ¿sabes por qué te digo? Porque vos para que allá estés bien te tienen que patear el córner, vos saltar solo a cabecear y que el arquero esté en el suelo. La única forma que hagas un gol. Porque te van a hacer pedazos ahí adentro”. Pasó eso, resulta que después lo eligen papa. Le escribí enseguida y 4 días después de que asumió, me contestó.
Cuando lo eligen Papa, empieza a comunicarse todo el grupo de exalumnos. Algunos querían ir enseguida. Él nos dijo; “vayan viniendo”. Pero muchos no pudieron, no nos organizamos para ir el grupo, así que ese proyecto no se concretó. Nosotros viajamos en el año 2014; por medio de la Secretaría le hice saber que lo veríamos en la Plaza de San Pedro un miércoles, como siempre, la recorría y se detenía ante todos y le aclaré que había sido alumno suyo. Sí, entonces estábamos ahí en la en la cola y de ahí veía allá la plaza que era como una cancha de fútbol. ¿Dónde nos irá a tocar?, me preguntaba. Nos dijeron que teníamos que entrar más adelante. Recuerdo que estaba un defensor del pueblo de la provincia de Buenos Aires y otro que había llegado de Israel y esperaba hacía 5 días. Entonces después estamos así por ahí atrás, allá arriba una escalera, una puerta que se abre, no sé si era un balcón. Estábamos todos en fila, entonces por ahí dicen: “Yo voy a ir nombrando, se van a comportar". Yo dije, “¿Dónde me va a tocar?” Entonces primero el defensor del pueblo de la provincia de Buenos Aires, segundo, el que había venido de Israel. Tercero, Enrique Garzia, con Z. Entonces ahí estaba el límite, estábamos ahí.
Cuando vamos al Vaticano hicimos todos los trámites a través de la secretaría para ir a verlo a la plaza, Ahí se va acercando a nosotros. Y estábamos al costado del parque. Él todavía no había llegado ahí a vernos. Después yo ya le hago seña, “Che, estoy acá”. Me ve, me agarra las manos y pudimos hablar un poquito. No nos podíamos detener tanto. Tenemos una foto de ese momento.
Más adelante comenta Sara, la esposa de Enrique: “Viajamos dos veces a Roma a verlo a Francisco; solos por nuestra cuenta, nunca con la promoción; la promoción nunca viajó como tal. Cada uno iba como podía, como quería, como conseguía los contactos.
El primer viaje nuestro fue en 2014; hacía un año y pico que Francisco era papa y por ser exalumno, tuvimos el privilegio de estar en un lugar muy próximo a la puerta central de San Pedro, que es donde ponen un palio y ahí él se sienta y hace toda la ceremonia del miércoles, después de dar la vuelta en móvil; sube ahí. Al costado de ese palio hay unas barandas y ahí tenemos lugar los que hemos tenido el privilegio de estar lo más cerca posible, en este caso sobre la baranda; él da la mano ahí. Detrás nuestro había más gente. Te van ubicando y a nosotros nos ubicaron para que estuviéramos bien sobre la baranda, entonces fueron unos minutos; se puede ver en la foto que él le toma las manos a Enrique y Enrique a él; tuvimos un diálogo, todo breve.
Diez años después, en junio de 2024, ya fuimos a una entrevista privada en Santa Marta. Él nos la concedió el día 7 de junio, a las cinco y media de la tarde; nos esperaba y así fue. Le pedimos una bendición especial porque cumplíamos los 50 años de casados, que fue el 30 de abril”
Continúa Enrique: -Hablamos con la Secretaría y le dije que íbamos en junio, que por favor nos buscara una fecha para encontrarnos con él. Él le comenta y el papa me escribe y me dice, “¿Le queda bien a ustedes el 7 de junio en las 17 horas?” Ah, vale, que nos quedaba bien.
Así que fuimos a la residencia de Santa Marta. La tarde anterior fuimos a ver por dónde teníamos que entrar, la guardia civil nos indicó. Entonces, al otro día fuimos, la guardia de nuevo, hay un puesto de policía que antes no estaba, para entrar al Vaticano, pasar la barrera, te mandan a gendarmería del Vaticano, entregar los pasaportes, dice, “Ahora lo va a recibir el jefe de policía del Vaticano.” Así que nos recibe ahí dice, "Bueno, mire, vamos a pasar a la sala donde los va a atender Su Santidad." Sí, nos sentamos en esa habitación que ves acá. Me decía "¿qué le digo?, ¿cómo arrancamos?” Por ahí sentimos un ruidito en la puerta. Pensé: “La puerta es ancha, lo van a entrar con la silla.” Pero antes de eso entró con el secretario y otro más, el de la policía. No sabía cómo era el protocolo, si podía tocarlo, abrazarlo, darle un beso. “Lo que quieras.” Bueno, le digo le doy un abrazo y un beso. Quedamos solos ellos, se fueron. Me preguntó por nuestros hijos, le dije que teníamos cinco y ocho nietos. Estuvimos un rato largo con él, nosotros amagábamos para irnos y él nos decía que no había apuro pues ese día no tenía ya audiencias. Yo nunca le pregunté si iba a venir a la Argentina, no, no me quise meter en eso.
Cuando nos marchábamos nos dijo varias veces “Si vuelven a Roma, no dejen de venir a visitarme.” Así que nosotros ya no estamos planeando para el año que viene. Y de nuevo nos sorprendió.
Sara quería llevarle un presente y le pidió al P. Jorge Leiva que le dedicara su libro “La Cruz de la Unidad”.
Esa fue la última vez que estuvimos con él y particularmente guardo el más hermoso de los recuerdos porque lo vi crecer como sacerdote y lo vi casi hasta el final de su papado. Estos días estoy muy emocionado.