Por Pbro. Jorge H Leiva
Federico Bogdan y la caridad política
Ha muerto don Federico. Para los católicos significa que su tránsito por este mundo ha concluido para "descansar en las verdes praderas", como dice el salmo y, significa también, el deber de rezar por su descanso eterno.
Para los católicos y todas las personas de buena voluntad viene la misión de acompañarnos en el dolor por la muerte de este ser querido. De un modo especial tenemos ahora la tarea de acompañar a sus familiares y amigos que lloran entristecidos su partida. Ante la muerte de un hombre que ha ejercido la política en la comunidad, caben algunas reflexiones.
El papa Francisco en la encíclica social "Fratelli Tutti" sobre la fraternidad universal nos dice: "Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en "el campo de la más amplia caridad, la caridad política". Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común" (...).
Un poco más adelante, el sucesor de Pedro agrega: "Esta caridad política supone haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista: La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une. Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos".
Cuando rezamos por el alma de un hombre que ejerció la política, lo hacemos por gratitud a esa "preciosa forma de caridad". Ciertamente, conscientes de nuestra fragilidad de pecadores de la que sólo fue preservada la "Pura y limpia", como lo afirmamos los católicos, pedimos para Federico el don de la Plenitud de la Vida.
A veces estamos tentados a decir: "toda política es sucia" y, desde cierta perspectiva, es cierto que nuestra naturaleza está llena de impurezas. Sin embargo, el que tiene los anteojos empañados no debe negar la luminosidad de la luz. Estamos llamados a proponer la "belleza del amor entregado", sobre todo entregado en el campo de la "caridad política" de la que nos habla el papa. Estamos llamados, de manera urgente, a proponer a las nuevas generaciones el valor de la caridad que supere toda mentalidad individualista en el marco de la fraternidad, la justicia y la verdad. La luz existe, aunque no siempre la podamos ver. Así adquiere destacada importancia tener presente que el año que viene será beatificado fray Mamerto Esquiú, un argentino que- en el controvertido siglo XIX- tuvo que ver con la política como "orador de la constitución" y que supo sintetizar el evangelio con la política en una coyuntura histórica concreta.
Al despedir a Federico pidamos al Cielo que no nos falten hombres y mujeres entregados a la altísima vocación de la política en favor del bien común.
Ha muerto don Federico: ¡que en paz descanse!, ¡qué tengan resignación cristiana sus familiares y amigos!