¡Bienvenidos a la segunda temporada de Retratos Íntimos!
Gastón Díaz, referente de las artes teatrales de nuestra ciudad.
El arte es un refugio. Es muy desde la vivencia personal que puedo decirlo porque por ahí lo asoció a algo de la infancia, a esa cosa que me estimulaba y me llamaba la atención y me atraía y también en ese momento, en lo distinto que me sentía a todo mi alrededor, encontraba que era un lugar donde me sentía mejor.
Por eso hablo de refugio, es una idea por ahí un poco romántica pero me da la sensación de que esa cuestión de que el arte es un refugio para los parias, para los que se sienten diferentes, distintos y después termina siendo en realidad. Esa es la visión romántica. Después me parece que el arte es eso que hace la vida más interesante dado que si solo nos dedicamos a cumplir obligaciones, a trabajar para poder alimentarnos y sobrevivir la vida sería mucho más aburrida. El arte nos permite imaginar que el mundo puede ser de otra manera, la fantasía de imaginar otros mundos posibles, otras formas de vincularse y un mundo también donde ciertas injusticias pueden ser expuestas. Esas cosas que normalmente naturalizamos podemos verlo reflejado y reflexionar y pensar algo más sobre esa realidad cómo así también por ahí más relacionado con un mundo donde los deseos puedan desarrollarse y de otra manera. Eso que uno imagina y no puede concretar en la realidad pueda plasmarse en ese otro lugar a través de una obra artística.
El arte también es un lugar de resistencia porque en un contexto complicado, de crisis, el arte y la cultura popular son como el alma y la identidad de los pueblos. Son el lugar o el vehículo a través del cual el pueblo y los colectivos pueden decir qué es lo que les pasa. Pueden comunicar y denunciar lo que les ocurre. Además, les permite la diversión y la fiesta. Cuando todo el contexto se vuelve abrumador, difícil e injusto, para mí es importante esto que sucede a través del arte y de la cultura. Podemos mantener ese espíritu festivo de comunión de compartir algo con los otros, de encontrarnos desde un lugar distinto a solo el del sufrimiento o el padecimiento. Me parece que ante los contextos más opresivos es muy importante no perder la alegría. A mí me da un poco la sensación a veces de que si nos tienen tristes nos tienen doblegados, con la cabeza gacha y simplemente recibiendo los palos. Por eso me parece importante estar con los demás, comunicarse y mantener el espíritu altivo para poder resistir.
Yo creo que es complicado también porque este concepto de trabajador de la cultura me parece que es muy reciente. Es algo que ahora recién lo podemos visualizar de esa manera. Es como un concepto histórico de este momento. Antes, determinado arte o cultura estaba asociado a un privilegio de las clases altas. A algo que accedía sólo una parte de la sociedad nada más, hasta te diría como vinculado a lo “paquete”, la aristocracia. El arte popular callejero, que tiene por ahí más que ver con lo que hablábamos antes, me parece que ese sí fue muy denostado. En cuanto al teatro ni hablar, era considerado perverso, degenerado a nivel no solamente del país, me refiero a nivel histórico y en el mundo. Era hereje para la iglesia, era gente que se hace pasar por otra que no es, imagínate un pecado total.
Los gobiernos autoritarios históricamente quieren una hegemonía del pensamiento, uniformar la forma de pensar de todas las personas y en ese sentido me parece que el trabajo de la cultura o el artista es rebelde porque pone en un lugar de preponderancia su propio pensamiento, va en contra de ese modelo que se quiere instaurar en donde las cosas son únicamente de esta manera. Me parece que no es casual que en este momento haya como una especie de ensañamiento con los trabajadores de la cultura, una campaña de desprestigio, suena muy fuerte decirlo así pero me parece que hay un poco de eso porque son justamente los que pueden pensar distinto. Son los que no van a adaptarse a tomar ese modelo que quiere imponerse. Te vuelvo a repetir, yo pienso que no es casual que pase esto, que se vaya directamente por el desprestigio de los trabajadores de la cultura. No me cabe duda de que está planeado, de que se ven, de alguna manera, como el enemigo, que hay un señalamiento ahí.
Desde el arte y desde los sectores progresista en general de la sociedad primero hay que pensar estrategias y cómo salir de esta crisis en la que está el progresismo en general. Me parece que tanto en Argentina como en muchos países a nivel mundial, a este avance de la derecha y de los pensamientos neofascistas hay que reflexionar como resistir por un lado y por otro pensar cómo el progresismo llegó a una crisis tal que la sociedad se ha distanciado y ha seguido a líderes con ideas tan extremas. No tengo una respuesta clara de por qué ha ocurrido eso, me parece que es algo que está aún elaborándose. Creo que quizá hay ciertos discursos o el avance de que las minorías tuvieran más derechos y como un foco puesto en eso y mucho trabajo en pos de conseguir esos mencionados derechos como la ley del aborto, del matrimonio igualitario, la ley trans. Como que muchos derechos se conquistaban por un lado y por el otro la gente en el bolsillo cada vez tenía menos plata, el dinero no le alcanzaba. Se estaban conquistando todos estos derechos pero al mismo tiempo económicamente estamos en una situación difícil y me parece que eso de alguna manera fue generando como una especie de resentimiento en cierto sector de la sociedad que hace que la gente se encolumne detrás de esos líderes de ideas más extremas. Todo ese discurso y ese cambio de la mentalidad, de hacer un lugar más abierto, más tolerante y respetuoso de las diferencias se puso en crisis. De todas maneras, me parece que sobre todo algo que no hay que hacer es dar la batalla por vencida.
Yo noto un signo de época que, por ejemplo, empieza a ver como una autocensura. En este sentido, en cosas pequeñas, en el cotidiano quienes hablábamos en inclusivo por ahí no lo hacemos o lo hacemos menos porque entendemos que hay mucha gente que lo ve mal, que está en la actualidad política como mal visto, hay una bajada de que no se hable de esa manera. Así con un montón de cosas. Con el resultado de las elecciones a nivel nacional también pasó que mucha gente dijimos: “Ah, hay un montón de gente que piensa de esta otra manera” y que lo manifestó en su voto, entonces como que por ahí no te animas a tener ciertas discusiones o hablar. Bueno lo que pasa en las familias en los almuerzos o los encuentros familiares muchas veces, el hecho de decidir hablar o no hablar para evitar el conflicto.
Me asusta el contexto del país y del mundo. Me asusta en realidad, no sé capaz que es una pensamiento pesimista, que siento que las distopías que uno veía en esas películas de ciencia ficción de chico o los libros que leíamos o Black Mirror por ejemplo, es lo que está está pasando, llegamos a ese punto, estamos viviendo las distopías y lo que pienso de ellas es que toda la gente está con su teléfono y en las pantallas como medio perdido y alienado en ese universo. Pero bueno, lo que me da esperanza de las distopías es que todas las novelas de esa índole o las películas o del arte que se hizo en ese sentido siempre hay una resistencia, un grupo de personas que resisten escondidas, que planifican algo contra ese poder hegemónico y que buscan que la vida sea de otra manera.