Pbro. Jorge H. Leiva
Gobernar con frutos o con espinas
Muchos de los hebreos, en los tiempos bíblicos, no adherían a la monarquía pues pensaban que lo mejor para un pueblo santo era vivir sin grandes líderes, confiando más bien en la autoridad divina, como había sucedido en los tiempos del Éxodo.
En efecto, durante varios siglos Israel fue gobernado por líderes espontáneos hasta que, instalado ya en la tierra prometida, muchos pidieron tener un rey “como en los otros pueblos”. Uno de los primeros intentos de monarquía sucedió hace unos 3.200 años y estuvo a cargo de un señor llamado Abimélek, hijo de un famoso líder que al frente de un grupo de bandoleros asesinó a sus hermanos para erigirse rey de las tribus.
El hermano que se salvó de esa matanza pronunció una de las únicas fábulas que se encuentran en la tradición de los Libros Sagrados del judeocristianismo. Dice así: “Los árboles se pusieron en camino para ungir a un rey que los gobernará». Entonces dijeron al olivo: «Sé tú nuestro rey». Pero el olivo les respondió: «¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?»
Los árboles dijeron a la higuera: «Ven tú a reinar sobre nosotros». Pero la higuera les respondió: «¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?» Los árboles le dijeron a la vid: «Ven tú a reinar sobre nosotros». Pero la vid les respondió: «¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?». Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza: «Ven tú a reinar sobre nosotros». Pero la zarza respondió a los árboles: «Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano». (Jueces 9,8-13).
Celebramos a Jesús en estos días como Rey: Rey en el servicio humilde y abnegado que fue capaz de dar lo mejor del olivo, de la higuera y de la vid de su corazón. Él supo rechazar toda tentación de volverse agresivo e infructuoso como una zarza que sólo agrede con sus espinas.
Por otro lado, hemos elegido nuevas autoridades en nuestra comunidad nacional: en nuestro corazón brota le esperanza de poder apreciar frutos y no espinas, como le pasó al violento Abimélek. Me viene a la memoria al respecto consejos que el desopilante don Quijote le diera a su escudero Sancho Panza para que gobernase la “ínsula” prometida: “Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse.
Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra”.
Que nuestros gobernantes no tengan delirios de grandezas, como la rana aquella, conociéndose a sí mismos ya que necesitamos dirigentes conscientes de sus posibilidades y sus límites y purificados en ese conocimiento, quizá el más difícil según el sabio decir de Cervantes.
Quienes tenemos autoridad tenemos en estos días la oportunidad de preguntarnos si producimos frutos o espinas y si nos conocemos personalmente para no ser como aquel legendario gobernante o como la rana que quiso ser buey.