Aniversario
Gualeguay y su 241 Aniversario
Una confidencia para comenzar estas líneas; tenía previsto escribir sobre Don Tomás de Rocamora y preguntarme como vino a este poblado en 1783 -hace más de doscientos años- a resolver un conflicto entre vecinos y a fundarlo!
A fundar lo que ya estaba creado.
Quería escribir sobre la experiencia de cumplir la orden del Virrey Vertiz que desde la lejana Buenos Aires le pedía resolver las cosas entre unos 100 vecinos que estaban en medio de una seria discusión.
Los memoriosos dicen que discutían por la ubicación de la iglesia del poblado.
Otros cronistas especulan que molestaban los tañidos de las campanas -si es que había campanas- que desvelaban a alguno de los pobladores del villorrio creciente que terminaría en esta Gualeguay de hoy día.
Imaginé la epopeya de llegar atravesando ríos y montes hace 238 años desde Buenos Aires a Gualeguay. Imposible de imaginar. Imposible no comparar lo de Rocamora con la travesía a pie de Alvar Núñez Cabeza de Vaca que caminó cinco meses en la selva desde Brasil adonde había naufragado, hasta Asunción del Paraguay para ser el primer europeo que vió –y no que descubrió porque aquí todos las conocían- la Catataras del Iguazú.
Quería escribir sobre el Gualeguay de mi infancia. De las fiestas populares. De mi Escuela Primaria. De mis Maestros. De Chichita Plazaola. De mi Escuela Normal. De Orlando Rivaben. De Carlos Sánchez. De esa gran lección de Radio a cargo de Jorge Nuñez Miñana en Aquí Gualeguay por LT11 llenando de una luz nostálgica su propia adolescencia que un poco era la de cada uno de nosotros.
De creadores silenciosos como el fotógrafo Juan Mirdjan Kayayán. Del cine de los sueños, en el Mayo o el Variedades. De los Radioteatros y las compañías que llegaban desbordando la sala con la larga fila de carros y sulkys sobre la calle 25 y sobre la 9 de julio. Ese es mi Gualeguay de los 238 años. Y es mucho más claro. Son Toto Salatino y Hugo Romero llamándome desde la vereda alta para marchar juntos y sonrientes a la Escuela Chiclana amenazada por las máquinas de la Usina Vieja siempre a punto de estallar.
Todos estos recuerdos me llenaban de luz. Pero la inundación le quita brillo a la celebración de un nuevo aniversario de la fundación de Gualeguay.
Seguramente no alcanza con que celebremos ser la ciudad más antigua de la provincia. Ni tampoco ser Capital de la Cordialidad, o de la Cultura.
La televisión “de Buenos Aires” que tantas veces pronunció mal, por desconocimiento, los nombres de nuestros río o de nuestras ciudades esta vez vino al pie y le mostró al país, al mundo, la imagen de la desolación que traen las aguas llevándose todo por delante y dejando a los más humildes sin sus bienes más preciados. Y ante esa periodista inquieta y sensible que es Paula Bernini las voces pedían ayuda y presencia de las autoridades.
Creo que la mejor celebración para este aniversario es sentarnos y dialogar sin tirarnos piedras, pero si diciéndonos las verdades. Es posible que nunca haya llovido tanto y en tan poco tiempo. Pero también es cierto sin dudas que algo no se hizo bien. Que no previmos. Alguien no hizo lo que debía. Y me imagino, como el mejor regalo de aniversario, que el que no hizo lo suyo, o no pudo hacer, o no supo se pone de pie y dice “lo siento. Fui yo” y todos lo aceptamos y empezamos una nueva historia!
Luis Garibotti