Suplemento 239º Aniv de la Fundación Gualeguay
Héctor Valentín Cosso, mi abuelo
Me pidieron que me refiriera a un personaje que aportó a la ciudad; me consta que hay uno que lo fue: Héctor Valentín Cosso, mi abuelo.
A mi otro abuelo, solo por fotos lo conocí; a mis dos abuelas, sí que las disfruté y a éste muy poco lo tuve.
Debiera irme hasta el desembarco (orgulloso de ese ingreso inmigratorio), quizás hasta aquella decisión de buscar la América. Aparecen datos en aquellos registros que tiene en inmensos libros la Societá Italia y como esas historias tenemos miles de gringos en Gualeguay.
Hay cosas que uno debe comprenderlas desde esos momentos.
Vivió pocos años y seguramente nos disfrutamos, como el reloj que me obsequió (me lo colocó y lo recuerdo perfectamente), a 3 días de esa última siesta; tenía 61. Familia chacarera (abundan los ejemplos en las chacras de nuestra comunidad), porque así se denominaron por su ubicación, porque si sos de la Primera Sección son parientes por mi bisabuelo y si son de la Segunda Sección son por tu bisabuela.Sus padres eran primos y criaron a varios gurises, con raíces de Ronco Scrivia (Liguria). Solo él quiso estudiar y se fue a Rosario. Luego se cruza con los Marchionatti (otros más tano que él y por si faltaban lugares, costumbres; también le sumaron dialectos pues eran del Piamonte).
Silvia me envía un mail (Buenas tardes Julián, con motivo de los 239º de la ciudad, sale el domingo 27 de Marzo un suplemento y quiero que realices con tu temática sobre personajes destacados y hay uno que aportó cambios en la sociedad, quiero que redactes sobre la vida de tu abuelo Héctor Valentín Cosso, reconocido como médico.
Respondí: Leí Silvia lo que me enviaste, me encantó la idea, pero yo no puedo hacer eso.
Me redobló su mail: Yo espero tu artículo, me retrucó. Fijate vivencias desde la pileta, la Maternidad, el Aero Club. Casi despidiéndose me remata “la necesito para el 23 de marzo”.
Ahí quedé y así me dejó.
Un montón de historias tuve, tengo. Familiares, de pacientes, de diferentes comisiones que participó y hasta el respeto que le tenían sus opositores (de aquellas épocas donde el peronismo tenía su ebullición social, él no estaba en esa vereda y aquel hijo de chacarero acercó la idea de la parva de alfalfa más famosa de la historia).
Con lujos y detalles, “Chelo” me los pasó y tan vigente hoy, son los fondos que administra el Hospital San Antonio del Legado Vasallo, donde hizo muchos esfuerzos para que se administre desde aquí y no desde la órbita provincial.
Vuelvo a aquel médico recién recibido que con su primer sueldo compró dos heladeras (a barra, una para “la chacra” y otra para “los de Rosario”). Llegó a la ciudad con el esfuerzo de la familia (todos colaboraban y es tal cual lo describe Julio Mafud, en “Sociología de la Clase Media Argentina”, cuando habla de la estratificación, de la ruralidad o “mi hijo el dotor”).
Era otra época (muy pocos médicos; Agustín Turano me asegura siempre, eran 13 y me permitieron trabajar sin inconvenientes), otra sociedad, otra ciudad. Quizás con preocupaciones similares (desagües, caminos principales, desarrollar la comunidad, preservar un cordón productivo verde, fortalecer el Hospital, jerarquizar la Asistencia). Muchísimas veces a sulqui y la atención también de otra época (a todos se atendía y muchas cuentas anuales; no había obra social). Se debía avisar por donde iba a andar, y descubrir si a media cuadra o frente al domicilio que estuviese se debía contactarlo por algún enorme y raro aparato que era el teléfono. No existía la inmediatez del WhatsApp.
Un montón de hechos lo marcaron, su crianza, era uno de los del medio; casarse con una rosarina y allá, su prolija vestimenta toda blanca, toda. Su mateada en la "Ford”, su lugar en la casa de su amigo Alejandro para terminar la Escuela Normal (a diario lo visitaba en su panadería; sabía la hora que salía del horno la torta negra, la más tradicional y rica; se comía 2 calientes y un café negro hirviendo).Había muy pocos autos en aquel Gualeguay, muy pocos y decidieron ir hasta el Aero Club para estrenar su Plymouth (todos decimos "playmon"); subieron todos (Ángel, Jorge, Horacio, Raúl, infaltables los Demelchiori y algún otro).Desde ya, que los dos amigos iban en el asiento delantero y en la propia curva el conductor informa:"Vamos a 100, Alejandro”; el copiloto transmite la información al resto de los ocupantes: “Chicos, vamos a 100”, el coro repitió ante el asombro de la época: “A 100”, “a 100”. Hincha de los hermanos Gálvez, simpatía con “Ñuls” y se amontonan las historias.
-¿Porque aparece lo del Aero Club? (debiera releer las Actas). Primero, en San Carlos y por la cercanía con los Mihura y logran con mucha gente un lugar hermoso, hasta el día de hoy, y no se agotó en el tema aviones sino que el Aero tuvo su pileta; entonces más alboroto había. Ya estaba la pileta en la casa de San Antonio y todos pasaban por ella; arrancó desde un cumple de Susana y con varias condiciones, hasta las 11 (venían sus largos de pileta y la rueda de mates con amigos), prohibido el ruido en la siesta. Aparecen en el vecindario los Pelozzi, hermanos de la vida de Rosario, aportando el dato del Colegio Sagrado Corazón (“a Raúl metelo pupilo y se acomoda”). Juntos fueron de los primeros clientes al incipiente Kiosco Zubillaga (fans de revistas, chocolates, hasta novelas de cowboy. Está Daniel para sumar datos).
Infinidad de relatos que algunos trajeron a estos tiempos, Sengo y otros muchos desde estas páginas; aportó el profesor Claudio Piaggio (solía repetir: “Llegaba él y en mi casa se curaban todos”).
Habilitó cine infantil y box en su casa (gurí prometedor del grupo era Hugo Naccer, defendiendo el barrio).
Eran épocas de los médicos de familia, como así también de recetas magistrales (alguna que otra anécdota me la transmitieron desde Ponce hasta Jaime y pasando por Juan Manuel Detomassi; vive y siempre me repite que era el único para entenderle la letra).
Muchísimas situaciones para relatar, pero lo por venir lo marcaría: La Maternidad (lo ayudaron para lograr semejante propiedad, en agosto de 1946; Sira y Tersila Teresa Piovesana le venden esa casa). Lo movilizaba el nacimiento (por aquellos años la revista de consulta le publicaba una investigación), con toda la significación que ello traía, (por eso la vinculación con la Liga de Madres local y en su morada con una placa se lo reconocieron). Eran tiempos de partos en domicilios, que costó convencer para así llegar a la casona de calle Irigoyen; todos por ahí pasaron y tal cual el edificio se conserva (hoy Dirección Departamental de Escuelas), hasta los locales sobre Segundo Gianello, en uno Raúl Romero y en el otro Tapicería Godino, ambos más de 50 años y de palabra. Nunca un papel.
Desde ya, Pascual junto a él, porque hasta hoy día con solo pronunciar ese nombre todos sabemos quién es. En mi casa, todos sabíamos quién era la persona con ese nombre o “llamó Porota”. Larga historia de vida con los Muchnik. No podían ocultarse, uno vivía al lado, el otro a una cuadra. Muchos años y luego llegaba el joven Ángel.
Desde ya que hay frases en cada casa, al también “ya ubicala a Polak”, “Augusta”, “¿a Mercedes le trajeron el agua de la chacra?” (agua de lluvia le juntaban sus padres para desinfectar todos los elementos médicos). Hoy diríamos una pyme familiar (la “Pepa” cortaba las gasas, lavaba, bordaba y planchaba las sábanas).Entonces, qué entrevista nos perdimos si queremos curiosear cómo era un parto en casas de familia, diferentes situaciones, etc.
La vinculación con amigos fue muy fuerte (“quebracho” eligieron como identificación en el grupo) logrando natación, Aero, bochas, entre tantas distracciones. Tuvo pasiones: en el Hospital y compartir conocimientos en la Cruz Roja (algunas que otras fotos y anécdotas me lo muestran).
Me falta un montón de cosas y todavía me lo hacen recordar. Desde su mate bien caliente, su consultorio con jazmín, su pipa, su infaltable música (en magazine y todo folclore), hasta su auto.
Su hubiese sido una carta me permitiría una posdata:
“Uno de mis hijos lleva tu nombre, para así tenerte más cerca”.