Gualeguay
Jubilado : “Pueden pasar diez días que no compro nada de carne”
En diálogo con El Debate Pregón, una mujer que cobra jubilación y pensión explicó cómo es su situación actual y cómo le han afectado los cambios económicos en los últimos tiempos.
El gobierno de Javier Milei (La Libertad Avanza) anunció que vetará el proyecto de ley sancionado por el Congreso que establece una nueva fórmula de aumentos jubilatorios. “La Oficina del Presidente informa que el Presidente Javier Milei, tal cual se comprometió con los argentinos, vetará el proyecto aprobado hoy por el Congreso de la Nación que tiene como único objetivo destruir el programa económico del Gobierno. El Presidente se comprometió con los argentinos a sostener el superávit fiscal a toda costa y así lo hará”, informó el Poder Ejecutivo en un comunicado. Todavía no se oficializó el veto a través de un decreto publicado en el Boletín Oficial. Una vez que eso suceda, el Congreso podría insistir, bajo ciertas condiciones, y obligar al Ejecutivo a su promulgación.
Viviana tiene 71 años es docente jubilada y pensionada. No es la que peor la está pasando dentro de su franja de edad ni la que mejor tampoco. Tiene casa propia y respondió cómo lleva la crisis económica:
“En mi caso, antes comía carne todas las semanas, ahora pueden pasar diez días que no compro nada de carne, y solo compro pollo para mí. Como mucho como una vez por semana pollo, pongámosle algún día salchichas. Carne roja no compro, hace meses que no compro carne roja. Solamente compro carne picada y realmente la compro por el perro, no por mí, pero bueno, saco un puñadito y de vez en cuando me hago una hamburguesa. Después, queso que comía siempre alguno más rico dejé de comprar. Queso cremoso compro una vez cada diez días, depende de cómo esté. Si estoy a fin de mes ya no puedo comprar más queso, porque no me da el presupuesto, porque está seis o siete mil y pico de pesos el kilo, y yo no puedo: Y compro el queso fresco más barato, los otros no compré nunca más. Hace meses que no compro. Queso de rallar compro un pedacito para rallar en casa porque sale más barato, no compro sobrecitos ni nada de eso”, enumeró.
Cocinar hasta la masa
La crisis la obligó a preparar todo: “El pan lo hago en mi casa, lo hago yo. También hago los fideos, hago las tapas de empanadas, la tapa para las tartas que hago si vienen mis hijos. Hago tarta de verdura, tarta de pollo y con el pescado que compro, que puede ser sábalo molido o algo así, hago tartas. No hago más de atún porque sale caro. El sábalo molido me sirve para todo, porque también me sirve para comer, hago empanadas y también lo hiervo y come el perro con arroz. A veces como un zapallo hervido, depende de lo que consiga, o como arroz o fideos. Esas cosas. Fiambre hace meses que no compro, de ninguna clase porque es carísimo el fiambre. En mi caso, gaseosas yo no tomo, por ahí mis nietos. No tomaba antes, pero ahora se toma agua o compro sobres de jugo que se diluyen en el agua, a veces, y el resto de los días tomo agua. Una vez por mes o cada tanto compro vino, si viene alguien. El vino me dura muchos días porque yo tomo medio vaso como mucho”, resume.
Hasta el perro se ajusta
Viviana tiene un perrito pequinés que le hace compañía cuando no la visitan sus hijos o sus nietos. Y forma parte de la entrevista: “Lo único que compro de carne una vez por semana es medio kilo de carne picada, porque yo al perro le cocino arroz con un puñadito de carne picada, porque me sale más barato que el alimento balanceado. El alimento balanceado que él comía, que era de buena calidad en este momento vale ocho mil pesos el kilo, y yo no puedo comprar eso. Entonces suspendí el balanceado y ahora come comida. También compro el pescado molido que decía, que me sale mil quinientos pesos el kilo, lo hiervo, porque es sábalo, lo hiervo o lo pongo en el horno y con un poco de arroz tengo comida para toda la semana para el perro”, destaca.
El aumento de los servicios
Otro de los puntos dentro de la entrevista tiene que ver con el costo de los servicios públicos y cómo fue aumentando en los últimos meses: “Uno se cuida en apagar todas las luces de noche. No dejo ninguna luz encendida. La estufa se prende solamente en la cocina durante el día cuando una está acá. Así y todo pagué treinta mil pesos de gas. Estufas eléctricas no tengo, tengo un acondicionador de aire en el dormitorio que lo uso dos horas a la noche y nada más. No se prende nunca más. En todo que uno se le puede imaginar que puede ahorrar, se ahorra. La luz, el gas. Internet sigo pagando. No puedo estar sin internet hoy en día. Escucho la radio durante el día, y ya di de baja el cable del televisor. Solamente escucho la radio, y cualquier otra cosa lo escucho por internet. Lamentablemente hay que tener internet y además el teléfono celular porque si no uno está incomunicado. Tenemos que tener algo. Me tuve que dar de baja y cuidar las facturas de todo porque si no, no podría pagarlas”, lamentó.
“Ahora no como más fruta”
Volvemos sobre la alimentación, porque la crisis obliga a cambiar usos y costumbres a una persona que trabajó toda su vida: “Fruta no compro como compraba antes. Compro mandarinas y nada más que son las más baratas, y compro solamente una vez por semana. Después compraré dos o tres bananas y como eso de fruta. Antes comía al mediodía o a la noche fruta, pero ahora no como más fruta. Lo reemplacé por una taza de té. Tomo té, no tomo café porque es carísimo, y además no me hace tan bien. En el desayuno tomo mate, por ejemplo, leche yo no tomo porque no me gusta y es cara. Tengo leche en polvo en un envase chiquito, que lo uso para hacer el pan y cuando hago alguna torta muy de vez en cuando. No compro facturas ni nada de confitería, hago todo en mi casa porque es más barato. En ese tipo de cosas hay que ahorrar, y en todo”, resumió.
Ropa y medicamentos
Cerramos con dos rubros diferentes, y que tienen distinto impacto. Uno es en teoría superfluo, pero no se puede andar desnudo, y el otro es indispensable: “No compro ropa hace mucho tiempo, porque a esta altura siempre tengo y ya de jubilada durante años tengo ropa que está en muy buenas condiciones porque no se estropea. Ya no la rompo como cuando era chica. Entonces no hace falta. Tengo mis zapatitos, mis zapatillas, desde hace muchos años, hay ropa o calzado que tengo hace casi diez años o más y que están en perfectas condiciones. No voy a comprar una nueva ni por casualidad. Además, siempre uno va tratando de ver cómo puede hacer para ajustarse para poder ahorrar algo, para poder pagar los servicios”, explicó. Y para el cierre lo más doloroso: “Ni hablar de los medicamentos. Antes, por ejemplo, había cosas que el PAMI te las daba. Las que eran de uso crónico te lo daban, pero ahora no te lo da más, entonces hay que pagar. Son cosas que a veces valen de diez a veinte mil pesos, y a veces más. Es terrible, menos mal que yo no tomo muchos medicamentos, pero hay medicamentos para la digestión que ahora no lo cubren más, y hay que pagarlo. Antes te lo daban, y como en eso, en un montón de cosas”, cerró.
Es algo repetido muchas veces, pero no por eso menos cierto. Tal vez, el día que los funcionarios tengan que vivir con el sueldo de una jubilada, se esfuercen por mejorar su situación.